e-ISSN 2395-9134
ArtículosEstudios Fronterizos, vol. 21, 2020, e046

https://doi.org/10.21670/ref.2004046


Criminalidad, seguridad pública y turismo en la zona fronteriza de Ciudad Juárez, México

Criminality, public security and tourism in the border area of Ciudad Juárez, Mexico

Jean Henrique Costaa* http://orcid.org/0000-0002-8091-2418
Manuel Ramón González Herrerabhttp://orcid.org/0000-0002-2104-4702

a Universidade do Estado do Rio Grande do Norte, Brasil, correo electrónico: prof.jeanhenriquecosta@gmail.com

b Universidad Autónoma de Ciudad Juárez, México, correo electrónico: manuel.gonzalez@uacj.mx

* Autor para correspondencia: Jean Henrique Costa, correo electrónico, prof.jeanhenriquecosta@gmail.com


Recibido el 4 de Diciembre de 2019.
Aceptado el 26 de marzo de 2020.
Publicado el 2 de abril de 2020.


CÓMO CITAR: Costa, J. H. y González, M. R. (2020). Criminalidad, seguridad pública y turismo en la zona fronteriza de Ciudad Juárez, México [Criminality, public security and tourism in the border area of Ciudad Juárez, Mexico]. Estudios Fronterizos, 21, e046. https://doi.org/10.21670/ref.2004046

Resumen:
Este artículo analiza la dinámica de las relaciones entre criminalidad, seguridad y turismo en la zona fronteriza de Ciudad Juárez, con el fin de observar cómo las dinámicas criminales y de desigualdades coinciden o no territorialmente con los espacios destinados a los visitantes. Se investiga el caso de Ciudad Juárez, centro económico fronterizo mexicano que tiene significativo flujo de desplazamientos hacia y desde los EE. UU. El estudio se realizó a través de datos secundarios sobre marginación (2010) y criminalidad homicida prevaleciente (2010-2015). Los datos y mapas muestran que los espacios destinados al turismo no se encuentran en las zonas más peligrosas de la ciudad, lo que implica que el visitante en realidad corre muy poco riesgo al permanecer en zonas de bienestar que caracterizan los lugares turísticos. Se concluye que en Ciudad Juárez hay más representaciones de inseguridad que amenaza real para los turistas, quienes se concentran en las zonas de mayor confort de la ciudad.
Palabras clave: turismo, seguridad pública, criminalidad, frontera. Ciudad Juárez.


Abstract:
This paper analyses the dynamics present in the relations between tourism, security and criminality in a border area, observing how the criminal and inequality dynamics coincide territorially with the spaces destined for visitors. The article investigates the case of Ciudad Juárez, a Mexican economic border center that has a significant flow of displacements with the USA. The study was conducted through secondary data on marginalization (2010) and prevailing crime (2010-2015) in Ciudad Juárez. The maps show that the spaces destined for tourism are not found in the most dangerous areas of the city, which implies that the visitor runs very little real risk if they do not extrapolate the dynamics of the comfort zone of the tourist territories. In Juárez, focusing on tourism security, there are much more representations of insecurity than a real threat to tourists who will hardly leave the comfort zones of the city.
Keywords: tourism, public security, criminality, border, Ciudad Juárez.


Introducción1

Este artículo tiene como objetivo analizar la dinámica que caracteriza las múltiples y contradictorias relaciones entre el turismo, la seguridad pública y la criminalidad en el área fronteriza de Ciudad Juárez, limítrofe entre México y Estados Unidos (EE.UU.). El estudio presta atención especial a temas controversiales como: a) el nivel de desarrollo territorial del turismo, especialmente de los espacios dedicados a esta actividad y los servicios relacionados; b) el índice de marginación y violencia homicida que prevalece en la dinámica urbana y sus relaciones con el entorno fronterizo; y c) finalmente, las posibles coincidencias territoriales entre la dinámica criminal y de desigualdad socioespacial respecto a los espacios destinados a los visitantes. Tales propósitos buscan comprender si la inseguridad puede afectar el desarrollo de la demanda turística y la imagen de este destino.

El estudio investiga el caso particular de Ciudad Juárez (Chihuahua), importante centro económico fronterizo mexicano que mantiene un significativo flujo de desplazamientos desde y hacia EE.UU., principalmente a través del turismo de negocios y de salud, así como el intenso movimiento de personas que pasan y/o se establecen en la ciudad para un acercamiento más limítrofe con el país vecino. A pesar de esta intensa vida económica y de la dinámica movilidad humana en esta zona fronteriza, se ha conformado la imagen de ser un espacio violento, fenómeno que ha posicionado la representación de Ciudad Juárez como una ciudad extremadamente insegura.

Según Monárrez Fragoso (2012), entre 1993 y 2010, hablar de violencia extrema en el contexto mundial se refería invariablemente al espacio geográfico de Ciudad Juárez (Chihuahua), evocando los problemas de feminicidio y asesinato por ejecución o “ajuste de cuentas”. En esta ciudad, señala Monárrez Fragoso, la muerte no era el único hecho violento. Los secuestros, la extorsión, el robo violento de automóviles, el asalto a transeúntes, el robo de viviendas, la desaparición de mujeres y la violencia sexual estaban en la agenda de esta ciudad en un contexto de extrema violencia. Agrega Monárrez Fragoso (2012) que Ciudad Juárez fue reestructurada económicamente hace aproximadamente 40 años para convertirse en una zona de fabricación y exportación para el mundo globalizado. Al mismo tiempo, ha estado inmersa desde mediados de la década de 1980 en una guerra geográfica determinada espacialmente por la producción, venta y consumo de drogas. Velázquez Vargas (2011) señala que la gravedad de los homicidios llevó a Ciudad Juárez a ser considerada la ciudad más violenta del mundo, particularmente entre los años 2008 y 2010, cuyas tasas de homicidios alcanzaron valores entre 139 y 229 por cada 100 000 habitantes.

Por tal motivo, la ciudad ha destacado durante las últimas décadas en los medios de comunicación mundial debido a su “popularidad” como un espacio cuyas tasas de violencia homicida estaban en la cima de las ciudades más violentas del mundo (224 por cada 100 000 habitantes en 2010) (Limas Hernández & Limas Hernández, 2014a), con presencia de tráfico de drogas y disputas territoriales (principalmente entre 2008 y 2011) (Muggah et al., 2016) como factores centrales de la explosión del conflicto. Además, los casos de feminicidio (especialmente en la década de 1990) también contribuyeron a la imagen negativa, imponiendo una condición aún ambigua en el territorio juarense: por un lado, especialmente después de 2012, la reanudación de la estabilización de su vida económica y un crecimiento estructural significativo, con la modernización de la vida material y la creación de espacios valiosos para los capitales especulativos e inmobiliarios; por otro lado, todavía se mantiene la imagen, aunque amplificada por los medios de comunicación, de la ciudad como un espacio controlado por el narcotráfico y sus altas tasas de homicidios.

En el contexto de esta problemática, el turismo se ha desarrollado ─con altas y bajas─ como una actividad que refleja de manera atractiva su localización geográfica a lo largo de esta frontera norte, creando y modificando el espacio de Ciudad Juárez a través de hoteles, casinos, casas de cambio, bares y restaurantes. De forma muy especial, los hospitales y clínicas médicas han centrado su oferta de turismo médico en el mercado estadounidense debido a la ventaja de la moneda, fenómeno que ha crecido rápidamente en la ciudad. Por lo tanto, es interesante estudiar cómo esta dinámica compleja que involucra al visitante se entrelaza con los problemas locales de inseguridad (reales y creados) y cómo la producción del espacio turístico en Ciudad Juárez se ha visto afectada por los niveles prevalecientes de inseguridad que se han presentado en la ciudad.

Este estudio, a pesar de ser exploratorio, enfrenta el desafío de reflexionar sobre cómo la inseguridad y la violencia urbana pueden afectar el flujo de visitantes en destinos receptores. Desde el punto de vista teórico, se revisó la literatura específica sobre los problemas planteados (seguridad, criminalidad y turismo) en la realidad mexicana, con el propósito de comprender las relaciones que se puedan establecer (no causales) entre los fenómenos observados. Empíricamente, el estudio se realizó a través de datos secundarios sobre marginación (Consejo Nacional de Población [Conapo], 2011) y criminalidad homicida prevaleciente (2010-2015) en Ciudad Juárez (Secretaría de Gobernación [Segob] & Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional, 2015). Los datos de marginación espacial mapeados permitieron comprender la geografía de la pobreza y de la vulnerabilidad social en Ciudad Juárez, al reconocer sus zonas más vulnerables desde el punto de vista espacial y sus zonas más ennoblecidas. Los datos de marginación corresponden a 2010, últimos datos oficialmente publicados por Conapo. Los datos sobre la dinámica homicida en la ciudad se obtuvieron a través de la Segob y la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (2015) en una secuencia temporal comprendida entre 2010 y 2015, los cuales indican la evolución de los homicidios en este periodo. También se realizó un mapeo de hoteles y bares de la ciudad (datos de 2014, Instituto Nacional de Estadística y Geografía [Inegi]), con el objetivo de superponerse con los datos de marginación (Inegi, 2016).

Dada la falta de datos (fiables) sobre crímenes y estratificados por zonas, este estudio no pudo hacer una correlación estadística segura entre las áreas con mayor incidencia criminal y el flujo espacial de visitantes en Ciudad Juárez. Por tal motivo, se decidió correlacionar los datos de marginación (estadísticas oficiales del Conapo) con las estadísticas de delitos de la Segob, destacando específicamente los homicidios en el plazo señalado. Esta correlación presenta límites de tiempo y espacio, ya que pierde en precisión temporal y no entra en las particularidades de las zonas de la ciudad. Sin embargo, el mapeo de bares y hoteles (geolocalización presentada por el Inegi) termina permitiendo una lectura más geográfica de las desigualdades existentes en la ciudad frente a la evolución de los homicidios, aunque no se correlacionan directamente en términos espaciales. Por lo tanto, los resultados presentados aquí son mucho más exploratorios que concluyentes.

El artículo está organizado en tres secciones: la primera presenta y discute brevemente la dinámica terciaria del turismo en Ciudad Juárez, destaca sus principales factores de atractivo y la lógica económica de este llamado “turismo fronterizo”. La segunda problematiza la relación entre el turismo y la inseguridad en algunos casos específicos de México, además de contextualizar la realidad nacional sobre el problema del narcotráfico y las derivaciones de este problema social. Finalmente, la tercera parte analiza algunas particularidades de la dinámica criminal en Ciudad Juárez (homicidios), mapea sus áreas más marginadas y los hoteles y bares de la ciudad, buscando comprender los posibles encuentros y desencuentros entre la inseguridad y las actividades vinculadas al turismo.


Ciudad Juárez, sus espacios turísticos y de servicios

Ciudad Juárez es una de las seis ciudades más importantes de México. Se encuentra en el estado de Chihuahua (véanse Figura 1 y Figura 2), ubicada en la meseta central del norte de México, en las márgenes del río Bravo, forma frontera con los EE.UU. (Pequeño Rodríguez, 2015).

Figura 1: Estado de Chihuahua, México
Fuente: Elaborado por João Paulo Bezerra Rodrigues (2019).

Figura 2: Elaborado por Ciudad Juárez, Chihuahua, México
Fuente: Elaborado por João Paulo Bezerra Rodrigues (2019).

Gallegos y López (2004) afirman que Ciudad Juárez ha sido uno de los espacios turísticos más dinámicos de la frontera norte de México, al ser esta actividad de gran importancia para la economía de la ciudad. Sin embargo, enfatizan que el dinamismo de la actividad turística en Ciudad Juárez está más relacionado con el contexto económico fronterizo que con las propias atracciones históricas y físicas existentes en el territorio. Para los autores citados, en Juárez, estas no son atracciones turísticas exploradas tradicionalmente como en otros lugares del planeta (sol, playa, museos, arquitectura, etcétera), sino ciertas ventajas económicas y legales que la ciudad ofrece a los turistas extranjeros.2 Además, Velázquez Vargas (2011) complementa este enfoque al mostrar que la ciudad ha atraído históricamente los flujos de migrantes, algunos con la idea de trasladarse a los EE.UU., y otros que vienen específicamente a trabajar, directa o indirectamente, en la industria maquiladora.

Vale la pena señalar que, a pesar de las percepciones y restricciones negativas del gobierno de EE.UU., la frontera norte sigue siendo una de las principales regiones de recepción de visitantes en México. Por ejemplo, en 2005 capturó 81% del porcentaje nacional total (Bringas Rábago & Verduzco Chávez, 2008). De igual forma, es oportuno agregar que esta ciudad cuenta con un rico potencial histórico patrimonial de uso turístico, así como atractivos naturales de valor extraordinario como Médanos de Samalayuca, formaciones de dunas de arenas de valor conservativo, estético y funcional, las cuales forman parte del Área Natural Protegida de Flora y Fauna de igual nombre, ubicada muy próxima a la ciudad.

Según Gallegos y López (2004), en Ciudad Juárez se distinguen dos áreas turísticas: el Centro Histórico y la zona del Programa Nacional Fronterizo (Pronaf), las cuales agregan una parte significativa de las atracciones locales. En años más recientes se ha venido desarrollando una tercera área conocida como la Zona Dorada, la cual concentra los alojamientos de mayor interés turístico, restaurantes, bares, centros de reuniones y eventos, hospitales, centros comerciales y zonas residenciales, todas en vínculo territorial con el Consulado de EE.UU. en la ciudad.

La información estadística sobre la planta hotelera en la ciudad es insuficiente, dispersa y poco homogénea, a pesar de lo cual se reportan más de 150 establecimientos de hospedaje, aunque de ellos solo clasifican con categoría turística (3, 4 y 5 estrellas) 25 hoteles, que se encuentran concentrados principalmente en las Zonas Pronaf y Dorada, las cuales contienen prácticamente 90% de la oferta de alojamiento y acogen a los establecimientos de mayor confort y estándares hoteleros. Forman parte del resto de los hoteles con categoría turística apenas dos hoteles en la Zona Centro de la ciudad, la cual se caracteriza por una planta turística deteriorada, de bajos estándares e insuficiente calidad. Las zonas de bares y cantinas se relacionan principalmente con corredores comerciales y turísticos ubicados en diferentes sectores de la ciudad.

En estas áreas turísticas las atracciones más importantes están relacionadas con cinco tipos de comercios y servicios: 1. Centros nocturnos; 2. Restaurantes; 3. Centros comerciales que ofrecen productos con precios diferenciados, pero que contrastan con los que se venden en EE.UU.; 4. Mercados públicos tradicionales; 5. Consultorios médicos, que han desempeñado un papel relevante ya que muchos estadounidenses los buscan debido al precio más barato (Gallegos & López, 2004).

Además de estos elementos de oferta, Gallegos y López (2004) señalan que, como resultado de las relaciones comerciales con EE.UU., las relaciones económicas demandan cada vez más de nuevos espacios de reunión para los actores económicos involucrados en los negocios de ambos países; por lo tanto, los centros de convenciones y la infraestructura hotelera han alcanzado un papel central en esta área fronteriza. En consecuencia, debido a su condición fronteriza, su actividad maquiladora3 y su consiguiente vida industrial, Ciudad Juárez se ha convertido en un lugar para exposiciones, ferias y convenciones (Gallegos & López, 2004).

De tal forma, Ciudad Juárez puede enmarcarse en lo que se denomina como espacio turístico fronterizo o turismo fronterizo, entendido como el desplazamiento temporal de personas fuera de su lugar habitual de residencia a ciudades adyacentes a la línea divisoria entre dos países, originado por razones de ocio, diversión, descanso, salud, negocios, visitas familiares o amistosas, religión, eventos sociales o compras, entre otros, cuya estadía no exceda de un año y que pase al menos una noche en el lugar visitado (Moral Cuadra et al., 2016).

Así, la proximidad de Ciudad Juárez a EE.UU. ha contribuido a la articulación de las actividades económicas de las ciudades adyacentes de ambos países (Juárez-El Paso-Sunland Park), haciéndolas muy estrechas (Limas Hernández & Limas Hernández, 2014a). Para Enriquez Acosta y colaboradores (2015), este turismo fronterizo4 practicado por estadounidenses en el norte de México adquiere algunas características básicas como: a) turismo de fin de semana; b) turismo médico; c) turismo de segunda residencia y turismo de sol y playa (en el caso de la frontera costera). Para estos autores, lo que es común en el turismo fronterizo del norte de México es su dedicación casi exclusiva al mercado estadounidense, al tiempo que el turismo nacional tiene poca relevancia dada la participación económica y el volumen de viajeros. Este turismo fronterizo se distingue por ser practicado por estadounidenses que tienen una estadía corta en las ciudades fronterizas y un gasto dedicado a actividades relacionadas con el entretenimiento, el consumo de artesanías y servicios médicos.

En el contexto económico (y geopolítico) actual entre México y EE.UU. queda claro que Ciudad Juárez termina siendo influenciada por las estructuras socioeconómicas estadunidenses, con la creación, mantenimiento y reproducción de relaciones desiguales, pero funcionales en su territorio. Esta es la lógica fronteriza prevaleciente entre dos naciones económicamente distintas, razón por la cual es importante entender cómo esta dinámica de la movilidad humana se presenta en Ciudad Juárez a través del comportamiento de la dinámica criminal en el tejido urbano de la ciudad. Para este fin, algunos casos empíricos pertinentes de la realidad mexicana son significativos para la comprensión teórica, más allá del contexto del tema del narcotráfico en el país y sus incidencias en la vida económica nacional.


Turismo e inseguridad: algunas vicisitudes presentes en el debate

En esta subsección se presentan algunas reflexiones sobre la realidad mexicana con el objetivo de discutir brevemente sobre cómo el crimen y la violencia urbana pueden significar, y en qué medida pueden condicionar la pérdida de competitividad en los destinos turísticos.

Como preludio es importante señalar que, en México hasta la segunda mitad de la década de 1980, la hegemonía del cartel de Sinaloa aseguró el control de las disputas entre familias productoras, jefes e intermediarios en las numerosas plazas mexicanas de drogas del llamado Triángulo Dorado (Chihuahua, Sinaloa y Durango). El acuerdo con los más altos líderes políticos del país también mantuvo estables ciertos estallidos de violencia con las autoridades. Sin embargo, esta geografía de la actividad criminal cambiaría en 1985; ese año es reconocido como el momento que rompió el “equilibrio” entre los grupos dedicados al tráfico de drogas, un punto de inflexión que dio lugar a la aparición de los cárteles en México (De la Torre & Navarrete Escobedo, 2018).

El entorno regulatorio en que operan los grupos del crimen organizado determina significativamente la dinámica entre ellos. Las tendencias de violencia son, al menos en parte, un reflejo de los esfuerzos antidrogas de México en las últimas dos décadas. Por ejemplo, en la década de 1980, el arresto de uno de los pioneros del tráfico de la cocaína en México, Miguel Ángel Félix Gallardo, y sus asociados en el Cartel de Guadalajara, contribuyeron al comienzo de una nueva era de competición entre las cuatro organizaciones principales del narcotráfico: 1) Cartel de Juárez, 2) Cartel de Tijuana, 3) Cartel de Sinaloa y 4) Cartel del Golfo (Molzahn et al., 2012, p. 23). Este escenario de competición entre los cárteles ha intensificado las disputas territoriales sobre las plazas de producción y comercialización de drogas, donde la violencia es el principal recurso contra los rivales.

García Zamora y Márquez Covarrubias (2013) señalan que la situación empeoró a partir de 2006, comenzando con la llamada guerra contra el narcotráfico por el presidente Felipe Calderón. Además, para dichos autores, en México, desde la década de 1980 se había establecido un modelo neoliberal que causa múltiples consecuencias, entre ellas, una creciente transnacionalización de la economía y de la vida política del país, ya que se establece un modelo de seguridad subordinado a los intereses económicos y geoestratégicos de EE.UU. Para García Zamora y Márquez Covarrubias (2013), entre las observaciones hechas por muchos analistas, destaca la ausencia de críticas estructurales al modelo económico establecido desde 1982, caracterizado por la privatización y la “extranjerización” del país, lo que tiene significado en un proceso creciente de inseguridad humana en términos de aumento de la pobreza, desempleo, trabajo precario e informalidad, cuyo resultado se ha convertido en el desarrollo de la industria del crimen en México. Para los autores, el desempleo, la marginación, la desigualdad, la violencia, la delincuencia, la corrupción y la complicidad gubernamental son las características de la realidad del país, que aplasta a la población, destruye su tejido social y su confianza en las instituciones.

Muggah y colaboradores (2016) también destacan la situación en el país después del gobierno de Calderón. Afirman que México ha experimentado una impresionante escalada de violencia homicida y victimización en la última década. Desde 2006, la violencia se ha cobrado la vida de 120 000 personas, con gran parte de las muertes intencionales concentradas en un pequeño número de estados y municipios. Las grandes y medianas ciudades del norte y el oeste de México han sido testigos de tasas de hasta 150 homicidios por cada 100 000 habitantes; este aumento se debe a la movilización de más de 60 000 soldados por el presidente Calderón, una intensificación de los combates entre cárteles y las operaciones antinarcóticos.

Según la fuente referenciada, los homicidios relacionados con las drogas representaron 73% del total de México en 2011, después de un aumento anual constante de 55% desde 2007. El aumento de las tasas de criminalidad violenta entre 2007 y 2011 se limitó a algunas zonas. En 2011, alrededor de 70% de los homicidios relacionados con drogas ocurrieron en solo ocho de los 32 estados, y 24% en solo cinco ciudades. El estado más violento fue Chihuahua, con Ciudad Juárez tirando de los números. En 2008, el Cártel de Sinaloa declaró la guerra contra su mayor rival, el Cártel de Juárez, en un intento por obtener el control total sobre la zona. En solo un año, el número total de homicidios aumentó en más de 700%: de 192 en 2008 a 1 589 en 2009, y finalmente alcanzó un máximo de 3 766 en 2010. Entre 2009 y 2011 Ciudad Juárez fue considerada la más violenta del mundo, con una tasa de homicidios de 271 por cada 100 000 habitantes. Pocas ciudades simbolizaron una crisis de inseguridad ciudadana tan grave como Juárez (Muggah et al., 2016).

Así, el turismo como práctica social en el país comienza a ser transgredido por las prácticas delictivas del crimen organizado. Por primera vez el turismo mexicano es sensible a esta nueva realidad, que, sin embargo, presenta un hecho importante, prácticamente en el mismo periodo (1990-2006) México se consolidó como una potencia turística mundial (De la Torre & Navarrete Escobedo, 2018). Este hecho sirve de argumentación para mostrar lo difícil que es conjeturar la relación entre el crecimiento económico, el turismo y la delincuencia.5

Para reflexionar y comprender mejor parte de este problema, el trabajo de Lozano Cortes (2016) busca explicar cómo el turismo en Quintana Roo, el principal destino de sol y playa de México, se ve afectado por la inseguridad. Según Lozano Cortes, autoridades, expertos y empresarios turísticos reconocen que existe una percepción negativa de seguridad sobre México que se propaga en los medios de comunicación y que ha afectado al turismo. Se dice en ese estudio que, según datos oficiales, los delitos han aumentado en México, especialmente aquellos con alto impacto relacionado con el crimen organizado, lo que tiene repercusiones en la percepción de inseguridad. Sin embargo, no hay estadísticas sobre los turistas víctimas y ciertamente no parece ser un hecho el que los crímenes contra los turistas a menudo tienen éxito.

Lozano Cortes (2016) considera que algunos temores son producidos y otros son reales. Al respecto, los datos relacionados con la criminalidad muestran que hay un aumento de la inseguridad en el país, pero la percepción del miedo está muy por encima de esta realidad, fenómeno que se ve afectado por múltiples factores, entre ellos las imágenes creadas por los medios de comunicación. Este autor, siguiendo una cierta tradición en estudios sobre delincuencia y turismo, afirma que en el momento de elegir un destino el factor de seguridad resulta ser el más importante para los turistas. Para él, la delincuencia afecta al turismo, especialmente el crimen organizado, el narcotráfico, el secuestro y el tráfico de armas. Los turistas tienen miedo de pasar la noche en un destino donde se sabe, principalmente por los medios de comunicación, de la existencia de hechos violentos.

Además, para Lozano Cortes (2016), la percepción de inseguridad en un destino no se presenta inmediatamente después de la ocurrencia de una infracción grave, ya que la construcción de un destino “inseguro” es un proceso complejo, creado por la difusión de imágenes sensacionalistas que pueden crear pánico social. Aun así, a pesar del aumento en el número de delitos en México, Lozano Cortes señala que faltan datos estadísticos que midan los impactos de la inseguridad sobre la actividad turística.

En tal coyuntura, Lozano Cortes presenta datos de la ciudad de Cancún, donde se observa que 64% de la población dice que se siente insegura. Así, el estado de Quintana Roo, que es el principal destino turístico de México, presenta un aumento de delitos graves que pueden generar una sensación de inseguridad entre los visitantes. Concluye Lozano Cortes (2016) que, a pesar de la falta de datos precisos, los turistas eligen viajar a destinos seguros y confiables, y aquellos que perciben la inseguridad en el lugar o que son víctimas de algún delito, pueden tener su experiencia de viaje afectada y no recomendar el destino.

De la Torre y Navarrete Escobedo (2018), al establecer la relación entre turismo y narcotráfico en México, aportan una reflexión menos causal sobre el problema. Admiten los graves impactos del narcotráfico sobre el turismo mexicano, tanto desde un punto de vista real, como en términos de percepción de inseguridad. Sin embargo, no reflejan una relación causal que implique la ecuación dada por a más violencia, menos turismo. Para ellos, la naturaleza de la relación entre el turismo y el narcotráfico supera la simple ecuación antes citada y requiere un enfoque más complejo.

Señalan De la Torre y Navarrete Escobedo (2018) que no es probable asumir que debido al narcotráfico el turismo en México pueda desaparecer. El turismo buscará nuevos intereses o nichos de mercado que a menudo se unen, paradójicamente, a lugares donde se cometen crímenes de lesa humanidad o a personajes que han actuado en la ilegalidad a través del ejercicio de la violencia, como es hoy el caso de las narcoseries, fruto de una narcocultura mexicana creada como producto. En tal sentido, para estos autores el turismo continuará su desarrollo, por lo que es necesario identificar dos tipos de riesgos: el real y el percibido. El riesgo real de visitar un destino puede ser bajo, mientras que la percepción de inseguridad puede ser alta. En consecuencia, no hay correlación empírica causal entre ambas variables.

Ceron Monroy y Silva Urrutia (2017) afirman que la controversia sobre si hay o no un impacto negativo de la inseguridad sobre el turismo no ha sido capaz de resolverse con argumentos metodológicos sólidos. Para ellos, hay intereses políticos y juegos que conducen a conclusiones equivocadas. Destacan Ceron Monroy y Silva Urrutia (2017) que la inseguridad puede ser una percepción no necesariamente cuantificable y subjetiva, sostenida o no para los turistas, tanto nacionales como internacionales, pero que, dadas las recomendaciones de gobiernos extranjeros6 para visitar a México, puede tener una influencia en la decisión de venir o no al país. Así, en investigación con el sector empresarial, los resultados indican que el interés de viajar a México continúa y que la inseguridad efectivamente tiene un efecto sobre el turismo, pero estas implicaciones son leves para causar una caída drástica en el flujo total. Se hace necesario reconocer entonces por una parte la existencia de un periodo en el que la inseguridad no tendría efecto inmediato en la llegada de los visitantes, y por otra la resiliencia a fomentar para que el turismo pueda crearse frente a la inseguridad.

El estudio de Cervantes Aldana (2016) es aún más enfático. Su objetivo fue encontrar pruebas que demostraran lo que algunos analistas han expresado a menudo, es decir, que la mala imagen de México causa el distanciamiento de las inversiones extranjeras, así como del turismo. Sin embargo, en el referido estudio se señalan pruebas contrarias. Por una parte, a través de un cuestionario en línea se realizó un análisis de la imagen que los extranjeros tenían de México en 2014 y 2015. Los resultados indicaron que el interés de viajar a México mostró una ligera disminución de un año a otro, pero no lo suficiente como para causar una drástica caída del turismo. Por el contrario, las cifras oficiales de la Organización Mundial del Turismo (OMT) sobre turismo indican que México pasó del puesto decimoquinto al décimo en aumento de la demanda. Luego se deduce que, aunque en los últimos años México ha tenido graves eventos delictivos, no han anulado el interés en invertir o visitar el país.

Sánchez Mendoza y Aguilar Macías (2016) presentan los resultados de una investigación de campo realizada con 234 turistas (entre enero y julio de 2013) de nacionalidad mexicana durante sus vacaciones en Mazatlán, Sinaloa, con el objetivo de conocer sus percepciones sobre la imagen del destino turístico en un contexto de inseguridad. Para los autores, aunque la violencia y la inseguridad fueron constantes de 2008 a 2012 y expuestas por los medios de comunicación, lo que hace pensar en un destino inseguro, esto no fue lo observado en los resultados empíricos. Los turistas entrevistados perciben la ciudad segura (74%) y como una bonita ciudad (97%). A la pregunta de si experimentaron algún hecho de inseguridad, solo 6% respondió que sí. Aun así, 62% de la muestra comentó que la violencia generada por el narcotráfico ha cambiado su percepción de seguridad en el destino. Lo que se hace más relevante en el estudio de Sánchez Mendoza y Aguilar Macías (2016) es que 71% de la muestra expresó estar acostumbrada a los hechos de violencia e inseguridad en su lugar de origen. Por lo tanto, se entiende que una parte significativa de los turistas ya están socializados con los mismos hechos de inseguridad en sus lugares de origen, lo cual implica que los turistas que visitaron Mazatlán se han hecho conscientes frente a los actos de violencia que podrían ocurrir.

El mismo entendimiento genérico se ve en el estudio de Peña (2017), en el que, según los expertos en turismo, a pesar de la violencia, Acapulco sigue siendo un icono del turismo tradicional. Cuenta con una amplia infraestructura hotelera y de restaurantes, pero está obligada a generar políticas que den mayor tranquilidad al destino. A pesar de la crisis de seguridad, las inversiones en proyectos turísticos se mantienen en millones de dólares (Peña, 2017).

Flores Gamboa y colaboradores (2019) evalúan el efecto que produce una alerta de viaje sobre el flujo de visitantes estadounidenses y canadienses a un destino turístico mexicano a través de diferentes indicadores turísticos y el número de homicidios registrados entre 2006 y 2016. Las investigaciones han demostrado que hay poca evidencia empírica que demuestre el nivel de influencia de una alerta de viaje en la decisión final del viajero como producto de la inseguridad del destino a visitar. Se notó que es posible demostrar la relación que los homicidios tienen con la ocupación hotelera y el porcentaje de ocupación de turistas nacionales y extranjeros en el puerto turístico de Mazatlán. También la evidencia estadística estableció que este tipo de delito influye moderadamente sobre el flujo de visitantes internacionales al destino, pero no en su permanencia. Así, el estudio cita que en EE.UU. solo 18% de los encuestados subrayó que alteraría por completo sus planes de viaje en respuesta a una advertencia de inseguridad.

Otros estudios, sin embargo, optan por atribuir a la inseguridad un factor explicativo más determinante para las fluctuaciones de la demanda. Enriquez Acosta y colaboradores (2015) dan el ejemplo de Playas de Rosarito (Baja California), una ciudad fronteriza con EE.UU. ubicada en el extremo noroeste de México, junto a San Diego (EE.UU.). Es una ciudad costera donde el turismo del país vecino es dominante y ha sufrido varias transformaciones. Para los autores, Playas de Rosarito se integra con la realidad fronteriza dominada por la economía estadounidense; sin embargo, la vocación turística del lugar se vio afectada durante la primera década de este siglo XXI, lo que sumergió a la ciudad en una gran crisis. Los autores destacan la creciente percepción de inseguridad y miedo que el estadounidense tiene cuando viene a México debido a la guerra contra el narcotráfico y la lucha de los cárteles por la plaza de Tijuana. Además, las medidas de seguridad adoptadas por EE.UU. después del 11 de septiembre, la crisis económica que comenzó en EE.UU. en 2008 y la inseguridad y la violencia en México, han contribuido a crear la imagen negativa de la frontera norte, consecuentemente ha alejado al turista y reducido el llamado turismo de segunda residencia en la ciudad.

Al tener en cuenta los casos anteriores y, como resultado parcial de esta cuestión, se percibe que la literatura que aborda el problema no es consensuada con respecto a la ecuación “más violencia = menos turismo”. Hay muchas cuestiones objetivas y perceptivas que limitan a pensar que la simple expansión de la delincuencia y la inseguridad alejarían al turista. Al considerar los antecedentes sistematizados, algunas suposiciones parecen ser comunes a los estudios consultados. Estas son:

  1. Faltan datos precisos sobre la posible causalidad entre la demanda turística y la delincuencia.
  2. Incluso, con datos precisos sería difícil establecer relaciones directas y menos inexactas para explicar la disminución de la demanda frente al aumento de la violencia y la delincuencia.
  3. Aunque no se ha destacado aquí, actividades como los desastres naturales, el terrorismo y los problemas epidemiológicos parecen tener mucho más efecto sobre la demanda turística, superando el problema de la criminalidad en términos de riesgo inmediato.
  4. El turismo parece adaptarse bastante bien a contextos adversos de inseguridad, al superar límites que en otros mercados serían variables restrictivas (preventivas).
  5. La inseguridad (real o creada) es un factor importante en la elección de un destino turístico, sin embargo, el turista no es un “viajero sin equipaje” para dejar de conocer ciertos destinos debido a actividades criminales que estadísticamente no apuntan al turismo como mira principal (centro de atención).

Dadas estas premisas, la siguiente sección busca entender de qué manera los espacios destinados al turismo en Ciudad Juárez tienen (o pueden tener) una relación directa (o indirecta) con las zonas potencialmente “delictuosas” de la ciudad. Se espera con esta comparación espacial inferir, si bien especulativamente, cómo la inseguridad puede ser un elemento limitante de la sustentabilidad y viabilidad económica/turística en Ciudad Juárez.


Dinámica criminal en Ciudad Juárez: posibles efectos sobre la dinámica socioespacial urbana y probables implicaciones para el turismo

A pesar de las premisas anteriores, es necesario destacar que, para que un destino turístico, fronterizo o no, tenga competitividad y sustentabilidad, es necesario que se cumpla con diferentes requerimientos. Grünewald (2010) indica que la seguridad es una de las principales variables de alta valoración por la demanda y de la competitividad para un destino, junto a la originalidad de la oferta turística, la calidad y el precio. El autor comprende por seguridad turística la protección de la vida, la salud y la integridad física, psicológica y económica de los visitantes, proveedores de servicios y miembros de las comunidades receptoras (Grünewald, 2010). De tal forma, para el autor, la falta de seguridad genera conflictos, choques o luchas con valores y derechos.

En Ciudad Juárez esos conflictos se intensificaron bruscamente, sobre todo, a partir de 2008. Ganzo Olivares y colaboradores (2010) señalan que el problema de la criminalidad en las zonas urbanas de México es una realidad y diversos datos muestran la impotencia por la inseguridad que se produce en el país. Se trata de una cuestión social más amplia, que condena históricamente a los más vulnerables y amplifica las posibilidades de entrar en la economía del crimen. Apuntan estos autores que ha aumentado el riesgo, la inseguridad y las situaciones de peligro que han afectado al turismo mexicano. Esto se refleja en el bajo estímulo turístico y comercial causado desde 2008, debido a las advertencias emitidas por EE.UU., como resultado de la ola de inseguridad experimentada en la frontera norte. Particularmente en Ciudad Juárez el turismo es una de las actividades terciarias de la economía urbana que más ha sido bombardeada por el aumento de la inseguridad en los últimos años (Moreno Murrieta y Maycotte Pansza, 2010).

Para Limas Hernández y Limas Hernández (2014a), la mala popularidad de Ciudad Juárez se expandió en todo el mundo a finales del siglo XX y principios del XXI debido a situaciones muy desfavorables. La ciudad se identificó como el imperio de la impunidad. En la primera década del siglo actual, Ciudad Juárez, fue reconocida en todo el mundo por el aumento excesivo de las estadísticas criminales para hombres y mujeres.

Por lo tanto, pensar en el turismo de Ciudad Juárez requiere mucha atención y cuidado metodológico para poder entender sus condiciones estructurales de desigualdad social, a pesar del dinamismo económico que experimenta la ciudad en la frontera con EE.UU. La lógica fronteriza, en el caso de Ciudad Juárez, termina imponiendo condiciones desiguales y combinadas de desarrollo económico en su territorio, lo cual condiciona relaciones antagónicas en el espacio.

En el caso de Acapulco, Peña (2017) afirma que la pobreza, la exclusión y la desigualdad pintaron el rostro de una ciudad con una enorme población y crecimiento económico. Ciudad Juárez no escapa a esta lógica inherente al capitalismo. Por un lado, hay dependencia funcional con el lado estadounidense, especialmente en relación con las maquiladoras7 y el flujo de personas y capitales del otro lado de la frontera. Esta dependencia funcional permite la modernización de algunas zonas de la ciudad (Zona Dorada y Pronaf), mientras que mantiene desigualdades socioespaciales pasadas, como las presentes en las zonas sur y oeste. Por otro lado, la lógica funcional de dependencia con El Paso (ciudad estadounidense fronteriza) no es suficiente para frenar las desigualdades y asimetrías más profundas que ya existen en el territorio juarense.

La violencia homicida entre 2008 y 2011 batió récords en Ciudad Juárez, lo que puso un sello a la ciudad como una de las más peligrosas del mundo. A pesar del “control” actual de esta violencia homicida, la idea de una ciudad peligrosa persiste. El propio gobierno de EE.UU. recomienda no venir a Ciudad Juárez, lo que termina retroalimentando la idea de que la localidad es poco atractiva y muy insegura para el visitante. Para Bringas Rábago y Verduzco Chávez (2008), el sistema de alerta forma parte de una amplia medida de seguridad nacional en EE.UU. y se ha convertido en un punto de controversia con México. La percepción dominante en EE.UU. es que en la frontera norte de México hay demasiada inseguridad y esto ha dado forma al tono de las recomendaciones hechas a su población para evitar visitar las ciudades fronterizas, o que tengan precauciones si lo hacen.

Esta percepción de inseguridad no se limita a los visitantes extranjeros. También entre los propios juarenses hay una amplia sensación de inseguridad. En un estudio realizado con estudiantes de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez (UACJ) se confirma el simbolismo de esta representación del miedo: 95% de la muestra no considera la ciudad segura, incluido 71% que tiene la percepción de inseguridad distribuida por toda la ciudad sin distinción de áreas (Limas Hernández & Limas Hernández, 2014b).

Vale la pena destacar que la tasa de homicidios en Juárez fue en 2010 de 224 por cada 100 000 habitantes, un nivel muy alto y preocupante. En 2008 la tasa fue de 118; en 2009 fue de 178 y en 2011 fue de 136 (Limas Hernández & Limas Hernández, 2014a). Estas tasas, independientemente del año o la fuente de datos, son extremadamente altas, si se toman en cuenta tanto el nivel aceptable estipulado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) (hasta 10 por cada 100 000 habitantes), como la comparación con otras ciudades también violentas.

Para Gallegos y López (2004), las desigualdades socioeconómicas generadas entre los espacios centrales y periféricos del mundo capitalista se acentúan en la zona fronteriza del norte de México, porque en esta frontera chocan países cuyas situaciones económicas son extremas (Gallegos y López, 2004). Así, la seguridad pública es uno de los problemas más importantes de Ciudad Juárez; los problemas van desde los crímenes causados por la red de narcotráfico que es tejida en la ciudad y los múltiples asesinatos de mujeres juarenses, hasta la falta de agentes de policía en las calles (Gallegos y López, 2004).

Schmidt Nedvedovich y colaboradores (2017), al analizar la violencia a nivel nacional relacionada con el crimen organizado en una investigación que abarca los años de 2011 a 2016, sugieren que la violencia en México tiene un patrón espacial definido, el cual está centrado en áreas críticas que forman regiones con alta incidencia de violencia, especialmente en el norte, noreste y suroeste del país. También sugieren que hay evidencia empírica que demuestra la correlación espacial entre estos territorios de violencia con la producción de drogas y las zonas de tráfico. Los autores sostienen que la delincuencia se centra en los siguientes tres factores: producción, transporte y consumo de drogas, además de la necesidad de generar un vacío territorial para que ciertos intereses se apropien de los espacios, al vincularlos concretamente a la existencia de recursos naturales. En este sentido, destacan la relevancia de los puntos fronterizos que desempeñan un papel central en la distribución de drogas, ya que son el destino y origen de una ruta internacional (tráfico hacia EE.UU.).

Así, para Limas Hernández y Limas Hernández (2014a), Ciudad Juárez es un espacio fronterizo donde las actividades económicas relacionadas con EE.UU., como el contrabando de mercancías, la diversión nocturna y la dinámica de los puentes internacionales, construyeron la historia de la ciudad (Limas Hernández & Limas Hernández, 2014a). Estos autores señalan que la necesidad de estudiar la violencia en el caso de Juárez es particularmente importante, no solo porque es imperativo registrar en diversas esferas la violencia social y de género que ha estado en esta localidad, sino también porque es preocupante la inseguridad, la violencia y los peligros que se ejercen y se multiplican día tras día, dado el marco de ilegalidad e impunidad impermeable desde finales de la década de 2000 (Limas Hernández & Limas Hernández, 2014a).

Muchas desigualdades socioeconómicas se reproducen en territorio juarense, aunque el índice de marginación en Juárez se clasifica como “muy bajo”,8 según estimaciones de Conapo basadas en el Censo de Población y Vivienda 2010 (Conapo, 2011). Sin embargo, hay áreas que concentran una mayor pobreza y, por lo tanto, vulnerabilidad (sur y poniente). Además, es evidente que no existe una relación causa-efecto entre la marginación y la delincuencia, pero la expansión de las desigualdades y las asimetrías de poder terminan incrementando los niveles de actividad criminal, especialmente en los países donde hay lo que está acuñado como narcocultura (México y Colombia, por ejemplo).

Estas desigualdades socioeconómicas pueden evidenciarse territorialmente en el mapa de la marginación (véase la Figura 3). Aunque los últimos datos disponibles son de 2010, las asimetrías espaciales presentes en el territorio se perciben visualmente. Variables como la educación, las condiciones de vivienda y los ingresos se distribuyen de manera desigual en el territorio, donde destacan las zonas oriental y norte con las mejores condiciones de desarrollo humano; las áreas sur y poniente visiblemente se presentan como las de mayor pobreza.

La metodología para estimar el índice de marginación (2010) se construyó sobre la base de la información proporcionada por el Censo de Población y Vivienda 2010, retomando las mismas formas de exclusión consideradas en las estimaciones de los índices de 1990, 2000 y 2005, para el que fueron empleados como fuentes el XI y XII Censos Generales de Población y Vivienda de 1990 y 2000, respectivamente, el II Conteo de Población y Vivienda de 2005 y la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE) de 2005. La metodología considera nueve variables, como el nivel de educación, las condiciones físicas y sanitarias de vivienda, la urbanización y los ingresos (Conapo, 2011).

En la Figura 3 se ilustra la marginación de Ciudad Juárez, refiriéndose al año 2010. Las áreas con el índice de vulnerabilidad más alto (muy alto y alto) son las zonas sur y poniente. Los siguientes datos delictivos mostrarán que no existe una relación espacial exacta entre el crimen y la marginación, ya que en Juárez la dinámica criminal, durante la década en el punto de mira, superó la lógica territorial de la pobreza, pero hay en la correlación de los datos cierta proximidad entre la marginación y las estadísticas criminales.

Figura 3: Grado de marginación (2010) por área geoestadística
Fuente: Elaborado por Javier Omar Campos Gonzalez y João Paulo Bezerra Rodrigues (2019).

En Ciudad Juárez, tomando en consideración datos de 2009, se encontró que la mayoría de las personas afectadas por hechos violentos fueron hombres (9 de 10), quienes tenían entre 20 y 39 años, al tiempo que el arma de fuego fue el principal recurso utilizado (Limas Hernández & Limas Hernández, 2014a). De igual manera, el estudio sobre Acapulco, realizado por Peña (2017), confirma esta tendencia estructural: los hombres jóvenes matan y mueren a causa de conflictos relacionados con la dinámica criminal.

En atención a la zonificación de la espacialidad criminal en Ciudad Juárez, la zona poniente lideró la clasificación (1 en 3 casos), seguida de la zona sur (1 en 4 casos). En tercer lugar, la zona norte (15% de los casos). El oriente estaba en cuarto lugar con menos de 10% de los casos (Limas Hernández & Limas Hernández, 2014a).

Al analizar los datos espacialmente superpuestos sobre la vida económica relevante para el turismo y las zonas más inseguras de la ciudad, y teniendo en cuenta la espacialidad de la planta hotelera instalada en Ciudad Juárez, se verifica en la Figura 4 que los hoteles básicamente se concentran en la parte con el menor índice de marginación. La superposición de las figuras 3 y 4 demuestra que la ubicación de los hoteles en la ciudad se caracteriza por una notable concentración espacial en la parte con marginación muy baja, consecuentemente, la parte con mejores índices de desarrollo humano y menor incidencia por homicidios corresponde a las zonas Pronaf y Dorada.

Figura 4: Mapeo de hoteles por áreas, Ciudad Juárez (2014)
Fuente: Elaborado por Javier Omar Campos Gonzalez y João Paulo Bezerra Rodrigues (2019).

El mismo fenómeno ocurre con la distribución espacial de bares en la ciudad representados en la Figura 5, estos se concentran predominantemente en las áreas con menor índice de marginación y, por lo tanto, más atractivas para recibir inversiones empresariales y visitantes.

Figura 5: Mapeo de bares por áreas, Ciudad Juárez (2014)
Fuente: Elaborado por Javier Omar Campos Gonzalez y João Paulo Bezerra Rodrigues (2019).

Basado en el análisis anterior se comprueba que la vida económica destinada a los visitantes termina centrándose en las zonas menos desiguales de la ciudad, con marginación y estadísticas criminales menos importantes que las del resto de la ciudad. Por lo tanto, parafraseando a Hernández López (2018): “el miedo y la violencia están representados en las zonas fuera de la zona turística”.

La afirmación anterior se puede corroborar mediante el análisis de la Figura 6. En este mapa se superponen las figuras 3, 4 y 5, para indicar que los hoteles y bares no están en las zonas más marginadas (raramente en áreas de marginación media, especialmente los hoteles turísticos).

Figura 6: Mapas superpuestos: marginación, hoteles y bares (Ciudad Juárez)
Fuente: Elaborado por Javier Omar Campos Gonzalez y João Paulo Bezerra Rodrigues (2019).

Hernández López (2018) analiza lo que denomina como “estigmatización espacial”, la cual está dada por el resultado de la familiarización con los mitos cotidianos, y asociada a los productos de información difundidos por los medios de comunicación que los designan como territorios peligrosos. En Ciudad Juárez esta estigmatización espacial es mayor exactamente en las zonas más marginadas, por lo tanto, lejos de las zonas turísticas ya mencionadas.

Con el fin de profundizar en la geografía de la inseguridad del espacio objeto de estudio, Moreno Murrieta y Maycotte Pansza (2010) destacan que Ciudad Juárez experimenta una sensación de inseguridad y miedo a las constantes olas de violencia que se engendran en la parte periférica de la ciudad, en partes del centro y del lado poniente. Los autores perciben la creación de tres zonas de crecimiento urbano y demográfico:

  1. Norte: área más rica, urbana y consolidada que concentra la mayor parte de los servicios de educación, salud y atención social de la ciudad, con poco menos de 20% de la población.
  2. Poniente: concentra poco más de 40% de la población, experimenta marginación con respecto a la infraestructura urbana y social del municipio.
  3. Sur: corresponde a la zona de crecimiento de la ciudad, combina zonas pobres con centros comerciales y fraccionamientos residenciales que corresponden a otros estratos socioeconómicos (Moreno Murrieta y Maycotte Pansza, 2010).

Al detallar esta zonificación, las zonas más afectadas con una marginación alta y media son: surponiente (muy alto en el área roja), norponiente (alto y medio), poniente (alto y medio), y sur y suroriente (medio), en el que ninguna de estas zonas o áreas reúne, significativamente, hoteles o centros de alimentación de interés turístico.

Sin embargo, Morales Cárdenas y colaboradores (2013) precisan que prácticamente toda la ciudad se encuentra al menos en un nivel medio de amenaza por crimen y violencia. Además, se percibe que hay mayor concentración de crímenes y violencia en las zonas del centro y norponiente, las más cercanas a la frontera internacional, y que constituyen a su vez la única gran zona continua con nivel de amenaza alto. Se observa, también, la existencia de una franja subsecuente con nivel medio de amenaza y luego una franja externa o cinturón que abarca las zonas sur y suroriente de la ciudad, donde comienzan a acentuarse algunas áreas de concentración de crimen y violencia.

Respecto a las zonas que presentan niveles bajos de amenaza, Morales Cárdenas y colaboradores (2013) señalan que estas se encuentran localizadas hacia la porción nororiente de la ciudad. Esta área, que coincide con la zona de integración ecológica, es la única zona urbana continua de dimensión considerable que goza de un nivel bajo de inseguridad urbana. En esta se localizan la mayoría de los desarrollos de fraccionamientos de residencia media y alta que coinciden también con las zonas de mayores ingresos de la población y mayor disponibilidad de servicios urbanos; también afirman que la mayoría de las zonas de pobreza coinciden con áreas de nivel medio y alto de amenazas a la seguridad. De esta manera, concluyen que es posible afirmar que hay una correlación entre el nivel alto de vulnerabilidad de la población y el nivel alto de inseguridad urbana en Ciudad Juárez. Sumano Rodríguez (2018) coincide con estos hallazgos, para este autor, la violencia en Ciudad Juárez se concentra en dos extremos de la ciudad: el norponiente y el suroriente. Agrega que en el suroriente el acelerado crecimiento urbano de los últimos años ha generado condiciones propicias para la violencia.

Retomemos la cuestión económica de los servicios, esta tendencia hacia la sectorización en Ciudad Juárez está relacionada con la estructura territorial de los servicios turísticos. Tal especialización de hoteles y bares en las zonas menos desiguales de la ciudad encuentra parte de su lógica explicativa en la realidad de que Ciudad Juárez tiene dependencia fronteriza respecto a El Paso y otras ciudades vecinas de Estados Unidos, para las que la frontera es un importante espacio de diversión. Por ende, en las zonas turísticas juarenses es poco probable que la dinámica criminal afecte estructuralmente a su vida económica; además, es saludable señalar que, según Korstanje (2012), la seguridad del visitante extranjero es una prioridad en los lugares con alta dependencia de la actividad turística.

Llera Pacheco y colaboradores (2012) afirman que las actividades de entretenimiento y ocio destinadas a acercar a los visitantes estadounidenses al lado mexicano han sido fundamentales desde principios de la década de 1990 para el desarrollo económico de las ciudades fronterizas del norte de México, lo que significa que las fronteras territoriales tienen el potencial de producir un crecimiento económico en las regiones locales sobre la base de actividades turísticas y de entretenimiento. En Ciudad Juárez las actividades relacionadas con casinos, restaurantes, clubes nocturnos, carreras de caballos y perros fueron clave para enriquecer la economía local. Por lo tanto, la competitividad económica de las ciudades fronterizas del norte de México se basa en actividades de entretenimiento y turismo.

Así, la región en que se ubican Ciudad Juárez/El Paso ofrece una verdadera perspectiva sobre cómo el turismo y el ocio influyen en el desarrollo. Sin embargo, según Velázquez Vargas (2011), esta realidad sufrió cambios, especialmente entre 2007 y 2011. Después de muchos años de ser considerada como una ciudad con pleno empleo, Juárez se tuvo que cuestionar la viabilidad del modelo exportador, al enfrentar altas tasas de desempleo, además de una crisis de inseguridad sin precedentes en ese periodo. Velázquez Vargas señala que incluso antes de la recesión económica de 2007, Ciudad Juárez tenía fuerte atracción migratoria, altos niveles de inversiones de capital transnacional a través de la industria maquiladora y una fuerte demanda de los estadounidenses en busca de vida nocturna y servicios médicos en Juárez. Con la crisis de la inseguridad en la ciudad y la guerra en bancarrota contra las drogas, parte de los turistas han dejado de visitar la ciudad, las inversiones extranjeras han frenado y muchos negocios vinculados a la vida nocturna y el área médica se cerraron, causando un fuerte desempleo.

Hoy, y especialmente después de 2012, Ciudad Juárez ha experimentado la reanudación de su crecimiento económico y desarrollo urbano. Los homicidios han disminuido progresivamente, especialmente después del cuatrienio 2008-2011. La Figura 7 ilustra la caída de las tasas de homicidios por cada 100 000 habitantes entre 2010 y 2015.

Figura 7: Tasas de homicidios por cada 100 000 habitantes (Ciudad Juárez, 2010-2015)
Fuente: Segob y Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional, 2015.

En consecuencia, se verifica que Ciudad Juárez ha demostrado una fuerte resiliencia urbana ante sus problemas sociales más urgentes. A pesar de la violencia urbana (y la violencia homicida) y la recesión económica principalmente en los años citados (2008-2011), Ciudad Juárez sigue siendo un espacio fronterizo prominente en la vida económica de la frontera norte. Los datos sobre la entrada de turistas en el estado de Chihuahua demuestran esta reestructuración económica y resiliencia urbana ante la violencia (Figura 8).

Figura 8: Llegada de turistas totales a la entidad Chihuahua (2009-2018)
Fuente: https://www.datatur.sectur.gob.mx/ITxEF/ITxEF_CHIH.aspx

Por lo que es necesario, como resultado de este breve estudio, exponer algunas premisas interesantes:

En síntesis, es importante destacar que el turismo ha demostrado una capacidad de adaptación muy dinámica en áreas de vulnerabilidad socioeconómica, lo que implica inferir que la capacidad atractiva de un destino es casi siempre mayor que los límites humanos impuestos a los territorios.


Consideraciones finales

Ciudad Juárez tiene una condición estratégica única debido a su posición fronteriza geográfica con EE.UU. y una vida económica fuertemente ligada a esta dinámica con la ciudad de El Paso (Texas). La dependencia económica con el lado estadounidense se revela en la propia dinámica del paisaje juarense: centro industrial de maquiladoras estadounidenses, hospitales y clínicas médicas con una fuerte clientela estadounidense, casinos, casas de cambio, etcétera, además del tráfico de vehículos que cruzan la frontera todos los días.

La imagen de la ciudad como un lugar peligroso no fue creada al azar. Los datos estadísticos y la evolución histórica de los homicidios y feminicidios en Ciudad Juárez la colocaron en el ranking de las ciudades más violentas del mundo. El cine retrató el drama local en películas como Bordertown (2006) y Sicario (2015), así como en las narcoseries El Chapo (2017) y Narcos: México (2018), ambas de Netflix. El mundo observó a Ciudad Juárez como la “Franja de Gaza” de América Latina y, como consecuencia, las representaciones de la ciudad fueron creadas como un lugar de miedo y violencia.

Hay ciudades realmente peligrosas en términos de crímenes violentos para sus residentes, pero sin impacto cuantitativo en los visitantes. ¿Cuántos turistas son asesinados en el mundo? Muy pocos. En estas ciudades el fenómeno de la delincuencia no afecta en términos estructurales al turismo local. Por otro lado, hay ciudades que solo necesitan un pequeño cambio en la dinámica de la paz local para que algunos turistas se excluyan. Por lo tanto, no existe ninguna relación causa-efecto, se sabe que la seguridad pública es una cuestión fundamental para la viabilidad económica del turismo, pero no hay manera de determinar cómo se comportarán ciertas variables aumentando o reduciendo los niveles de criminalidad.

Entre 2008 y 2011, Ciudad Juárez tuvo su momento más dramático relacionado con el narcotráfico y la mortalidad de sus ciudadanos por las manos de la economía criminal. Hoy en día, la ciudad experimenta tasas “aceptables” de homicidios para América Latina, aunque mucho más altas de lo esperado por la OMS.

La vida económica derivada del flujo de visitantes en la ciudad ha sido reestructurada, especialmente después de 2012, y hoy Juárez ha reanudado su crecimiento económico y reestructuración urbana. A pesar de esto, todavía persiste su imagen como una ciudad peligrosa.

Los mapas presentados en este artículo, a pesar del retraso temporal de los datos, muestran que los espacios destinados al turismo no se encuentran en las zonas más pobres y peligrosas de la ciudad, lo que implica que el visitante corre muy poco riesgo real, si no sobrepasa la dinámica de la zona de comodidad de los territorios turísticos.

Además, no es estratégico para el narcotráfico que haya acciones contra la vida de los extranjeros, especialmente los estadounidenses. Del mismo modo, el turista medio reconoce que la lógica del crimen urbano es diferente a la lógica del terrorismo; el primero requiere silencio y discreción para ser reproducido, el segundo, se impone a través de la búsqueda del terror y, en este caso, busca ser centro de atención. Puede ser una declaración muy especulativa todavía, pero parece ser real que el terrorismo, el presagio de desastres naturales y los brotes de epidemias (la actual pandemia de COVID-19 demuestra esta afirmación) tienen un efecto mucho más inmediato en la demanda turística que la dinámica criminal cotidiana. En otras palabras, el turista no es el objetivo central de la violencia letal intencional (homicidio), pero es mucho más víctima de la dinámica patrimonial de robos y hurtos.

Es oportuno volver a puntualizar que, en Ciudad Juárez, hay muchas más representaciones de miedo e inseguridad que una amenaza real para los turistas que, se sabe, difícilmente saldrán de la zona de comodidad de las áreas Pronaf, Dorada y algunos espacios del centro histórico.

Aunque este estudio no tiene un carácter prescriptivo destinado a proponer acciones de planificación y gestión turísticas, se deduce que una política de seguridad para el turismo debe ser ante todo una política de seguridad para los residentes. En el caso de Ciudad Juárez se necesitan grandes inversiones en inteligencia policial; inversiones en tecnologías de la información aplicadas a la seguridad pública; creación de una base de datos integrada con los policías; estudio y cartografía continua de todos los delitos cometidos en el territorio juarense; llevar a cabo investigaciones de victimización con la población local y también con los visitantes; la creación de un Consejo Municipal de Turismo, incluidos mecanismos de participación popular destinados a solucionar las cuestiones de seguridad pública con la participación de las autoridades policiales; y, sobre todo, una política urbana que minimice las desigualdades preexistentes en la ciudad, a fin de permitir que la educación y la cultura sean instrumentos de abandono (o no ingreso) de la vida criminal.


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Notas

1 El artículo resulta de la investigación postdoctoral (2018-2019) realizada en el Programa de Turismo del Departamento de Ciencias Administrativas de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez (UACJ, México), en cooperación con la Universidad del Estado de Río Grande del Norte (UERN, Brasil).

2 Menor cotización de moneda del peso mexicano frente al dólar estadounidense, mayor permisividad para menores estadounidenses en ciertas actividades, mayor laxitud de la ley mexicana para algunas empresas, etcétera (Gallegos & López, 2004).

3 Se considera como “establecimiento maquilador” a:

aquella unidad económica que realiza una parte de la producción de un artículo, por lo regular de ensamblado, la cual se encuentra en territorio nacional y que mediante un contrato se compromete con una empresa matriz, ubicada en el extranjero, a realizar un proceso industrial o de servicio destinado a transformar, elaborar o reparar mercancías de procedencia extranjera, para lo cual importa temporalmente partes, piezas y componentes, los cuales una vez transformados son exportados (Pequeño Rodríguez, 2015, p. 24).

4 Vale la pena señalar que este turismo fronterizo comenzó con la aplicación de la ley seca en EE.UU. durante las tres primeras décadas del siglo XX. Con esto, favoreció la aparición de Tijuana, contigua a California, y consolidó a Ciudad Juárez, contigua a Texas, siendo hoy las ciudades más pobladas de la frontera norte (Enriquez Acosta et al., 2015).

5 Es necesario limitar la idea tradicional de que la violencia y la delincuencia son causadas por la pobreza. Contrariamente a esta idea simplista existe un vínculo directo entre la delincuencia y el crecimiento económico (Romero Ortiz et al., 2013).

6 El estudio de Sánchez Mendoza y Barbosa Jasso (2017) pone de relieve este problema en relación con Estados Unidos. Advertencias de viaje (travel warning) son emitidas por el gobierno estadunidense para guiar al turista a limitarse solo a las zonas turísticas, evitar viajar fuera de las carreteras de peaje y actuar con precaución a altas horas de la noche y temprano en la mañana.

7 Cabe destacar la importancia del sector industrial para Ciudad Juárez, ya que las industrias manufactureras son el sector más importante del estado de Chihuahua (Inegi, 2016).

8 9 553, en escala de 0 a 100 (estimaciones del Conapo con base en Inegi, Censo de Población y Vivienda 2010), (Conapo, 2011).


Jean Henrique Costa
Brasileño. Doctor en Ciencias Sociales. Profesor de la Universidade do Estado do Rio Grande do Norte (UERN). Profesor del Programa de Posgrado en Ciencias Sociales y Humanidades (PPGCISH/UERN). Fundador y editor de laRevista Turismo Estudos e Práticas (RTEP/UERN). Líneas de investigación: turismo, seguridad y criminalidad. Publicación reciente: Costa, J. H. & González, M. R. (2019). Criminalidade, segurança pública e sustentabilidade em destinos turísticos: ensaio exploratório acerca da produção acadêmica brasileira (2004-2018). Revista Marketing & Tourism Review, 4(1). https://doi.org/10.29149/mtr.v4i1.5510

Manuel Ramón González Herrera
Mexicano. Doctor en Ciencias Geográficas por la Universidad de la Habana y la Universidad de Alcalá de Madrid. Profesor Investigador del Programa de Licenciatura en Turismo y del Doctorado en Administración de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez (UACJ), México, y Profesor del Máster en Empresas Turísticas de la Universidad de Alcalá de Madrid, España. Líneas de investigación: gestión del turismo sustentable. Publicación reciente: González Herrera, M. R. et al. (2019). Local Concern for Sustainable Tourism Development: San Juan de Los Remedios, Cuba. Current Urban Studies, 7, 289-310. https://doi.org/10.4236/cus.2019.73014



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