e-ISSN 2395-9134
Artículos Estudios Fronterizos, vol. 25, 2024, e145

https://doi.org/10.21670/ref.2409145


Planteamiento introductorio para estudiar la relación entre movilidad prolongada y diáspora: la experiencia haitiana

An introductory approach to study the relationship between protracted mobility and diaspora: the Haitian experience

Luis Alfredo Arriola Vegaa * https://orcid.org/0000-0001-7571-3759

a El Colegio de la Frontera Sur, Unidad Campeche, Campeche, México, correo electrónico: larriola@ecosur.mx

* Autor para correspondencia: Luis Alfredo Arriola Vega. Correo electrónico: larriola@ecosur.mx


Recibido el 21 de noviembre de 2023.
Aceptado el 21 de marzo de 2024.
Publicado el 2 de mayo de 2024.


CÓMO CITAR: Arriola Vega, L. A. (2024). Planteamiento introductorio para estudiar la relación entre movilidad prolongada y diáspora: la experiencia haitiana. Estudios Fronterizos, 25. Artículo e145. https://doi.org/10.21670/ref.2409145

Resumen:
Este texto plantea la tesis de existe una relación cercana entre un proceso de movilidad prolongada y la formación y crecimiento de una experiencia diaspórica haitiana. Este nexo tiene una larga historia, pero toma mayor relevancia que a partir del éxodo causado por el terremoto que azotó Haití en enero de 2010, con una dispersión de su población que continúa actualmente a lo largo del continente americano. La base empírica para esbozar este planteamiento proviene de entrevistas realizadas con sujetos haitianos en Tapachula, Chiapas. Los resultados contribuyen a trazar un andamiaje que permita continuar estudiando la movilidad prolongada, incluidos sus momentos de inmovilidad (es decir, pausas, demoras, esperas, etcétera), vis a vis la experiencia diaspórica. Asimismo, se señala la necesidad de estudiar las articulaciones entre la reemigración y los lugares de destino temporales y permanentes que forman parte de la experiencia diaspórica haitiana en las Américas.
Palabras clave: movilidad prolongada, diáspora, haitianos.


Abstract:
The article sets forth the following thesis: there is a close connection between protracted mobility and the formation and ensuing growth of the Haitian diaspora. This relationship, one that has deep historical roots, intensified in the aftermath of the earthquake that devastated Haiti, in January 2010. The catastrophe triggered a massive exodus of its population in the Americas, an ongoing process up until the present. The empirical grounds to outline the ideas presented here come from interviews carried out in Tapachula, Chiapas. Findings contribute to sketch a framework to study further protracted mobility, including phases of immobility (i.e., pauses, delays, waiting periods, etcetera), vis-à-vis a diasporic experience. Furthermore, results point to the need to explore the connection among onward migration, and the temporary and permanent destinations that make possible the Haitian diasporic experience in the Americas.
Keywords: protracted mobility, diaspora, Haitians.


Introducción

La pregunta a la que pretende dar respuesta este artículo es la siguiente: ¿Cómo una perspectiva de movilidad dilatada contribuye a revelar (en la acepción de ofrecer indicios o certidumbre) analíticamente la experiencia diaspórica haitiana actual? La movilidad prolongada (véase Ahrens & King, 2023) no incluye únicamente movilidades de larga duración; en un sentido muy restringido esto último remite a la esfera temporal. Al hablar de movilidades prolongadas, dilatadas o extendidas también se hace manifiesta la perdurabilidad de dinámicas que acontecen en una dimensión espacial, y que pueden y suelen ser, por razones que se harán explícitas más adelante, discontinuas. La diáspora surge de la conjunción de procesos acumulados históricamente, de situaciones críticas (ver siguiente sección) y de la migración internacional, como el principal tipo de movilidad, dentro de varios, que sustentan la experiencia diaspórica (Van Hear, 2014). El caso haitiano resulta ilustrativo en este aspecto.

Podría plantearse de manera tentativa que distintas modalidades de movilidad ─voluntarias y forzadas─ contribuyen al crecimiento de la diáspora y viceversa, es decir, que se reproducen mutuamente a través de una relación simbiótica. El estudio de la experiencia haitiana ofrece muchas luces sobre esta conexión. En el escenario mundial actual, el número progresivo de personas que buscan medidas de protección internacional, notablemente los refugiados, están contribuyendo a la formación y al crecimiento de las comunidades diaspóricas. En países como México, el número de personas de origen haitiano que busca dichas medidas se ha incrementado exponencialmente en los últimos años. La Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (Comar) registró que casi 51 076 personas de ese país solicitaron la condición de refugiado en 2021 (Comar, 2022); la cifra fue de 17 218 en 2022 y llegó a 44 201 en 2023 (Comar, 2024).

Este texto inicia con una breve explicación sobre las razones que han dado lugar al desplazamiento, emigración y expulsión de los nacionales haitianos, a raíz de la conjunción de factores geopolíticos, ambientales, sociales y económicos (Audebert, 2017, p. 62). El siguiente apartado plantea elementos para contribuir al debate sobre la noción convencional de diáspora; se propone que este concepto adquiere múltiples sentidos y no puede concebirse en tanto fórmula universal para todo grupo diaspórico. El segundo apartado interroga, igualmente, la “estrecha” relación que encuentran algunos especialistas entre el modelo del transnacionalismo y la diáspora. Se cuestiona, entre otras cosas, la bidireccionalidad metodológica (origen-destino) que se asume en los estudios transnacionales, la cual restringe una adecuada explicación de la movilidad dilatada y multinacional en la que se involucran colectividades migrantes, tal es el caso de los haitianos.

Establecido un andamiaje para analizar la experiencia diaspórica en general, la línea de argumentación continúa con la exposición de las particularidades que dan singularidad a la diáspora haitiana en su relación con la movilidad prolongada y en el contexto latinoamericano. Por ejemplo, la metáfora de rizoma (Miranda, 2021) encierra gran potencial analítico para describir la diáspora haitiana en el continente, si bien esa formulación necesita explorarse y desarrollarse mejor. Además de presentar en forma sucinta la ruta metodológica seguida por el autor para la realización de su trabajo de investigación, la penúltima sección muestra algunos datos resultantes de un breve trabajo etnográfico en Tapachula, Chiapas, y a partir de los cuales se vislumbra cómo las trayectorias extendidas temporal y espacialmente por sujetos haitianos en la movilidad sustentan la diáspora. Es decir que el presente estudio se atisba someramente a un tema que requiere un soporte empírico más robusto. Por ello, los comentarios de cierre sirven para enfatizar la necesidad de continuar profundizando en este marco teórico en ciernes, en cómo se hace necesario integrar al estudio de movilidad prolongada y diáspora, las pausas y momentos de inmovilidad en las que se ven inmersos los sujetos migrantes. Asimismo, se señala la necesidad de estudiar las articulaciones entre diversas movilidades, notablemente la reemigración, y los lugares de “instalación”,1 destinos temporales y permanentes que forman parte de la experiencia diaspórica de la pancomunidad haitiana en las Américas. Por último, pero no por ello menos importante, la necesidad de pensar en que un “horizonte de expectativas” (Montagna et al., 2021) constituye una de esas fuerzas motoras que impulsan simultáneamente, en tándem, las movilidades prolongadas y las diásporas.


Elementos contextuales para comprender las movilidades haitianas

Graves condiciones políticas (gobernabilidad fallida, inestabilidad) dificultades socioeconómicas (violencias de diversa índole, inseguridad, altos índices de pobreza, etcétera), problemáticas ambientales (catástrofes, degradación de recursos naturales, etcétera) son parte de los problemas que han persistido por mucho tiempo, y que continúan aquejando, a Haití. Dicho panorama ha llevado a que algunos autores (Feldmann & Montes, 2008) consideren a Haití como país colapsado y que experimenta lo que figurativamente puede considerarse una situación de cronicidad (Vigh, 2008). Varias formas de movilidad, incluidas el desplazamiento, la expulsión y la huida, son el resultado de esa causalidad multifactorial “expulsora”.

Para trazar la relación entre movilidad ampliada y la diáspora no se pueden pasar por alto los antecedentes históricos de migraciones, reemigraciones y otras movilidades (por ejemplo, desplazamiento) y que se extienden temporal y espacialmente, a lo largo de un siglo, con varias olas renovadas o momentos de mayor movilidad colectiva. Hay evidencia de que a Cuba y República Dominicana los haitianos llegaron hacia 1919, a Francia en 1946, seguidos por grupos que se dirigieron a las Bahamas (1956), México (1957), Estados Unidos (1959), África (1962) y Canadá (Anglade, 1982, citado por Joseph, 2019, p. 232). Los primeros grupos numerosos hacia América del Sur acontecen en la década de 1970 (Joseph, 2019). Al inicio del siglo XXI hubo una nueva ola hacia Sudamérica,2 la cual retoma un giro hacia el norte del continente, incluido México. La numerosa presencia haitiana a lo largo y ancho del continente forma una fuerte, y creciente, pancomunidad diaspórica, como lo evidencian datos de cuatro países. A pesar de la arraigada xenofobia anti-haitiana que existe en la República Dominicana se estima que viven ahí más de 750 000 personas de ascendencia haitiana (Landazábal Mora, 2021, p. 143). Las fuentes de gobierno brasileñas apuntaban a que entre 2011 y 2020 casi 100 000 haitianos estaban asentados como residentes en esa nación (Cavalcanti et al., 2021, p. 58). Las estadísticas oficiales al 31 de diciembre de 2020 registraban en Chile a 182 000 haitianos residentes en dicho país (Instituto Nacional de Estadísticas y Departamento de Extranjería, 2021, Tabla 4. Población extranjera residente en Chile según país, 2018-2020, p. 24.).

En cuanto a México, desde la mitad de la década de 2000 hay registros de presencia haitiana en ese país, en aquel entonces poco numerosa. Esto cambió posteriormente al terremoto de 2010. Se ha calculado que solo entre junio y septiembre de 2016 llegaron alrededor de 17 000 personas, prácticamente todos provenientes de Chile y Brasil (Landazábal Mora, 2021, p. 150). No hay manera de saber cuántos haitianos residen actualmente en México. Aunque las cifras puedan existir, estas no son de conocimiento público y amplio. Sin embargo, la cantidad de solicitudes para conseguir la condición de refugio, como se apuntó en la “Introducción”, permite apreciar la magnitud del fenómeno. Lo cierto es que Tapachula concentra un alto porcentaje del total de solicitudes para todo el país (Landazábal Mora, 2021).3 Los siguientes apartados ofrecen un andamiaje general para explicar la diáspora haitiana desde un marco conceptual acorde a su realidad pasada y presente, pasan por una mirada crítica a la relación entre diáspora y el paradigma del transnacionalismo, para luego dar especificidad a la experiencia diaspórica haitiana vis a vis la movilidad prolongada.


Aportes a la discusión concerniente a los múltiples significados de diáspora

El debate en torno a la definición de diáspora contiene muchas aristas. Para mostrar los matices de esa discusión se presentan algunos de los elementos centrales de una formulación convencional, entre ellos, del concepto: “Una población dispersa en más de un territorio que tiene una relación duradera y prominente (y que consiste de un grupo de reivindicaciones, prácticas y/o lealtades), con un origen, una identidad o una patria común” (Bartram et al., 2014, p. 48). Este es el modelo “clásico” de las diásporas judías y armenias, por ejemplo (para planteamientos adicionales cf. Brubaker, 2005, Cohen, 1997; Cohen & Fischer, 2019; Safran, 1991; Sheffer, 2003, entre otros).4 Esa variabilidad en la definición y el uso como concepto ha sido cuestionado ampliamente (Bartram et al., 2014, p. 49).

Un primer punto para tomar cierta distancia de los modelos clásicos es que las características enlistadas en ellos no corresponden empíricamente con determinados grupos diaspóricos contemporáneos. Es decir, la enunciación de diáspora como un modo de categorización con tipologías que homogenizan (Kalra et al., 2005, p. 11) deja fuera colectivos que han experimentado otro tipo de procesos diaspóricos. Las múltiples razones o causas que dan lugar a la movilidad (es decir, que sea voluntaria o forzada, que sea ocasionada por motivos estructurales o coyunturales, etcétera) también pueden originar una diáspora (Van Hear, 2010, p. 37), y constituyen un segundo elemento diferenciador. En época reciente el gran número de personas que solicitan protección internacional (refugio, protección complementaria, asilo, etcétera) ha dado lugar a la formación y crecimiento de las diásporas en el mundo (por ejemplo, los afganos en la década de 1990, los sirios en tiempo más reciente). Podría decirse que los haitianos son parte de estos grupos, por las razones ya expresadas.

El así llamado retorno a un referente de origen (Dufoix, 2008, citado por Bartram et al., 2014), o ancestral (ver, entre otros, Cohen, 1997), o “… la idea de un pasado compartido, de un legado y la memoria, sentimientos de nostalgia y anhelo de una patria que ‘se perdió’…” (Griffiths et al., 2013, p. 27) constituye un elemento tradicional en la concepción de diáspora que ha dado pie a una resignificación particular del término ─si bien podría parecer un contrasentido retomarlo precisamente por sobrellevar dicho sello tradicional─. Griffiths y colaboradores (2013, p. 6) proponen la posibilidad de una escala de tiempo diaspórica, en la cual los sujetos en dicha experiencia comparten esa memoria colectiva y ascendencia común. Esa línea de tiempo ve hacia el pasado, pero también “conlleva [la posibilidad de] un futuro imaginado”, lo cual demanda reconstruir o rehacer las temporalidades de las trayectorias migratorias, en especial por quienes se integran, o van integrando, a la diáspora en tiempo más reciente, es decir las segundas y terceras generaciones (Griffiths et al., 2013), los sujetos a quienes Çağlar (2016) denomina post-migrantes.5 A la vez, esa memoria se ve intervenida por el binomio dispersión/distancia. Para Nina Glick Schiller esa evocación puede ser, finalmente, una simulación “de diferentes experiencias, sensibilidades, estados afectivos, deseos e ideologías de pertenencia” (Glick Schiller, 2011, p. xxi). Es en la diversidad de esas experiencias que puede surgir “el anhelo de identidad compartida y de comunidad” (Glick Schiller, 2011, p. xxi.) La memoria como simulacro sirve para mantener viva la idea, o la esperanza de esa pertenencia, aunque sea meramente simbólica. Diáspora, entonces, revela la conexión en la distancia para el caso haitiano:

La distancia de la conexión diaspórica fue y continúa siendo un producto de las diversas formas en que ser haitiano varía al atravesar diferencias de edad, género, clase, color de la piel, así como la duración que se tiene alejado de Haití, la generación en la que se migró y la localidad de asentamiento… (Glick Schiller, 2011, p. xxviii)

Para profundizar más en su argumento, esta misma autora continúa con lo siguiente: “los análisis de multiplicidades, interconexiones [relationalities], diferencias y desencantos diaspóricos… hacen posible comprender por qué las geografías de la diáspora haitiana son un espacio de comunalidad, pero también de distancia” (Glick Schiller, 2011, p. xxix). Así, la narrativa de diáspora ha servido, por una parte, para impulsar una agenda de colectividades dispersas en varios lugares que vinculan a movimientos políticos en el territorio de origen con los migrantes y que conectan a los postmigrantes de ascendencia haitiana que no tienen una relación directa con la isla con miembros que sí mantienen ese nexo; según Glick Schiller (2011, p. xxviii) esto sucede a través de relaciones religiosas o familiares. Por otra parte, Glick Schiller sitúa de manera inequívoca la diáspora como parte de una experiencia transnacional. Se contraargumenta que resulta problemático asumir la existencia intrínseca de ese vínculo, asunto que merece desentrañarse con cierta amplitud.


Acercamiento crítico a la relación entre diáspora y el paradigma transnacional

El transnacionalismo se refiere a la difusión y extensión de procesos sociales, políticos y económicos entre y más allá de las jurisdicciones de los Estados nacionales vía sujetos migrantes. En dichos procesos juegan un papel central las organizaciones y grupos ubicados en las sociedades de destino a donde han llegado las poblaciones migrantes, y que mantienen vínculos con el lugar de origen. En ese sentido, los intercambios, los viajes en ambas vías (destino-origen y viceversa) por las personas migrantes constituye uno de los rasgos esenciales del transnacionalismo. Obviamente, esta síntesis no hace justicia a todo el rico bagaje que ha legado esa perspectiva, pero sirve para ubicar la postura crítica aquí expresada.

Si bien existen puntos comunes entre la experiencia de grupos diaspóricos y las que se han denominado comunidades transnacionales, es necesario hacer algunas precisiones. Más allá de las conexiones entre transnacionalismo y diáspora, hay diferencias importantes de fondo. Primero, este paradigma se basa en lo que Sperling (2014, citado por Ahrens & King, 2023) denomina “binacionalismo metodológico”, es decir, un enfoque que toma en cuenta únicamente un origen y un destino, algo que “no refleja adecuadamente los complejos modos de vida de los sujetos en movilidades continuadas” (Ahrens & King, 2023, p. 7), como es el caso de los haitianos. En el modelo transnacional la unilateralidad de los vínculos y movimientos entre país de origen y país de destino no encaja con la presencia de las comunidades diaspóricas en múltiples lugares de “instalación”.

Segundo, en el transnacionalismo confluyen diversos y numerosos actores, incluidos quienes forman parte de una comunidad diaspórica, sin que esos agentes necesariamente asuman una identidad común o un propósito que los ligue. Un grupo transnacional no comparte dicho carácter de colectividad, el cual sí caracteriza a los sujetos en la diáspora (Bartram et al., 2014, p. 51). Además, las comunidades diaspóricas están conformadas por diversos grupos generacionales, mientras que en los sujetos transnacionales difícilmente se observa eso (Bartram et al., 2014, p. 51).

Otro punto debatible es que determinadas “prácticas transnacionales”, como el envío de remesas (monetarias y de otra índole), no siempre y obligadamente forman parte del repertorio de los sujetos en la diáspora por razones que están fuera de su control. Igualmente, no todos los que se van y permanecen fuera como parte de un supuesto conglomerado transnacional tienen las posibilidades de realizar viajes constantes entre su territorio primigenio y la sociedad de “instalación” o destino, no obstante que sí mantienen ese nexo a la distancia con sus familiares. Ese ir y venir quizás fue viable algunas décadas atrás, pero muchas de las políticas migratorias contemporáneas, lo hacen cada vez más difícil, casi imposible, tal como se explica a continuación.

Debido a un proceso de seguritización mundial de la migración y las fronteras (Balzacq, 2011; Buzan et al., 1998; Huysmans, 2000; Léonard, 2010),6 el último punto, el transnacionalismo presta poca o nula atención a ─y por ende no explica adecuadamente─ los asuntos de relevancia política que impactan en el movimiento de las personas entre países, concretamente a las políticas de control y regulación que posibilitan o limitan el trasladarse de un lugar a otro (Kivisto, 2011; Pries, 2008; Mountz & Mohan, 2022, p. 64). La marca seguritaria limita los “espacios” y prácticas transnacionales, pero no impide en absoluto la formación y continuo crecimiento de las diásporas, ni de la movilidad dilatada. Por todo lo antes dicho, el panorama que enfrentan los haitianos en países de “instalación” como Brasil, Chile, y hasta cierto punto México, así como los contextos de incertidumbre económica, racismo y condiciones migratorias vulnerables, les complica establecer relaciones de índole transnacional.


Aportes para vislumbrar la diáspora haitiana contemporánea

Más que fijar atributos para construir una tipología universal que permita hacer generalizaciones entre grupos que son diferentes entre sí, la perspectiva que este artículo presenta sobre diáspora hace eco del llamado de Anthias (1998) a estudiar las diásporas como procesos heterogéneos, los cuales pueden denotar una condición social, o entrañar cierto tipo de “conciencia” (Anthias, 1998, p. 558). Por ende, la diáspora es una experiencia en constante evolución. Su dinamismo se encuentra signado por la dispersión espacial que se sostiene, y reproduce, en una temporalidad prolongada. Esta perspectiva también abre la posibilidad de que la diáspora tenga múltiples significados (cf. Vertovec, 1997; Kalra et al., 2005), como ya se dijo.

Dos formulaciones (puede haber más) permiten aproximarse a la pluralidad de glosas posibles de la diáspora haitiana. La primera proviene de un prólogo a un conocido volumen sobre Haití:

Es en las crisis de un desastre natural, la brutalidad policiaca o la estigmatización colectiva como sucedió con la epidemia de sida que surge la diáspora como una comunidad en la que se comparte el dolor, sufrimiento, la nostalgia y las aspiraciones de un mejor futuro… En el momento del desastre nacional, como lo fue el terremoto [de 2010], la gente puede que acoja una membresía diaspórica que, de otro modo, evitaría. (Glick Schiller, 2011, p. xxii)

Una amenaza o un evento catastrófico pueden disparar ese imaginario colectivo diaspórico. El año 2010 representó un punto de quiebre en el contexto de condiciones críticas sistémicas de Haití, exacerbadas por los efectos del terremoto ocurrido en enero, el brote de una epidemia de cólera unos meses más tarde y por problemas que surgieron de la transición presidencial de ese año (Landazábal Mora, 2021, p. 140). Lo cierto es que diáspora ha sido un término de uso común desde hace cinco décadas. Inicialmente el vocablo denominaba a los haitianos de Nueva York que integraban la oposición al dictador Jean-Claude Duvalier en la década de 1980. Luego tomó un sentido diferente y generalizado, dentro y fuera de Haití, ejemplificado por las investigaciones del antropólogo haitiano Handerson Joseph.

En el trabajo de Joseph (2015, 2017), ejemplifica una segunda glosa dentro de varias posibles. Joseph explica con detalle cómo la experiencia haitiana diaspórica contiene elementos únicos que llevan a interrogar (incluso a desarticular) las nociones convencionales de diáspora. Joseph, quien ha trabajado con compatriotas en países como Brasil, Surinam, la Guayana Francesa y Haití, basa su análisis en datos obtenidos con personas que han emigrado, así como parientes de los emigrados y con gente que nunca salió de La Española (la isla). Joseph construye una glosa de diáspora a partir de lo que en antropología se denomina la visión emic, desde la propia gente. Entre los haitianos de distintos orígenes y clases, migrantes y los que nunca migraron, dyaspora, en kryol, es una categoría utilizada para designar personas, cosas (por ejemplo, remesas, casas construidas con esos envíos) y acciones.

De manera general, dyaspora identifica a los que viven en el extranjero, regresan de visita a Haití y luego vuelven a reemigrar (Joseph, 2015, p. 53). La palabra puede ser utilizada tanto como sustantivo como adjetivo; hay objetos y personas dyaspora. Según Joseph, los haitianos asignan al término cuatro niveles que representan, a su vez, igual número de jerarquías. Dyaspora lokal es sinónimo de turista, es decir alguien de clase media/alta con capacidad para viajar. Ti dyaspora es el sujeto que migra a un país con poco o ningún prestigio, poco desarrollado (por ejemplo, República Dominicana o Brasil). Gwo dyaspora designa a la persona que se dirige a un país importante, desarrollado, en el cual se espera pueda ganar mucho dinero, por ejemplo, EUA, Canadá, Francia. Dyaspora entènasyonal es la persona que puede circular entre distintos polos de la diáspora. El emigrado que adquirió gran prestigio por el hecho de ser residente permanente de un país grande (gwo), puede trasladarse a distintos destinos, llevar dinero, lucirse al regresar a Haití, etcétera.

Esta jerarquización refleja las diferencias en el interior de esa comunidad en el extranjero que al regresar al terruño pone en tensión a los distintos grupos: adquiere más reputación quien va a EUA que quien ha estado en Brasil; es decir que la diáspora tiene una dimensión elitista (Joseph, 2015, pp. 65-74). Al final, la movilidad vinculada a la experiencia diaspórica moldea las relaciones entre los sujetos, es decir los que se van, los que se quedan y a través de las generaciones y distintos grados de parentesco, de tal forma que constituye un “hecho central del universo haitiano” (Joseph, 2019, p. 233). Como eco de la paradoja señalada por Glick Schiller (2011), para los haitianos ser o aspirar a convertirse en persona dyaspora no significa dejar Haití en el olvido, más bien conlleva mantener lazos cercanos “a la distancia” (Joseph, 2019, p. 255).

El planteamiento de Joseph hace al menos dos contribuciones importantes para seguir replanteando la noción sobre diáspora. Primero, las categorías que Joseph construye muestran la diferenciación interna que los propios sujetos han hecho de su experiencia, dotándola de matices para nombrar un fenómeno complejo y que es asumido conscientemente (¿y quizás generalizada?) por los haitianos. Segundo, este investigador revela categorías con sentido “nativo”, o etnográficas, como el mismo Joseph las denomina (Joseph, 2017, 2019), que hacen reformular la discusión teórica imperante, basada en modelos provenientes de la academia del norte global.

Se someten para deliberación futura y minuciosa cuatro argumentos enfocados a una mejor comprensión de la diáspora haitiana. Primero, algunos autores hablan de que los sujetos en procesos de migración prolongada forman un “nuevo centro”, mismo que difiere del punto de origen, u hogar (ya sea real o simbólico). En ese sentido se puede tomar como referencia lo expuesto por Voigt-Graf (2004) y Ahrens y King (2023). Los dos últimos hacen la siguiente reflexión: “Este era el caso de algunos migrantes Indo-fiyianos de doble reemigración, quienes después de ir a Australia consideraban a Fiji como su “nuevo centro” porque ellos ya no mantenían lazos de parentesco fuertes con la India” (Ahrens & King, 2023, p. 11). Una explicación similar podría plantearse para aquellos haitianos que reemigran con sus descendientes, por ejemplo, los brasileño-haitianos y chileno-haitianos, en su diáspora continental. Ese “nuevo” centro puede ser ahora Brasil o México, u otro país, porque los vínculos se fortalecen o son más importantes en lugares ajenos a Haití.

De forma complementaria al punto anterior, una perspectiva alterna para concebir la comunidad diaspórica es visualizarla como una estructura de rizoma en la que, si bien Haití puede que constituya la referencia primigenia, las movilidades que acontecen entre distintos “polos” no necesariamente cruzan ese punto de origen (Miranda, 2021, p. 113), o cualquier otro “nuevo” centro. Cabo Haitiano, Río de Janeiro, Miami, por mencionar algunos lugares, forman parte del entramado rizomático en función de la movilidad continua de migrantes, de la circulación de capital social y económico, y el flujo de datos a través de aplicaciones de tecnologías de la información y comunicación. Debido a que las trayectorias actuales de los sujetos diaspóricos son cada vez más complejas a nivel regional, y mundial, sus periplos en la trama también se multiplican y tornan multifacéticos.

El tercer argumento es que, tal como afirma Miranda (2021, p. 112), el terremoto de 2010 constituye uno de esos cataclismos naturales que catalizan la complejidad actual que caracteriza la experiencia diaspórica haitiana, particularmente a la luz del éxodo provocado por dicho evento. Progresivamente los sujetos diaspóricos establecieron conexiones entre ciudades tan distantes y de reciente arribo como Santiago de Chile y Tijuana (Miranda, 2021, p. 114) con urbes de la diáspora de más larga existencia como Boston o Montreal, en ese andamiaje de rizoma. Para Audebert y Joseph (2022, p. 30) esos enlaces representan lo que ellos denominan la multi e interpolaridad de la diáspora haitiana, formando parte de escenarios tan desemejantes como el tránsito hacia un destino deseado, o bien la experiencia de la espera antes de movilizarse nuevamente.

Precisamente la suspensión de trayectos y proyectos de movilidad constituye uno de los aspectos que más han complicado la diáspora haitiana actual, y que han devenido en el estancamiento de larga duración, incluso una condición liminal (para planteamientos sobre esta categoría véase, entre otros, Wyss, 2019; Yahya, 2021). Por ello los haitianos adaptan su movilidad espacial y temporal acorde con las condiciones que van enfrentando. Estas circunstancias incluyen los eventos climáticos ya referidos, regímenes de migración cada vez más restrictivos (como sucedió en Chile después de 2018),7 incremento de controles en las fronteras, situaciones familiares (por ejemplo, reunificación),8 o penalidades económicas. Miranda (2021, p. 121) refiere, por ejemplo, que mientras que en 2016 los haitianos tardaban alrededor de tres meses para llegar del sur de Brasil a Tijuana, para 2019 ese lapso se había ampliado a casi un año.

Hasta 2019 lo que coloquialmente se denominó salvoconducto (en términos oficiales un oficio de salida del país) permitía una movilidad relativamente fácil dentro de México para los haitianos (Instituto para las Mujeres en la Migración et al., 2021, p. 31). Al eliminarse este instrumento se dificultó el panorama de la movilidad para ese grupo. Las dificultades crecientes para movilizarse provocaron que los haitianos, y otros migrantes, se embarcaran en periplos por tierra y agua más dilatados y peligrosos. El obstáculo que hace más complicadas esas trayectorias hacia Norteamérica es el paso del Darién. Es este un “tapón” de aproximadamente 100 kilómetros de selva que se debe atravesar a pie y en el cual existen muchos riesgos y peligros naturales (ríos, animales peligrosos) y “sociales” (bandas criminales). La falta de espacio limita discutir con más detenimiento este tema, pero la creciente literatura al respecto da cuenta de la marca que deja esa experiencia para muchos colectivos migrantes y la forma en que embudos como el Darién contribuyen a trayectorias más dilatadas y difíciles (véase, entre otros: International Organization for Migration, 2021; Miraglia, 2016; Miranda, 2021; Zamorano, 2021).

Así, los migrantes van adoptando diferentes estrategias y planes según los retos que encuentran a lo largo de su trayecto, (re)configurando nuevas rutas y su direccionalidad. En consecuencia, una trayectoria multinacional y dilatada no encierra una dinámica unilineal, en función de que en ella pueden converger distintas modalidades de movilidad. Controles, restricciones, (in)movilidad, nuevas oportunidades, la propia capacidad agentiva de los sujetos se conjugan para moldear la experiencia diaspórica, alimentada por la reemigración prolongada (Arriola Vega, 2024), en procesos que resultan espacial y temporalmente fluidos (ver también Jung, 2023, p. 174; Miranda, 2021, p. 124).


Elementos empíricos que aportan a la discusión sobre diáspora y movilidad ampliada: haitianos en Tapachula

Con base en resultados de una rápida investigación en Tapachula se expondrán elementos para la comprensión de las múltiples formas de aprehender la experiencia diaspórica haitiana y su relación con la movilidad prolongada. En junio de 2021 se realizaron doce entrevistas con cinco mujeres y siete hombres de origen haitiano, todos adultos. Estas interacciones tuvieron lugar en las calles del centro de la ciudad. En algunos casos se contó con apoyo de una intérprete (español-kryol), en otras la entrevista se condujo en portugués y una de ellas se realizó en inglés. Para mantener la confidencialidad y respetar su decisión de responder o no a ciertas interrogantes, se pidió el consentimiento informado de todas y todos los colaboradores. Los contenidos de la entrevista comprendían tres grandes temas, la primera parte cubría las experiencias y el contexto de la vida de esa persona en Haití; la segunda indagaba en las experiencias migratorias de la persona, dónde había vivido y por cuánto tiempo, así como sus razones para reemigrar; en la última sección se trataban aspectos relativos a su viaje hacia y la llegada del o la entrevistada a México, su situación jurídica al momento de realizar la entrevista (específicamente, si estaba solicitando la condición de refugio y la etapa en la cual se encontraba ese procedimiento) y las expectativas y planes futuros. La investigación de campo se complementa con una revisión exhaustiva sobre la literatura especializada sobre los ejes teóricos centrales desarrollados en secciones anteriores.

Se reconoce que existe cierto desequilibrio entre la discusión teórica y la base empírica que da sustento a los argumentos que se plantean en este texto. Por una parte, esto se explica por el perfil cuasi-exploratorio de la investigación. Por otra parte, esa disparidad se complementa con el análisis contenido en otro texto sobre la movilidad multinacional y continuada de haitianos en el continente americano (Arriola Vega, 2024). En dicho escrito se presenta un análisis más detallado sobre los aspectos generales de lo que el autor denomina una movilidad de tipo multinacional, la cual se materializa en las trayectorias de los haitianos a través de Sudamérica y quienes posteriormente se dirigen a México. Ese gran “arco” de migración multinacional incluye varios procesos, entre ellos las movilidades continuadas (Ahrens & King, 2023), las movilidades escalonadas (Paul, 2011; Schapendonk, 2010), la migración en serie (Wee & Yeoh, 2021), un asentamiento instrumental y transitorio (emplacement [Arriola Vega, 2024]), y la intención de reemigrar (Chabé-Ferret et al., 2018). Se argumenta (Arriola Vega, 2024) que dichos procesos están moldeados, en mayor o menor medida, por la capacidad agentiva, las aspiraciones y las oportunidades que las personas habilitan o encuentran a lo largo de diversas fases del trayecto migratorio. Estas experiencias vistas en su conjunto y en clave prolongada ─a saber, de larga duración y dilatación espacial─ influyen y complejizan la(s) forma(s) que va(n) tomando la diáspora de la pancomunidad haitiana. Por ejemplo, en el asentamiento pasajero e instrumental, con o sin la intención y/o posibilidad de hacer “su hogar en un determinado lugar” (place-making; uno de los primeros planteamientos sobre esta noción se puede encontrar en Castles & Davidson, 2000), muchos haitianos tratan de asentarse en Tapachula.9

El caso de Didí (pseudónimo) puede resultar ilustrativo al respecto. Ella había emigrado de Haití a la República Dominicana, donde vivió, tuvo hijos y se asentó durante varios años. Su cónyuge y ella decidieron reemigrar a Chile, hacia 2018. Ahí permaneció otros tres años. Relató que intentaron regularizar su estancia en dicho país, pero no les fue posible. Estaban “haciendo su hogar” en Chile, pero las regulaciones migratorias los obligaron a buscar otro destino. Decidieron ir a México y tan solo con tres meses de haber llegado a Tapachula ella había ya instalado su puesto de venta informal en el centro de la ciudad. Ella se inició como comerciante con US$20, los invirtió inicialmente para comprar huevos y plátanos que revendió. Con las ganancias obtenidas de ese primer emprendimiento adquirió más productos, y sucesivamente expandió el número y variedad de mercancías que ofrecía en aceras del centro de la ciudad. Al momento de la entrevista, ella y su pareja consideraban seriamente asentarse en México. Para lograr establecerse económicamente, y alcanzar cierta estabilidad económica, contemplaban la idea de comprar mercancía que luego enviarían a Haití para su reventa por familiares (comunicación personal, 26 de junio de 2021). Didí no abandonaba del todo la posibilidad de buscar otro destino, al igual que otros compatriotas suyos entrevistados, con todo y el rastro de “trazas y trazos” (Louidor, 2020) que van quedando a lo largo de periplos que incluyen el asentamiento provisional e instrumental, y contribuyen a ensanchar la diáspora.

Considérese, igualmente, la reemigración para evidenciar cómo la diáspora está en constante (trans)formación. Se hace referencia a los participantes como reemigrantes para dar a entender que su trayectoria de movilidad era de tipo prolongada en el tiempo (de varios años) y el espacio (habían pasado por varios países previamente a su arribo a México). Cuatro entrevistados habían vivido por algunos años en la República Dominicana y Chile, y una en Venezuela y Brasil, antes de continuar hacia México. El resto había residido en el Brasil en periodos que variaban entre uno y cuatro años antes de tomar la decisión de seguir en dirección norte. Al menos tres de ellos expresaron abiertamente que su intención era continuar movilizándose hasta llegar a Estados Unidos, y otro más a Canadá. Casi todos ellos tenían algún familiar o conocido en distintos puntos del continente, notablemente en Estados Unidos. Los factores y motivaciones que dan continuidad a la movilidad prolongada, y a su vez mantienen viva la diáspora y la aspiración a convertirse en sujeto dyaspora, se revelan a través de las experiencias relatadas por otro colaborador. Urié (pseudónimo) era un joven de 23 años que cursó hasta el segundo año de la carrera universitaria en agronomía; hablaba kryol, francés, bastante inglés y entendía español. Su madre murió en el terremoto que azotó a la capital, Puerto Príncipe, en 2010. Su viaje al Brasil tuvo como escalas la República Dominicana, Panamá y la Guayana Francesa. Permaneció en Brasil aproximadamente un año (2020-2021). Una tía residente en Miami, entre los varios parientes que tiene en EUA, fue quien lo ayudó con dinero para trasladarse de Brasil a México. A la pregunta de cómo pensaba pagar esos recursos sorprendió su respuesta al indicar que la transacción no constituía un préstamo que él estaba obligado a devolver. Urié iba a retribuir ese apoyo a través de los recursos monetarios que pudiera ofrecer a otros familiares, una vez que él estuviera establecido y con ingresos económicos sólidos. Es decir, la intención era asistir a otros para salir de Haití. Decidió reemigrar porque la situación económica en Brasil era desfavorable. Llegar a Tapachula, desde Manaos (en la Amazonía brasileña) le tomó dos meses. Una vez que obtuviera la condición de refugiado su plan era dirigirse a Mexicali, o a Tijuana. Evaluaba la idea de permanecer en México, pero lo más probable era que continuaría hacia Estados Unidos (comunicación personal, 27 de junio de 2021).

A partir del testimonio anterior se señalan cuatro elementos que son importantes para comprender, por ahora de forma esquemática debido a que se hace necesaria una indagación más exhaustiva, la lógica y dinámica de las movilidades prolongadas. Primero, la existencia del vínculo familiar es parte del armazón que forma el rizoma figurativo aludido por Miranda (2021). El segundo elemento resulta fundamental a nivel afectivo, pero también en la esfera material porque la parentela es la que, comúnmente, provee las remesas monetarias que hacen posible reemigraciones subsecuentes. El tercer punto, quizás el menos conocido, pero no por ello menos importante, es el pacto moral, implícito, que asume Urié para figurar un horizonte de expectativas (Montagna et al., 2021, p. 13) y de esperanzas para potenciales futuros migrantes y sujetos diaspóricos. Finalmente, se detecta la incesante movilidad que han emprendido los haitianos a lo largo del continente americano, misma que puede, o no necesariamente, terminar en México.


Comentarios finales

Las reflexiones aquí vertidas permiten plantear algunos apuntes para profundizar en una línea de investigación que necesita mayor atención en el contexto de las movilidades contemporáneas en América Latina. Este artículo constituye un primer acercamiento, y a su vez una invitación, a continuar el desarrollo de esa línea debido a la naturaleza de la investigación de la cual surgió, es decir, a la concisión de su andamiaje empírico vis-a-vis la propuesta teórica (en construcción). Para iniciar estas reflexiones de cierre se proponen tres elementos de orden metodológico para aproximarse al análisis de las movilidades prolongadas: a) su estudio requiere una orientación de largo aliento, es decir, concentrarse en las trayectorias, no únicamente en sucesos y procesos compartimentados (el tránsito, la llegada, etcétera); b) se hace indispensable prestar atención a la historia de movilidad del grupo familiar al cual pertenece el sujeto migrante porque ello permite comprender a cabalidad las trayectorias individuales, pero que puede decidirse en función de decisiones que se toman en el seno de la familia; y, c) es necesario examinar los distintos ciclos o etapas, puntos de inflexión y momentos coyunturales (como pueden ser momentos de inmovilidad) de las trayectorias migratorias en su conjunto, desde una lente panóptica.

Poner atención a la (in)movilidad implica considerar que la migración prolongada incluye pausas e interrupciones. En los hechos surgen muchos factores ─personales, estructurales, coyunturales, incluso fortuitos─ que llevan a la suspensión (transitoria) del proyecto migratorio. Esas rupturas, encuadradas en una trayectoria ampliada, pueden dar lugar a que los sujetos en la movilidad se establezcan en un destino inicialmente no considerado y con ello ser uno de los elementos, entre otros, que dé paso a la formación de una diáspora. Se argumenta que un proyecto de movilidad dilatada en el tiempo alimenta, eventualmente, la continuación de la diáspora haitiana. Los escenarios de movilidad de las personas haitianas en las Américas incluyen muchos destinos probables (“multipolaridad”) y evolucionan constantemente (son dinámicos), en periplos a lo largo del continente.

Las diversas movilidades en las que se embarcan los sujetos (reemigración, circularidad, incluso dejar abierta la posibilidad del retorno) también articulan a personas con familiares y connacionales en distintos territorios, a través de “nuevos centros” de “instalación” y destinos, ya sean temporales o permanentes. La gente busca esos “nuevos” centros, que les permitan mantener cercanía a la distancia con un “descentrado” Haití. Antes de dirigirse a México algunos de los entrevistados intentaron permanecer en países como Chile y Brasil. La presencia de comunidades haitianas ya asentadas en esas naciones son parte del proceso de dispersión, constitutivo de la diáspora. Ya sea que la pancomunidad haitiana haya logrado asentarse parcial o plenamente, o incluso haber alcanzado cierto grado de integración en sociedades de “instalación” ─procesos que pueden variar considerablemente─, dicho tema está fuera del alcance de este escrito y requiere tratamiento aparte.

La decisión de quedarse inmóvil, instalarse, asentarse o continuar estaba determinada en 2021 por ciertas condiciones que es necesario situar en el marco temporal ampliado de la movilidad haitiana. En primer lugar, y a diferencia de lo sucedido en la década de 1980, en que los sujetos diaspóricos eran mayormente perseguidos políticos, en tiempo reciente el conjunto de los que huyen, emigran o son desplazados es más heterogéneo: de procedencia rural y urbana, jóvenes y adultos, hombres y mujeres, grupos familiares, gente con muy diversos niveles de educación formal.

Segundo, posteriormente al terremoto de 2010 la dispersión tuvo una direccionalidad sur-sur, para luego retomar la tendencia histórica que se ha orientado de sur a norte (hacia Estados Unidos, concretamente), y a través de ese proceso ha llevado la diáspora a muchas partes del continente americano. Tercero, en tiempo reciente los haitianos han emprendido un periplo más peligroso, de más larga duración y más precario que en el pasado. Es más peligroso porque los haitianos indicaron que atravesaban entre ocho y diez países en América Latina y en donde eran presa de muchos actores criminales, particularmente en el paso del Darién. Resultaba más extenso porque las personas tardaban en llegar a México, desde Chile o Brasil, hasta dos meses, sin que ahí acabara la meta fijada por muchos de ellos. Era una travesía sumamente precaria porque además de los sacrificios y sufrimientos que habían de enfrentar a través de Centro y Sudamérica encontraban incertidumbre al no saber si les otorgarían medidas de protección en México, o tendrían que esperar por mucho tiempo la posibilidad de solicitar asilo en EUA. Caían en una suerte de condición liminal.

Por último, cuando los sujetos en la movilidad piensan en el futuro anhelado para la progenie, dicho afán constituye una fuerte motivación para continuar movilizándose. Es parte del horizonte de expectativas aludido por Montagna y colaboradores (2021). Expectativas, planes, sueños forman parte de las motivaciones que dan continuidad a la movilidad dilatada, y a su vez, a la diáspora.

Agradecimientos

Esta investigación fue financiada por el proyecto PAPIIT IN307921 “Crisis societal, colapso ecológico y modelos emergentes en el Gran Caribe”, de la Universidad Nacional Autónoma de México. El autor agradece los valiosos comentarios aportados por los árbitros para fortalecer los planteamientos aquí vertidos.


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Notas

1 La palabra instalación se entrecomilla a lo largo del artículo con el objetivo de interpelar el sentido, limitado, que se atribuye a la idea de espacios de instalación de las “negritudes en la movilidad” (Audebert et al., 2023). No se puede asumir que todos los refugiados y otros migrantes haitianos llegan y se instalan. Muchos están de paso, otros son forzados a quedarse, ya sea por un breve o un largo tiempo. Instalarse forma parte, desde el punto de vista del presente artículo, de un proceso mucho más complejo, el cual se esboza en la nota a pie de página 9.

2 Joseph (2019) informa de presencia haitiana en países como Ecuador y Chile desde el inicio del siglo XXI, pero el grueso de movilidad reciente sucede posteriormente al terremoto que sacudió Haití en 2010.

3 Aunque no existe un desglose del porcentaje de haitianos que ingresan su solicitud en la delegación de Comar en esa ciudad, los datos oficiales indican que se recibieron 77 469 solicitudes en 2023, el equivalente a 54.92% de un total de 141 053 en todo México (Comar, 2024).

4 La falta de espacio no permite una discusión amplia sobre contrapropuestas teóricas, críticas, sobre diáspora desde el campo de los estudios culturales y el postmodernismo (verbigracia, Clifford, 1994; Gilroy, 1991; Hall, 1990) y otras perspectivas (Anthias, 1998; Bauböck & Faist, 2010, por ejemplo).

5 De manera sucinta el concepto postmigrante se refiere a las historias, conexiones y prácticas de los descendientes que se contrastan con las experiencias de sus padres y abuelos (Çağlar, 2016, p. 954) y es útil para superar la noción de segunda generación, la cual ha resultado conceptualmente problemática.

6 Aquí se hace referencia únicamente a algunos de los autores más destacados en la discusión sobre esta categoría desde su surgimiento, a la vuelta del siglo XXI; la literatura sobre el tema sigue en crecimiento y especializándose. Por ejemplo, De Renó Machado (2020) analiza la manera en que las leyes migratorias implementadas en Brasil a partir de 2016 endurecieron las restricciones para las poblaciones migrantes en ese país, una medida derivada, en alto grado, por la llegada a esa nación, posterior al terremoto de 2010, de gran número de haitianos, y que los hace, precisamente, volver a emigrar.

7 Los controles a la movilidad están contribuyendo de manera decisiva en la experiencia diaspórica y en las movilidades de largo aliento. Dos claros ejemplos recientes lo representan las normativas conocidas como los Protocolos de Protección a Migrantes (MPP por sus siglas del inglés Migrant Protection Protocols) (United States Department of Homeland Security [USDHS], 2019) y Título 42 (Department of Health and Human Services, Centers for Disease Control and Prevention, 2020), implementados por el gobierno estadounidense en 2019 y 2020, respectivamente, ya que esas disposiciones obligaron a las personas a quedar varadas.

8 Al menos cinco de las personas entrevistadas para esta investigación indicaron que dejaron hijos en Haití o en la República Dominicana. Aunque no se preguntó directamente si ellos deseaban regresar, las personas dejaban entrever en sus respuestas que la reunificación familiar era un objetivo anhelado, un elemento vinculante a la diáspora.

9 Desde la visión de este artículo, un primer proceso constituye el instalarse, lo cual puede devenir en establecerse, para luego transitar hacia la posibilidad de asentarse. A lo largo de estas fases resultan decisivos el tener un lugar donde residir, el acceso a medios de subsistencia y el apoyo de familiares y otros agentes (amigos, redes de conocidos en otros “polos” y lugares de “instalación”, organizaciones de la sociedad civil que trabajan con migrantes, iglesias, etcétera).

Luis Alfredo Arriola Vega
Guatemalteco-mexicano. Doctorado en antropología por la University of Florida. Es investigador y docente en el Grupo Académico Estudios de Migración y Procesos Transfronterizos, de El Colegio de la Frontera Sur, Unidad Campeche. Líneas de investigación: movilidad humana y la frontera México-Guatemala. Publicación reciente: Coraza de los Santos, E. & Arriola Vega, L. A. (2022). Crises and migration. Critical perspectives from Latin America. Springer.



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