Artículos y ensayos Estudios Fronterizos, vol. 2, núm. 3, 2001, 63-90

Región y globalización: El problema de la identidad

 

Raúl Balbuena Bello*

 

* Maestría en Ciencias Sociales Aplicadas, Instituto de Investigaciones Sociales-Universidad Autónoma de Baja California. Correo electrónico: balbuena@faro.ens.uabc.mx

 

Resumen

En este documento se presenta una reflexión sobre la relación que se establece entre región, globalización e identidad. Partiendo de una interpretación en cuanto a identidad se refiere, el objetivo aquí, es mostrar que el proceso de globalización en tanto dominante, no tiende a desaparecer a la región, antes bien, la reafirma. Procesos financieros y productivos sostenidos a través de los lineamientos de la libre competencia aparecen como elementos que van a caracterizar más profundamente el proceso de regionalización. En lo que al caso de nuestro territorio hace, la frontera norte es un ejemplo claro de lo que la región representa en el proceso de globalización. La identidad regional no subyace a la globalización, la frontera norte así lo manifiesta, los procesos laborales y la cercanía con el país más poderoso del mundo representa una enorme ventaja para los intereses del capital privado transnacional que llegan a establecer sus empresas a lo largo de la frontera norte. Así pues, el norte del país se enfunda en una identidad especial a partir de exigencias globalizantes. Es entonces que la región y la globalización aparecen en este documento como un problema de la identidad (o de identidades si se requiere).

 

Abstract

Region, globalization and identity are the central elements in this document. To starting the interpretation of identity, I shows that the globalization process, even though is the dominant process, doesn't make desappear the region, but it reaffirm it. Financial and productive processes sustained through the limits of the free competition appear as the elements that will characterize the regionalism process more deeply. The north frontier is a clear example of what the region represents in the globalization process. The regional identity doesn't underlie to the globalization, the north frontier, the labor processes and its proximity to the most powerful country of the world represents an enormous advantage for the interests of the transnational enterprises when some companies establishing its along the north frontier. Therefore, the region and the globalization appear as a problem of the identity (or of identities if it is required in this document).

 

Introducción

Para el desarrollo de este ensayo partiremos de una pregunta importante, ¿cuál es la relación que podríamos encontrar en los siguientes tres supuestos: región, globalización e identidad? La hipótesis que aquí sugerimos nos permite apostar que existe una amplia y profunda relación entre identidad, región y globalización. En este sentido, se sostendrá que el proceso de globalización, contrariamente a lo que pudiera suponerse, no destruye la identidad regional, sino que actúa sobre ella y supone una afirmación de la identidad frente a la visión totalitaria.

Es importante, por tanto, poner en claro lo siguiente: Una identidad puede ser vista teóricamente desde diferentes ópticas. Abordar el tema desde el punto de vista social significa entablar una dialéctica con un sinnúmero de elementos convergentes que edifican una identidad. Sin embargo, nos encontraríamos en un riesgo latente, puesto que esta tarea únicamente nos llevaría a la constitución de una identidad social, por lo tanto particular, y a su vez delimitada en su propia erección y justificación. En este sentido, la constitución de una identidad ideológica respondería mejor a los entramados de los procesos históricos y económicos que dan sentido a una identidad regional y nos permite contextualizarla dentro de los procesos de globalización.

Esto nos lleva al planteamiento del objetivo en este ensayo y que apuntaremos inicialmente como interrogante: En el contexto de la globalización, ¿qué pasa con las regiones?

Bajo esta perspectiva, la identidad nos permitirá explicar algunos procesos relacionados con la regionalización y la globalización, como elemento central de discusión.

Sin embargo, hablar sobre identidad nos lleva a otra pregunta esencial que tendremos que responder antes de entrar de lleno al análisis del regionalismo en la globalización: ¿Cómo se constituye una identidad? Y de manera más precisa, ¿cómo se construye una identidad en el plano ideológico?

Es así como iniciaremos con algunos postulados básicos que nos ayudarán a comprender este proceso mediante el cual se construye una identidad en el plano ideológico. Sin embargo, cómo se instituye o se "institucionaliza" una identidad es un proceso interesante que merece un análisis aparte, por lo que no nos ocuparemos de ello en este escrito. Aquí solamente llegaremos hasta lo que es el proceso de "edificación" identitaria, para luego analizar su presencia y su relación con los procesos de regionalización y su participación en el contexto de la globalización.

En este sentido, las proposiciones provenientes del análisis antropológico o sociológico solamente se ocupan de la identidad "constituida" bajo parámetros culturales y comportamientos cotidianos que giran o se explican en relación con el mundo de las expectativas sujetales. Además, tienen lugar más en el mundo de las interacciones sociales que en las simbólicas. Esto nos llevaría a considerar un plano de acción de las identidades muy reducido y no se referiría a la construcción simbólica-ideológica que nos interesa sobresaltar en este ejercicio. Es decir, estaríamos hablando de una identidad social (en las colectividades), y no de una "identidad económica" (como modelo). Aquí es fundamental aclarar que estos dos "tipos" de identidades no son exclusivas o excluyentes la una de la otra, al contrario, puede llegar un punto — como veremos— en el que ambas parecen complementarse. Aún más, la identidad desde este punto de vista propone una visión solamente en el ámbito social pero no explica los fundamentos sobre los cuales se "amarra" la identidad.

En resumen, y particularizando más el objetivo: es el proceso ideológico el que emite los parámetros sobre los cuales se crea una identidad y se "materializa" mediante un "sincronismo" discursivo; es decir, la identidad, al tiempo que se crea en lo "inmaterial", se constituye en lo "material", a través de lo que Zizek (1992) denomina el "acolchado discursivo".

En ese aspecto es significativo apoyarnos en proposiciones provenientes del psicoanálisis clásico, en la proposición lacaniana de la identidad y el significante o point de capiton sobre el cual se sostiene parte fundamental del ensayo. Pero también será significativo partir de una de las más interesantes proposiciones sobre identidad provenientes del interaccionismo simbólico que nos permitirá ver la relación entre la identidad social y la identidad ideológica: la propuesta de Erving Goffman (1968), en su obra titulada Estigma. La identidad deteriorada.

Una vez establecido el problema de la identidad, lo siguiente es realizar algunas reflexiones sobre el comportamiento de la identidad regional en el contexto global. Finalmente, se elabora un breve análisis sobre la identidad de la región norte del país. Así pues, el objetivo fundamental de este escrito es reparar un poco sobre dos cosas: 1) analizar el comportamiento regional en un contexto global, y 2) analizar el comportamiento de la identidad regional en la zona norte del país en su relación hacia el exterior y hacia el interior.

 

Sobre la identidad

Sobre la construcción de una identidad podríamos recurrir a explicaciones o posiciones/propuestas provenientes de la sociología o la antropología, pero por situaciones a las que ya hemos hecho alusión, lo más pertinente es comenzar con las proposiciones lacanianas en la interpretación de Zizek.

Parece ser que los "dilemas" de la identidad en el contexto de la globalización tienden a la recurrencia en un sólo sentido: la dualidad: nacionalismo e identidad; Estado e identidad; sujetos e identidad, etcétera. Los niveles sobre los cuales se "mueve" el concepto mismo representa la facultad de la ubicuidad y la transgresión. Sin embargo, el binomio identidad... "n", presenta siempre una complementación entre la totalidad y la otredad; la exclusión y la inclusión. De igual forma, toda manifestación identitaria guarda también especial relación con un "centro" emisor encargado de estructurar y dotar de "personalidad" a la identidad. La identidad no podría explicarse a sí misma sin la edificación-constitución de un núcleo capaz de elaborar-reelaborar códigos simbólicos y culturales; es decir, un núcleo específicamente organizador y "dotador" de sentido a la unión de las convergencias mediante las cuales se "formaliza" la identidad.

Si entendemos que socialmente somos resultado de una serie de acciones y relaciones específicas, entonces el mundo en el que nos desarrollamos y relacionamos no resulta ser más que una construcción simbólico-social. En este sentido, todo lo que podemos y hemos realizado como sujetos, es una estructuración entre lo simbólico y lo social. Y esta estructuración da sentido a una realidad que nos capacita y nos dota de una identidad social virtual.1 Es, en esa identidad social virtual, donde se fundamenta y se concretan las diferencias y los estigmas. La proposición de Goffman a este respecto es muy simple. Cuando habla sobre la concepción-constitución de esta identidad social virtual puede conducirnos a una discusión ontológica: si cada uno de los individuos, por sí solos, presentan características personales particulares (y en donde estas particularidades conforman una identidad social-virtual), esta identidad a la que Goffman se refiere solamente está respondiendo a un contexto social que puede explicar perfectamente su acontecer en el mismo espacio de lo público y, por lo tanto, responder a una multiplicidad de objetivos especiales y propios del mismo plano, sin embargo, no respondería de la misma forma en el plano de lo ideológico. Incluso, parecería que en esa identidad social, bastarían algunas variaciones en los planes de acción para que tal identidad comenzara a experimentar cambios y, tal vez, experimentar, como consecuencia, su fragmentación (de esta forma es como pueden entenderse aquellas identidades que se formulan a partir de ciertas condiciones partidistas). De esta manera, lo que tendríamos es una convergencia de ciertas particularidades en donde se concreta una posibilidad de identidad; es decir, de la constitución de una identidad social.

Sin embargo, esto no está del todo alejado de nuestra intención de encontrar la forma en cómo se construye la identidad en el plano ideológico, por lo menos en la convergencia de las particularidades. En este punto hay que centrar nuestra atención sobre esa convergencia.

Regresando un poco al interaccionismo simbólico, lo que Goffman propone es que más allá de la atribución o imputación de características específicas que se hacen sobre el sujeto, se encuentran aquellos otros atributos que, "según pueden demostrarse", le pertenecen al individuo propiamente, esto es, la identidad social real. Ambas, identidad social virtual e identidad social real, son constitutivas de una "identidad" superior que subsume a las dos anteriores. Aquí se encuentra el punto interesante en la constitución identitaria y que se resume en la siguiente pregunta: ¿Cómo se logra estructurar esta diversidad de atributos y características específicas para conformar un todo más estructurado y/o más complejizado? Más claramente: ¿Cómo se significa a sí misma una identidad?

Es imposible, en este sentido, escapar al sentido ideológico que, finalmente, no sólo constituye a una identidad sino que la valida, le brinda especificidad y "funcionalidad", la justifica.

Antes hablábamos sobre el mundo social como resultado de una estructura entre lo simbólico y lo social.2 Si se da por sentado que existe una clara diferenciación entre ambos espacios, podemos contextualizar el proceso de constitución identitaria en un mundo simbólico, y esto nos dota de grandes posibilidades para comenzar a respondernos la pregunta esencial en este apartado: ¿Cómo se crea una identidad en el plano ideológico?

Zizek dice que existe un "plano" en el cual una identidad se crea y se sostiene sobre un "cúmulo de significantes flotantes". Éstos son elementos que se encuentran "flotando" en un espacio o dimensión que rebasan la tangibilidad. En tanto protoideológicos, ese cúmulo de significantes permanece alejado del mundo real-concreto, por lo tanto, son intangibles, inalcanzables e irrealizables. Sin embargo, el cúmulo puede y tiende a la convergencia en tanto existe un elemento capaz de significarles y, a la vez, proporcionarles la justificación que les dota de sentido. Esto es a lo que Zizek llama "el punto nodal" o "point de capition" lacaniano: "el cúmulo de significantes flotantes, de elementos protoideológicos, se estructura en un campo unificado mediante la intervención de un determinado punto nodal (el point de capition lacaniano) que los acolcha, detiene su deslizamiento y fija su significado" (Zizek, 1992:125).

Aquí lo importante es no perder de vista un elemento básico: el point de capition que sirve de "acolchado", puesto que es a partir de él que se estructura el proceso explicativo y de sentido en la construcción ideológica de la identidad en Zizek.

De esta forma, pues, una identidad va más allá de la pura y simple convergencia de características especiales, incluso de un conjunto de atribuciones especiales. La identidad se explica por la existencia de un "significante padre", de un point de capition capaz de significar a todo un conjunto de significados "inespecíficos" y girar, así, hacia la especificidad identitaria.

En este sentido, tendríamos que una identidad —más allá de la "aglutinación" de rasgos específicos como el color de piel, la orientación sexual, los procesos económicos, empresariales o los relacionados con "lo nacional"— dotaría de sentido a las especificidades en tanto lo simbólico provee un peso especial a la acción de las colectividades. Esto explicaría, de alguna forma, la constitución de las "pluridentidades", como los acontecimientos de 1968, las manifestaciones homosexuales masculinas y femeninas e, incluso, las alianzas partidistas.

Expliquemos un poco más: el acolchado de Zizek sobre el cual se "significan los significantes", no es aquel inherente a una atribución especialmente "concreta", antes bien al contrario, es la característica "significativa" que organiza y justifica a la "unidad" identitaria. El acolchado, por ejemplo, en la lógica del sistema de producción capitalista, no es otra cosa que el capitalismo propio. En términos de Zizek, es "aquello que está en el objeto más que el objeto mismo", y en ese sentido el acolchado en este caso, dota de sentido al significante capitalista al tiempo que otorga otro "sentido" al significante obrero. Éstos, a su vez, únicamente forman concepciones propias en el marco del acolchado del capitalismo. Finalmente, este acolchado forma parte de otro que le desborda.

Sin embargo, parece que lo esencial del acolchado es que no sólo dota de sentido a los significantes sino que, al tiempo que es capaz de esta "transferencia", permite constituir una identidad empresarial y una identidad obrera; éstos, en función de otro significante padre, instituyen una identidad capitalista.

Como resultado y siguiendo a Zizek, la identidad no sería una construcción "concreta". La identidad se funda en la "inconcretud" ideológica, en el mundo de lo significante, en el espacio de lo simbólico.

Ahora bien, en un mismo contexto como el de la globalización, ¿cómo se manifiesta una relación entre points de capition diferentes? Es decir, ¿cómo se comportan las identidades?

Antes de avanzar, convendría hacer una última reflexión sobre una cuestión que es importante analizar: ¿Cómo se "concretiza" lo "inconcretizable"? De forma más simple ¿cómo logra manifestarse una identidad?

Según Zizek, existe un "plus"3 mediante el cual aquello que es simbólico determina la configuración "funcional" de la identidad. Este plus no es otra cosa que las formas discursivas mediante las cuales la identidad toma sentido y se dirige a la concretud de las acciones. De esta forma, el discurso es el elemento capaz de conectar al mismo tiempo el campo ideológico (de la identidad) y el mundo de lo real-concreto. De esta forma, existiría una retroacción entre lo significante y lo concreto capaz de traducirse en una identidad específica, en la identidad misma.

Ejemplificando los postulados de Zizek, la lógica capitalista funciona bajo un postulado básico: la propiedad privada, y, en este sentido, el pensamiento-discurso sobre "productividad" es indispensable para el éxito empresarial y para la sobrevivencia obrera. Sin embargo, el "espectro" empresarial sólo se significa bajo los parámetros específicos provenientes del discurso de productividad-hegemonía y sobre las relaciones de poder. La segmentación y saturación de los mercados de consumo, la transformación de los modelos de producción (fundamentalmente a nivel obrero-patronal) y las grandes organizaciones, entretejen una nueva unión y una dimensión compleja de relaciones económicas. Las reestructuraciones en los espacios laborales y la división espacial del trabajo advierten el resquebrajamiento de los límites territoriales económicos sobre lo que posteriormente se va a sostener el sistema de redes contemporáneo4 que actualmente predomina en la economía mundial (Gaudemar, 1979). Aquí, la jerarquía aparecería como una concentración de flujos informativos, como una policomputación (Morín, 1988) capaz de cubrir todas las posibilidades de producción, incluidas la organización, estructuraciones y reestructuraciones del espacio físico y de las diferentes dimensiones de la vida social: trabajo, cultura, etcétera.

 

Sobre la identidad y el acontecer histórico-económico

Podemos decir, en términos escuetos, que el proceso de globalización se presenta ante nosotros como el "ambiente" en el cual la evolución política, científica, tecnológica y económica, prácticamente han transformado el sentido del espacio, de la frontera y de la movilidad. Es decir, desde un punto de vista muy particular, ha dotado de capacidad transformadora a todo nuestro concreto-real, en donde la capacidad de utilización (diversificación) tecnológica se presenta como el elemento específico sobre el cual la información fluctúa de tal manera que "agiliza" los procesos de comunicación, por lo tanto, también los de decisión, así como los de organización. Bajo estas condiciones sería prudente preguntarnos: ¿Qué ha pasado con las regiones?

Por otro lado, parece ser que una vez que las fluctuaciones de capitales y las mercancías rebasan el modelo geográfico de movilidad terrestre-marítimo-aéreo, en el medio de las relaciones productivas y comerciales se presenta el epifenómeno de la información. De esta forma, y como bien señala Bordieu (1991), "lo que estaba alejado se acerca".

Durante el esplendor de la circulación de las mercancías por las vías terrestres o marítimas (léase mercantilismo), las grandes distancias presentaban tanto ventajas como ciertas dificultades que entorpecían el intercambio. Las ventajas, por supuesto, se pueden explicar mediante el propio proceso de intercambio: la creación de grandes centros que emiten estilos de vida, de servicios y de infraestructura que caracterizan a las ciudades comerciales. Por otro lado y al mismo tiempo, se conformaban rutas específicas de comercio a ultramar que permitían el intercambio entre regiones y, en este sentido, la especificidad sobre la "necesidad" de establecer fronteras respondía a dos cuestiones básicas:

Por un lado, a la construcción de una identidad nacional y, por el otro, a una construcción identitaria empresarial-comercial. De hecho, lo que Smith (tal vez inintencionalmente) estaba haciendo con su Riqueza de las Naciones, era iniciar la constitución de una identidad nación: si la riqueza no proviene propiamente del campo sino, por el contrario, del intercambio comercial, entonces habría que sentar las bases propias para lograr el "entarimado" ideológico que sostendría tal proposición identitaria. De esta forma, el plus metafórico se articula en torno a las condiciones de existencia propias de la época; es decir, el discurso se elabora y tiene sentido en tanto existe una clase de "emprendedores" con intereses u objetivos específicos que van más allá de la simple acumulación.

En este sentido, la "riqueza de una nación" funciona como el uno lacaniano capaz de significar los procesos simbólicos; es decir, orientarlos en la consecución específica del objeto-deseo: la riqueza misma.

Los procesos de industrialización se muestran al mundo como una ambigüedad5 utilitaria en los procesos productivos que, por sobre otras cosas, agiliza y divide el trabajo en la esfera de la producción. En este contexto, las observaciones marxistas identifican el proceso del desarrollo capitalista como una determinación del devenir histórico que tendrá que culminar con su propia desaparición en la emergencia del comunismo. Marx percibe el proceso de trabajo como aquél que encarna en sí mismo la producción del excedente que escapa a la posesión del productor directo; de esta forma, el remanente proveniente del proceso productivo es una de las condiciones básicas del capitalismo al igual que la propiedad privada y la circularidad de la tierra. Así, Marx percibe claramente que la plusvalía y la renta no son estáticos, sino que permanecen variables en el desarrollo histórico.

Por otro lado, sobre las bases teóricas del marxismo, Lenin explica la necesidad de "un enorme ejército de obreros" funcionales a los fines objetivos de la lógica capitalista.

Es más que significativo que este enorme ejército de obreros presentaran más similitudes que diferencias en sus estilos de vida: las manifestaciones obreras y los despidos masivos estructuran y direccionan los estilos de vida hacia la consolidación de la colectividad, la cual, irónicamente, debe su existencia a una dialéctica proveniente de una estructura jerárquica totalmente polarizada. Aquí la concentración del poder permite no sólo el control sobre los medios de producción, sino que, al entretejerse en las relaciones sociales, domina también la vida cotidiana.

En otro sentido, los grandes avances del industrialismo, las grandes producciones (extensivas), poco a poco van delineando las nuevas formas de producción-intercambio. El avance de los sistemas de intercambio da un gran salto con la transportación aérea.

Así, mientras el Estado nación partía de la constitución de territorios específicos y espaciales capaces de responder a las reglas de la oferta y la demanda para incrementar su riqueza, los progresos industriales ciertamente reforzaban esos territorios pero tendían también a agotarlos. Por ello, no es accidental que después de la segunda guerra mundial se produzca una apertura de las economías, sobre todo de las llamadas de primer mundo. Pero, al mismo tiempo, se generaron grandes procesos productivos que, a su vez, generan un elemento distintivo que ha de permanecer cada vez con mayor fuerza en los procesos históricos económicos: competencia-productividad-diversidad, que a su vez, responderá a otra determinación del sistema capitalista: la fragmentación de los mercados.

 

¿Y las regiones?

Aquí, volvemos a retomar la pregunta que dejamos pendiente: ¿Qué pasa con las regiones? Mejor aún: ¿Qué pasa con la identidad-región en la globalización?

Como señala Anderson (1997), una frontera es lo que representa y es constantemente modificada por el propio proceder humano, que también lo influencia, delimita y define. Esta definición parece acertada, sobre todo si aceptamos que los regionalismos se encuentran delimitados geográficamente. De ahí la pertinencia de hablar sobre regiones económicas, además de que los propios episodios históricos-económicos han agotado o han permitido que el horizonte sobre las determinaciones territoriales pierdan validez, puesto que los intercambios —que a su vez han experimentado una evolución de lo mercantil a lo informacional— tienden a disminuir las delimitaciones geográficas regionales. Es decir, bajo el contexto de la globalización, la región pierde cierta delimitación, sin embargo, esto no le permite escapar a sus determinaciones territoriales.

De hecho, lo que la globalización significa es lo que la posesión de la información permite, y en este aspecto, el poder también se transforma; es decir, el poder también muestra diversidad y adaptabilidad, por lo que: el poder ya no es entendido como un "oligopolio territorial". En el plano de la globalización, el poder (objeto-deseo inalcanzable) es accesible en tanto esa accesibilidad se adscribe, fundamentalmente, a los avances informáticos-computacionales, y así, la diada poder-información puede funcionar como un bucle recursivo: información-poder.

Así, el discurso (plus metafórico) tendrá que ser capaz ya no de lo significativo, pues el plus metafórico ya no es uno solo en un contexto en el que la información permite la diversificación, sino que formaliza los lineamientos del poder y permite la interacción entre diferentes cotos de poder. De esta forma, el uno lacaniano puede ser al mismo tiempo compatible con otros unos lacanianos, puesto que "lo característico de los elementos globalizados [...] es que están separados de una organización social particular [...] esta separación de las redes y las colectividades... hace que sólo vivamos juntos en la medida en que hacemos los mismos gestos y utilizamos los mismos objetos" (Touraine, 1997:9). Esto, por supuesto, no se aleja mucho de la "sospecha" marxista sobre la alienación del ser humano. Sin embargo, la característica del contexto contemporáneo estriba en el reconocimiento hacia las particularidades y las independencias, que pueden ser autorreconocidas en tanto son capaces de agruparse hacia "la gran significancia" de "lo particular". Ahí se enfrenta a la generalidad a la vez que la complementa dejando entrever esa separación de redes y colectividades. Así, la identidad regional se presenta como el gran paradigma de la contemporaneidad, como la gran contradicción del sistema global. Esto nos llevaría a la paradoja que titula el siguiente apartado.

 

¿Han desaparecido las identidades regionales?

Hemos visto que el plus metafórico es el elemento central que materializa el mundo significante de una identidad. De esta forma podemos, sin mayores pretensiones, observar que las distintas fases económicas históricas tienden a edificar y fortalecer este plus metafórico que amalgama una ideología específica sobre las bases sujetales, así, Marx realmente "edifica" una identidad obrero-empresarial en una concepción del propio capitalismo sobre una base discursiva específica.

"Obreros del mundo uníos" es la consecución de una construcción identitaria global; es una construcción de innumerables expresiones identitarias sobre regiones económicas específicas que les dota de individualidad al mismo tiempo que les transfiere independencia. Sin embargo, las identidades regionales no se forman a través de un discurso emitido por las fuerzas económicas del propio sistema, sino por las "unidades" que conforman todo el sistema productivo. Puesto que la ideología proveniente del discurso de estas "unidades" supone la diferencia de estilos particulares, también nos habla de regionalismos específicos. Al mismo tiempo, supone una pertenencia, un sentido de inclusión a una realidad que se clarifica a partir de un significante padre: lo regional.

Por último, la identidad regional cobra mayor sentido en un contexto de diversidad productiva y de formas específicas de competencia. De esta manera, el discurso proveniente del proceso de globalización (sustentado en conceptos como diversidad, información y productividad) no produce la desaparición de los regionalismos sino, al contrario, los dispensa y los reafirma. En el mismo sentido en que afirma una inclusión en los lineamientos de los procesos productivos, también promueve la "individualidad"—no sólo subjetiva sino regional— de identidades específicas. Es el horizonte trazado mediante la productividad por medio del cual las regiones se crean y se confirman gracias al ciclo: competencia-productividad-diversidad, creando otro más específico y que sustenta no sólo la actuación de la región sino de la globalización misma: información-poder-inclusión al proceso mundial productivo-decisión-resultado.

Así pues, la identidad regional funciona como un "órgano" interno que brinda mayor funcionalidad a las implicaciones productivas del sistema mundial capitalista (uno lacaniano). Es sobre la misma lógica sobre la que descansa la identidad sujetal (exclusión) y colectiva (inclusión) de la región en un contexto de globalización en donde la distribución de actividades ya no puede ser sustentada en las propiedades territoriales, y solamente puede ser entendida en términos de costos de transacción y productividad. De ahí que el discurso sobre productividad se oriente hacia la maximización de recursos sobre una base ideológica que promueve una identidad competitiva y asimétrica6 nacional, global o regional. En este sentido, el discurso toma validez en tanto supone las expectativas de las clases dominantes poseedoras de la información necesaria para intervenir en las decisiones económicas mundiales. Sin embargo, puesto que la accesibilidad a la información es relativamente amplia, quienes acceden a ella no forman ya centros de poder específicos, sino que estructuran "redes" de relaciones que proporcionan poder (Wai Chung, 1994). De esta forma, pertenecer a ella significa mayor accesibilidad a la información y, como consecuencia, al poder. Así, mientras que la integración regional se sustenta en la posesión y uso de la información misma, la diferenciación regional se explica mediante la lógica de productividad globalizadora. Como diría un lema de internet: "Piense global pero actúe local".

Así, pues, la identidad regional actúa en dos sentidos estrictamente distintos pero no estrictamente excluyentes: un espacio para sí y un espacio en sí. Es decir, una identidad regional que actúa en relación con sí misma (a intereses y expectativas propias) y una identidad en si, sobre la que actúan "fuerzas" exógenas. En este entendido, la globalización no ha eliminado la región, la ha fortificado, aunque ello represente, como he dicho antes, una contradicción en la que, como bien se ha preguntado Touraine: ¿Podremos vivir juntos?

Sin embargo, antes de proseguir en la discusión, es importante realizar una reflexión sobre aquello que hasta aquí ha permanecido como un hecho inherente al análisis pero sobre lo que no se ha particularizado: la importancia del espacio y la identidad en la conformación de una región.

 

El espacio y la identidad en la conformación regional

Claval (1982) sostiene que la vida social está directamente relacionada o por lo menos seriamente influenciada por el espacio o territorialidad; eso nos lleva a suponer que existe una relación dialéctica entre el desarrollo de la vida social y el espacio en que ésta se genera: "el espacio interviene de diversas maneras en la vida social [...] 1) Es el sostén de la vida y de la actividad e interviene entonces por la extensión; 2) Es obstáculo para la vida de relación; 3) Sirve de base a la actividad simbólica.

En tanto espacio, el territorio7 se erige como la localización específica de la vida social, al mismo tiempo que media las acciones; es decir, sirve de mediación entre las diferentes acciones sociales.

En otras palabras, las expresiones humanas únicamente pueden crear vínculos en tanto se sujetan a una territorialidad específica que les brinda ciertas comodidades: a) permite la emergencia de vínculos de afectividades; b) permite la constitución de sistemas estructurados de comunicación y difusión de informaciones; c) genera elementos identitarios mediante una articulación de procesos, formas y relaciones de producción.

El espacio es capaz de erigirse como el lugar en donde las relaciones sociales toman coherencia y se referencian a partir de una delimitación del propio espacio. Lo que es importante notar, es que existe un sentido de la estructuración no sólo del espacio, sino de la vida en general percibida solamente a través de la identidad regional.

Por otro lado, la estructura espacial puede ser generadora de cierto fenómeno o "temporalidad específica": constituye una condición material de existencia. "Así, los diversos elementos de la vida cotidiana tan sólo se imponen si consiguen organizar gestos y significados en torno al uso de un espacio" (Remy y Voye, 1976:41).

El espacio se constituye entonces, sustento material a la vez que espacio de socialización, generación de procesos productivos y movimientos financieros específicos. De esta forma, se extiende una conciencia de grupo que no se reduce solamente al compartimento de un espacio común (regional), sino a la propia estructura resultado del comportamiento entre la composición social y espacio, que se tejen y entretejen en la medida en que la propia estructura espacial y las técnicas de comunicación se van complejizando.

Los procesos evolutivos económicos y sociales y los procesos evolutivos del espacio aparecen como capacidades potenciales continuas capaces de generar, a su vez, formaciones socioeconómicas particulares o regionales.

Por otro lado, la circulación de informaciones —caracterizadas ya como un sistema de mercancías o productos que interactúan con y bajo las condiciones del mercado mundial y las políticas regionales—, el flujo de capitales, las empresas transnacionales y la transformación del Estado, son algunos elementos que modifican las relaciones con la espacialidad e inciden directamente en la conformación de la identidad regional.

Así, el análisis espacial del territorio regional es importante en tanto sintetiza las capacidades de articulación entre sujetos, sistema político, procesos productivos, cultura, etcétera, con el espacio; sintetiza la composición de la identidad regional y se constituye, a la vez, como ese uno lacaniano capaz de dotar de sentido a la espacialidad identitaria.

La globalización, por su parte, presenta una particularidad que tiende a la generalización y a la particularización; a la igualdad, al tiempo que a la diferenciación. En ese sentido, los cambios en la producción (en donde los límites se establecen en relación con la demanda y no a la oferta) son generadores de un reordenamiento territorial, en donde la frontera pierde especificidad y el regionalismo identitario tiende a reafirmarse.

La identidad regional surge así como una consecuencia específica de ese proceso que "lo globaliza todo" y que amplía la división del trabajo a escalas mundiales en pos de la maximización de los beneficios. Pero, además, responde a un fin utilitario de los sistemas de mercado y que Touraine denomina "espíritu mercantil", en donde todas las formas identitarias, más allá de su representatividad, son funcionales a la lógica de una región en un contexto de globalidad.

De esta forma, no resulta ilógico pensar que una región se caracterice, fundamentalmente, mediante elementos productivos y, en ese aspecto, la localización, el espacio mismo, cobra especial importancia: "el caso de Monterrey donde 'la industria es creadora de una organización regional' resulta [...] excepcional y también se considera la importancia de las industrias maquiladoras de la franja fronteriza mexicana" (Bassols, 1988:32).

En este sentido, la región no es solamente un producto del desarrollo histórico de las relaciones de producción y poder, sino también de una capacidad generadora de símbolos unificantes que justifican procesos particulares relacionados con la economía y la producción y el espacio capaces de dar sentido y forma a una identidad regional: Monterrey, como ciudad industrial, explica esa relación entre el discurso que manifiesta la "excepcionalidad" sostenida en una localización especial, a la vez que en procesos productivos particulares y en la aplicación de tecnología industrial.

Aquí el carácter de "lo productivo" reviste gran importancia. En tanto el proceso de globalización ha sido capaz de disgregar y complejizar los procesos productivos, ha establecido el sentido de la especialización. Así, podemos encontrarnos de frente con ese carácter contradictorio entre la generalización (de lo global y lo nacional) y la diferenciación o particularización (de la regionalización), del "saber hacer" de los procesos productivos.

Finalmente, la región aquí no sirve únicamente como mero pretexto en la construcción identitaria, sino que supone una relación estrecha entre las diferentes variables económicas y el sentido de identidad establecido entre sociedad y espacio, ese espacio en el que se generan hábitos y pautas culturales, y donde las acciones se tornan acciones de sentido: productividad, competencia y eficiencia regional.

Sin embargo, el espacio regional se supone más que como una localización sociopolítica, como un área económica de sentido que se orienta hacia una función "asignada" por el sistema mundial capitalista. Sobre esa "asignación" las regiones se conforman diferencialmente en un territorio cualquiera afirmando su identidad y en donde la localización es fundamental para su inclusión o exclusión en el juego del mercado internacional, en los procesos globalizantes de las economías modernas. En estas condiciones, la frontera norte de México juega un papel esencial en la economía nacional.

 

La frontera norte de México

"El norte", "el centro", "el sur". ¿A qué responden estas diferenciaciones en el territorio nacional? ¿A qué responde esta regionalización? Es una buena pregunta, que sin embargo no podemos responder de la mejor manera sino a modo de suponer que corresponde a dos cosas importantes para este análisis: a una funcionalidad espacial y económica —en el sentido de una mejor administración de los recursos basada en la innovación tecnológica aplicada a la industria—, y a una necesidad de identidad específica que facilite y/o posibilite su distinción en la inclusión-diferenciación de la globalización. En cierto sentido, esto tiene que ver con la instauración o creación de polos económicos o polarización que supone algunas cosas que hay que poner de manifiesto.

Por un lado, un polo hegemónico supone la generación, emisión y "distribución" de formas de desarrollo (De la Garza, 1992:3-9), además de constituirse como el eje sobre el cual giran las más importantes decisiones sobre las políticas económicas. Por otro lado, supone además un núcleo constituido a través de la macroempresa de exportación transnacional y, citando de nuevo a De la Garza, también de la participación del capital privado nacional.

Bajo estas condiciones, la región se distinguiría por contener en sí misma estas características. De esta forma, una región puede ser capaz de constituir polos hegemónicos (macrocefálicos) que emiten las políticas económicas mediante las cuales se rigen las acciones y estrategias macro gracias a la composición basada en la producción de exportación transnacional: el Distrito Federal, Monterrey, etcétera.

En este sentido, las aspiraciones regionalistas son todo menos imprecisas o indefinidas. Tienen que concretarse categórica y vigorosamente en reivindicaciones específicas de producción y bienestar geográfico-regional. Sobre estas bases, el regionalismo no puede ser la expresión vaga de un malestar y de un descontento siempre y cuando la planeación política sea la adecuada. Igualmente, esta planeación estaría dirigida —en teoría por lo menos— a establecer una equidad y una integración de las zonas más pobres al contexto de "lo nacional".

Bajo estas premisas, hablemos ahora sobre la región norte del país, su constitución identitaria y los procesos de integración-distinción entre lo nacional y lo global.

Básicamente, el fenómeno de la reestructuración y modernización industrial y tecnológica comenzó en nuestro país hacia los inicios de la década de los ochenta y se manifestó con gran fuerza en la zona de la frontera norte (Carrillo y de la O, 1992:54-59) en la industria maquiladora. Aquí, las transformaciones parten desde las estructuras más bajas hasta niveles empresariales; sin embargo, preguntémonos algo determinante ¿A qué responde realmente esta reestructuración?

Por un lado, tenemos un desplazamiento de la economía mundial del lado de la oferta (productor) hacia una economía de consumo (demanda). Por el otro lado, un cambio en los intercambios mercantiles —avanzando de la circulación de productos terminados hacia la circulación de productos intermedios — acompañado de transacciones predominantemente financieras, creando así una relación entre mercado de mercancías por una parte, y mercados de capitales por la otra, con exigencias sobre una homologación de políticas económicas nacionales-globales.8 Así, los procesos de "liberación económica" permiten una acumulación de capitales a escala mundial y, además, dotan de "un sentido" de ubicuidad al mundo empresarial, de ahí que las grandes transacciones financieras predominen actualmente (Huerta, 1999:98-100).

Esto muestra que el proceso de globalización se presenta con un sino de integración más fuerte que a su vez incide en las transformaciones de los modos de organización productivo-social. Los efectos de integración regional se explican a partir de estos procesos de la economía mundial y de los requerimientos internacionales. México no puede ser la excepción. La región de la frontera norte se constituye bajo estos supuestos económicos que lo totalizan todo, lo generalizan, lo globalizan.

La identidad de la región norte responde también a los mismos lineamientos provenientes de las exigencias de la producción global. Teóricamente, los conceptos como "cultura laboral" y "flexibilidad" forman parte de una estructura discursiva que pretende erigir una identidad laboral sobre la cual los procesos productivos alcancen niveles de eficiencia tales que el juego internacional de producción no le trasciendan. Al parecer, la importancia fundamental sobre la cual se crea una identidad desde el plano ideológico y en un contexto económico, competitivo y diverso, radica precisamente en la lucha por la vigencia de las economías nacionales en el mundo moderno.

Ahora bien, ¿por qué es tan importante la identidad en este contexto? Dado que la identidad no es otra cosa más que la convergencia de puntos perdidos en lo simbólico significados por un point de capition capaz de dar sentido a esa convergencia y acolcharlos hacia la materialidad mediante el plus metafórico, ésta tiene la virtud de traducir las "significancias" en comportamientos, antes dispersos y generalizados, en una actitud. La concreción de la identidad a través del discurso emanado de los lineamientos simbólicos-económicos provenientes de las exigencias económicas internacionales, le proveen de un sentido utilitario conveniente al sistema de producción globalizador. Esto es, la identidad regional toma sentido en tanto no sólo responde a la lógica de producción global, sino que interactúa con la misma. Asimismo, se instituye como parte inherente del discurso de "lo nacional". En este sentido, el acolchado funge como la capacidad-posibilidad de interacción entre lo global y lo regional-nacional.

El discurso laboral y su redefinición actúan bajo los lineamientos de los mercados diferenciados y tienden a la creación de un sector formal fragmentado percibido a través de la intervención de un reducido grupo de empresas, en este caso, fronterizas. En tal sentido, la identidad laboral-regional responde más a estas "imposiciones" de libre mercado y de competencia internacional, que a su vez se "embona" hacia el interior mediante una constelación de pequeñas y medianas empresas con producción orientada al mercado interno.

La identidad regional fronteriza en el norte tiende, pues, a responder a los lineamientos de la economía global sin que por ello pierda identidad frente al sinnúmero de identidades que componen el mundo significante de la globalidad misma. Aunque el discurso proveniente de la lógica capitalista moderna tienda a ser el acolchado mediante el cual todas las "significancias" se identifican, las formas de este discurso son perfectamente diferenciadas en contextos distintos. El acolchado "regional" fija una serie de características específicas que "emiten diferencias" percibidas por otras identidades regionales. Al mismo tiempo que el plus metafórico concretiza una identidad regional fronteriza, "el norte" se sitúa en un nivel de diferencia en sentido concreto: niveles de desempleo, niveles de ingreso, seguridad social, prestaciones, productividad, etcétera. Pero sobre todo, una industria sólida con grandes potenciales de producción y adaptabilidad a las fluctuaciones productivas internacionales.

Por otro lado, las condiciones de estabilidad o inestabilidad social también son elementos que permiten el establecimiento de los grandes capitales transnacionales en nuestro país. De ahí que no nos resulte extraña la austeridad empresarial-industrial en la frontera sur del país, en donde los conflictos sociales proporcionan un ambiente inestable, por lo menos para los intereses empresariales-industriales. Quizás esto sea una de las bondades territoriales sobre la cual los geógrafos contemporáneos ponen mayor atención. En este sentido, la cercanía con el país "más poderoso del mundo" representa una enorme ventaja para los intereses del capital privado transnacional que llegan a establecer sus empresas a lo largo de la frontera norte. Esto nos lleva a pensar que es el espacio mismo el que genera lugares estratégicos de comercio que permiten el florecimiento de la industria empresarial como tal (la historia puede dotarnos de gran cantidad de ejemplos sobre este punto).

La interdependencia en la economía mundial, las corporaciones transnacionales y sus estrategias económicas en un entorno de competencia internacional, han contribuido de la mejor forma a la ubicación y/o generación de espacios estratégicos que aseguren la permanencia y redituabilidad financiera. Así pues, el norte del país se enfunda en una identidad especial a partir de estas exigencias globalizantes. La población de zonas áridas y/o con grandes necesidades que dificultan la producción de cultivo pero que, estratégicamente, proporcionan la infraestructura básica de servicios, han logrado desarrollar una identidad también particular. El sentido de lo regional, en el norte, se sustenta en "el reto" de florecer donde parecía imposible hacerlo, bajo condiciones adversas y por "esfuerzo propio". Sin embargo, ¿cómo entender la identidad de la región norte sin la contextualización territorial?

La cercanía con los Estados unidos de Norteamérica no solamente ha representado ventajas,9 sino que ha "complementado" la identidad fronteriza del norte. La ubicación territorial, en ese sentido, permite la materialidad de la identidad, la concreción, la sujeción a una serie de prácticas particulares y específicas.

De esta forma tenemos, por un lado, toda una práctica discursiva sustentada en las "disposiciones" de la globalización y, por otro lado, una representación de la realidad concreta que conforma una "realidad" o visión del mundo específica sobre la cual las unidades económicas se interrelacionan. De esta forma, la identidad emprende una relación recursiva entre "la otredad" (lo exterior) y alter (el interior), que se significan únicamente en el objeto-deseo imposible,10 es decir, en la constitución de una identidad diferenciada hacia el exterior pero igualitaria al interior; esto significa que la identidad regional del norte se estructura mediante una renovación constante que permite orientarse y reorientarse de manera funcional hacia dos postulados básicos que hemos tratado de seguir a lo largo de este ensayo: lo internacional y lo nacional. Y hacia abajo, dándonos un poco de libertad y si hablamos en sentido de estructura horizontal, lo regional y lo nacional.

Así pues, la construcción de una identidad en el plano ideológico parece ser más funcional y apropiada a las conveniencias del proceso de globalización, más aún que aquellas identidades sociales que, no menos importantes, sus manifestaciones pueden ser únicamente reflejo de eventos particulares políticos, económicos, culturales, etcétera y que responden más bien al plano de las subjetividades y no al nivel de análisis de unidades económicas regionales en el contexto de la globalización; opone menos resistencia al análisis pero también al mismo sistema.

 

Conclusiones

¿Cómo se plantea en la actualidad la cuestión del regionalismo? La existencia de un sentimiento regionalista es algo innegable en nuestros días. No podemos pasar por alto las premisas productivas sobre las cuales se estructura la pertenencia regionalista: Florida y su especialización en jugos; Idaho en su producción de papas; Detroit y su producción automovilística; Silicon Valley en computación, etcétera.

Aquí parece ser que la discusión sobre el regionalismo sufre un desplazamiento del plano económico y social hacia un contexto más integrador sobre lo social y lo económico-político. Esto, necesariamente, lleva hacia una reconsideración sobre el papel y la función de las regiones en el contexto mundial, que también se desplaza de lo nacional hacia lo global y, consecuentemente, de las economías nacionales a las economías globales.

Las consideraciones sobre identidad y región no son algo novedoso como tampoco lo es que el proceso de globalización, lejos de desaparecer el regionalismo, lo confirme, lo conforme como una identidad especial más funcional a las exigencias de dos cosas que también se complementan: el propio sistema globalizador y la constitución de lo nacional.

Las innovaciones tecnológicas aplicadas a la economía mundial, presentan una gama de identidades suvbertidas, a su vez, en una constelación de identidades: la teledetección, los sistemas de comunicación y cibernéticos, han desplazado las barreras territoriales y políticas al tiempo que han modificado profundamente el mundo productivo, mercantil y de capitales.

El hecho de que las unidades económicas vivan un "mundo de sentido", implica la competencia misma en cuanto al dominio de las prácticas. En este aspecto, la identidad regional se sobreescribe a sí misma; es decir, dado que el sentido del mundo económico ha sufrido transformaciones claras mediante las innovaciones tecnológicas aplicadas a la producción, el "nuevo sentido" permite también la competencia y la conformación de/entre "otras" identidades requeridas para el "nuevo orden" mundial, pero también reafirma el papel funcional de la identidad regional económica (esto también implica un cambio tanto en la posesión como en la ejecución del poder).

De esta forma, la identidad regional en el norte del país presenta sus propias estructuras conformadas y modificadas mediante aspectos particulares como las exigencias globalizantes (de "nuevo sentido") y las experiencias propias a la interacción entre las unidades y el espacio.

Es en la industria de la maquiladora de exportación (IME) en donde los primeros procesos de modernización se perciben con cierta agudeza. La incorporación de nuevas tecnologías, la reestructuración en la gestión de recursos humanos y en la organización de los espacios físicos y contractuales de la esfera laboral, son un indicador de las exigencias planteadas por el sistema global de producción y por las condiciones de la competencia internacional.

Por otro lado, las prácticas corporativas comerciales y la internacionalización productiva constituyen, poco a poco, un sistema de redes específico sobre el cual actualmente giran las grandes decisiones económicas a nivel mundial.

Sobre estas bases, la evolución de la industria maquiladora puede ser entendida en dos ejes fundamentales. Por un lado, presenta una evolución tanto en número como en la estructura productiva laboral y física, pasando de plantas concentradas en actividades de ensamble sencillo de componentes aisladas, a un número más grande de maquiladoras: más de 2 000 plantas en toda la franja fronteriza en 1991. Esto también supone una capitalización considerable de equipo y maquinaria. La administración productiva bajo lineamientos como el "justo a tiempo", "cero inventario" y "control de calidad", han dotado a la empresa maquiladora de capacidad suficiente para la producción de artículos con altas especificaciones.

Esta práctica discursiva11 es la que conforma la identidad misma, la dota de funcionalidad, de diferencialidad, pero también marca el sentido de la inclusión-exclusión.

La oscuridad del juego entablado por el proceso de globalización radica aquí. Los puntos oscuros son aquellos que parecen contradictorios entre sí pero que, al mismo tiempo, son altamente complementarios. La inclusión, que es el sentido de pertenencia a "algo", permite la integración a un proyecto de nación que da sentido a la misma región, pero es también el ancla que permite la sujeción hacia la territorialidad misma. Mientras tanto, la exclusión revierte el proceso y excluye "aquello" que no tiene pertenencia a "esto", que no presenta sujeción a la territorialidad. La instalación de empresas transnacionales en la frontera norte del país cumple perfectamente el requisito de integración (el uso de mano de obra local, la generación de cierto nivel de empleo, etcétera), pero al mismo tiempo están expuestas a la exclusión y, en consecuencia, a la no identidad regional. Sin embargo, la red de relaciones que establecen a su alrededor, después de todo, es lo que amalgama la identidad económica regional en el contexto de la globalización contemporánea, la reafirma y la renueva.

 

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Notas

1 Recurrimos a las proposiciones que Goffman realiza sobre esta concepción en la que, según el autor, existe una identidad social virtual que se va formando en tanto existen ciertas atribuciones de características especiales sobre los individuos. Es decir, éstos —los individuos— se caracterizan de tal forma que adquieren una especie de estatus especial y específico, lo que les diferencia entre sí y transfiere el carácter de unicidad pero que, sin embargo, no refleja la verdadera naturaleza del propio sujeto. De esta forma se percibe la diferencia sobre los sujetos individuales y se forma la identidad social virtual.

2 Aquí entiendo a "lo social" como el espacio en que reproducimos comportamientos específicos "cotidianos" que guardan un carácter de especificidad-generalidad y que permiten la individualidad al tiempo que generan la colectividad.

3 Zizek utiliza este término para referirse a un espacio de lo simbólico que, sin embargo, provee la facultad de trasladar los significantes hacia el significado. Es decir, dota de sentido a lo simbólico.

4 Wai Chung (1994) señala que las organizaciones entretejen redes de información que, a su vez, son el sustento del éxito empresarial en el contexto de la globalización.

5 Quizá sería más pertinente referirnos a una ambivalencia más que a una ambigüedad, sin embargo, cuando Marx señala que la máquina terminará por sustituir al ser humano, me parece que pone de manifiesto la imprecisión conceptual de la función de la maquinaria, en ese sentido, me parece el carácter ambigüo.

6 En una reciente declaración, el presidente del consejo de administración del Grupo Financiero Banorte (La Jornada, 11 de noviembre de 1999:16), evidencia los lineamientos sobre eficientización y los criterios de calidad sobre los cuales la inclusión de la economía mexicana en el proceso de globalización puede ser sustentado: "Los procesos de integración [...] también exigen mantener la disciplina económica y ser suficientemente innovadores para adquirir ventajas competitivas, permitir un crecimiento sostenido y dar al país estabilidad económica [... ] El reto para los mexicanos, frente a la globalización, es no perder identidad y soberanía nacionales". Es importante señalar cómo el propio discurso permite una asociación casi "delictuosa" entre competitividad, crecimiento y estabilidad en la construcción de una identidad "globalizadora" que, sin embargo, se diferencia muy bien de una identidad nacional.

7 Para una explicación más profunda sobre la relación conceptual de espacio, territorio y frontera véase Arturo Ranfla (1984:47-68).

8 En el caso de la frontera norte, este proceso puede apreciarse en la industria maquiladora de autopartes para la exportación. El artículo de Jorge Carrillo (1987) ejemplifica no solamente el proceso de la reconversión de la industria automotriz sino los cambios en la esfera de la circulación de mercancías en un contexto de globalización.

9 El Banco de Información Económica del INEGI, para el año 2000 reporta que los Estados Unidos de Norteamérica es el país que invierte mayor capital en nuestro país. Gran parte de esas inversiones se quedan directamente en la franja fronteriza, en estados como Baja California y Nuevo León.

10 Imposible en tanto es el objeto de construcción sobre el cual se sustentan las acciones y sobre el cual giran todas las expectativas. Es el objeto inacabado, inalcanzado en tanto la dinámica de las interacciones sociales van renovando constantemente las atribuciones de éste.

11 Que no es el término simplista sobre la expresión oral de las ideas o la ejecución proveniente del sistema mismo (y que la mayor de las veces en la cotidianeidad pueden ser o son entendidas como una serie de disposiciones o imposiciones), sino una consideración hacia la integración tanto de elementos propiamente discursivos como acciones específicas.