Reseña bibliográficaEstudios Fronterizos, vol. 16, núm. 31, 2015, 275-279

De lugares sin historia a historias sin lugar: Geografía simbólica del pueblo kumiai


Everardo Garduño (2014). Editorial Abismos, School of Transborder Studies, Arizona State University, IIC–Museo, UABC, 96 pp. ISBN–10: 978–1495966910


Antonio Zirión*


* Universidad Autónoma Metropolitana–Iztapalapa, Departamento de Antropología, México.
Correo electrónico: zirion@gmail.com


Debo confesar que el mundo de los grupos indígenas del norte del país, como los kumiai, no podría ser más lejano a mis temas de estudio. Yo trabajo principalmente la cultura urbana y la antropología visual, casi siempre con jóvenes y sus subculturas marginales, y su manera de relacionarse con los espacios de la ciudad de México. Aparentemente, nada que ver con los kumiai. Sin embargo, conforme fui leyendo el libro de Everardo Garduño, De lugares con historia a historias sin lugar, encontré coincidencias importantes con los enfoques y las estrategias de nuestras investigaciones, no sólo en cuanto al uso de recursos audiovisuales vinculados al libro, sino también por el interés en lo que podemos denominar "antropología del espacio" o "antropología del habitar".

No voy a ocuparme de describir puntualmente los contenidos del libro ni los pormenores de la investigación; para ese propósito no hay como leer directamente el libro. En cambio, sí quisiera destacar algunos aciertos y virtudes que encuentro en él, y señalar algunas discusiones muy interesantes que pone de relieve este trabajo.

La primera cuestión digna de mencionar es que este proyecto nace a iniciativa de los propios kumiai, quienes se acercaron a la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas (CDI) para plantear su preocupación por la amenaza que enfrentan sus más de 70 lugares sagrados. Históricamente, estos lugares se han visto atravesados por los diferentes conflictos y procesos de transformación que se han acrecentado dramáticamente en el México del siglo XXI. La CDI comisionó a Everardo Garduño para desarrollar un diagnóstico y proponer un programa de desarrollo para hacer frente a esta problemática. Sin embargo, este libro va mucho más allá de un trabajo por encargo, se nota desde el inicio que el autor hizo suyo el proyecto, lo convirtió en una inquietud personal, trascendiendo los intereses institucionales. De esta manera, a diferencia de la mayoría de las investigaciones antropológicas y acciones estatales, este libro es producto de una demanda popular; no es un proyecto impuesto por una institución o por un investigador, sino que surge a partir de las inquietudes y perspectivas de sus protagonistas. En este sentido, podríamos considerarlo, junto con los materiales audiovisuales derivados de este proyecto, como un buen ejemplo de antropología visual aplicada y comprometida.

Uno de los primeros méritos es la recuperación de los autores y textos clásicos de la antropología de la religión y la antropología simbólica para estudiar problemas contemporáneos. El autor retoma, por ejemplo, la obra de Durkheim y Evans Pritchard para explicar las dinámicas de fisión y fusión de un pueblo tradicionalmente nómada como los kumiai; las ideas de Mircea Eliade para entender las intrincadas relaciones entre lo sagrado y lo profano; algunas ideas de James Frazer plasmadas en su obra fundacional La rama dorada; los planteamientos de Rappaport sobre la ecología cultural y los de Taylor sobre el animismo. De esta manera, el autor entabla un diálogo productivo entre las inquietudes fundamentales de nuestra disciplina y los nuevos derroteros que la obligan a reinventarse en el mundo contemporáneo.

Otro acierto del libro es la gran atención y respeto con que Garduño escucha e incorpora las categorías de los sujetos en el análisis de su realidad sociocultural, en vez de forzar e imponer nuestros términos y nociones académicas, con un lenguaje críptico que muchas veces sólo los antropólogos podemos descifrar. Tal como recomienda el sociólogo y filósofo francés Bruno Latour en su libro Reensamblar lo social, escuchando atentamente a los kumiai, entendiendo y compartiendo el significado de sus palabras, es precisamente como Everardo llega a la idea de los "lugares con historia", un concepto "nativo" que lo llevó incluso a modificar el título original del libro.

A propósito de los "lugares con historia y las historias sin lugar", entrando de lleno al meollo conceptual del libro, al tema de la geografía simbólica y los sitios sagrados que los kumiai luchan por recuperar o defender, me parece importante resaltar la centralidad y transversalidad de la cuestión del espacio y el territorio para la antropología contemporánea. Ya sea en el ámbito urbano o en el medio rural, no podemos pensar en la cultura como algo independiente o dislocado del espacio en el que se gesta. Esto nos conduce inevitablemente a la noción del habitar, que podemos entender en términos generales como la relación bidireccional entre sujetos y espacios. Los sujetos hacen y modifican el espacio que habitan, pero a la vez el espacio im­­pone condiciones y determina las prác­ticas, interacciones y formas de experiencia de los sujetos.

Así, cobran relevancia conceptos como paisaje cultural, cartografía simbólica o apropiación afectiva del espacio. El territorio se refiere a un espacio habitado, es decir, aprehendido, nombrado, pensado, imaginado, significado, vivido y transitado. Todo lo contrario de los "no–lugares" de los que hablaba Marc Augé (refiriéndose a ciertos espacios urbanos típicos de la modernidad, que define como espacios genéricos, anónimos, desprovistos de valor simbólico, vacíos de significado); los sitios sagrados confieren identidad a los kumiai, por el hecho de condensar múltiples estratos de memoria y poseer diversos tipos de significación: arqueológica, histórica, ritual, económica, ecológica, etcétera.

Todo esto pone de manifiesto los vínculos tan estrechos como poco explorados entre la geografía y la antropología. La geografía humana y su contraparte, la antropología del espacio, tienen que ver con los significados que posee un territorio o un paraje para una comunidad, que no sólo lleva a cabo una ocupación utilitaria para resolver sus necesidades materiales, sino además y sobre todo una apropiación simbólica y afectiva del paisaje. En este sentido, podemos decir que no hay paisaje sin mirada, se necesita un ojo dispuesto a recorrerlo para que cobre existencia y significado. Como dice Amalia Signorelli, precursora de la antropología del espacio urbano, así como no hay sujetos que no estén localizados en algún lugar, tampoco podemos pensar en lugares que no estén de alguna manera humanizados, ocupados física o simbólicamente.

Pero además de tender puentes interdisciplinarios, la investigación que dio pie a este libro emplea de manera ejemplar la metodología etnográfica. A partir de una convivencia prolongada con los kumiai, una escucha atenta y una mirada respetuosa, el autor realiza entrevistas a profundidad, observación participante y otras estrategias de investigación cualitativa. Recopila sus mitos de origen, los compara con los de otros grupos vecinos, contrasta las versiones antiguas con las actuales, y explora la tradición oral en busca de las concepciones e imaginarios sobre el territorio.


Antropología/memoria visual

En relación con el papel de las imágenes en esta investigación, quisiera mencionar que así como los lugares sagrados no se definen solamente por las características físicas del terreno, sino por los estratos de memoria que acumulan; en este libro también hay diversos sentidos y varios niveles en los que la imagen actúa como un dispositivo de la memoria colectiva.

Por un lado, tenemos el registro de los lugares, de sus condiciones actuales y los relatos de los kumiai en torno a ellos. Las fotos en blanco y negro tomadas por Enrique Botello, entretejidas con el texto, tienen un carácter ilustrativo, en el mejor sentido de la palabra, pero también un enorme valor estético. A esto se suma la investigación sobre la cultura visual de los kumiai tanto en archivos históricos como entre los habitantes vivos. De esta manera, se lleva a cabo una antropología visual que pasa por la creación de imágenes como parte de una investigación antropológica, pero también una antropología de lo visual que explora la cultura visual preexistente y utiliza a la imagen como fuente de investigación.

Respecto de lo visual, se debe mencionar que el libro está vinculado a través de un código QR localizado en las últimas páginas, que al ser enfocado con un celular inteligente nos conduce a un micrositio que contiene materiales audiovisuales, el registro videográfico de los relatos y testimonios de los kumiai, un ensayo fotográfico acompañado de música tradicional y nueva música original compuesta especialmente para este proyecto de investigación. Merece mención especial el mapa interactivo que ubica los sitios sagrados y nos remite directamente a los relatos de los kumiai sobre cada uno de ellos. Queda claro en el trabajo de Everardo Garduño que imagen y palabra constituyen discursos paralelos y autónomos, ninguno de ellos subordinado al otro, pero que bien articulados enriquecen significativamente la investigación.

Para concluir, me gustaría referirme a las recomendaciones que se proponen en este libro para la conservación y/o recuperación de los sitios sagrados de los kumiai. Estoy de acuerdo con la idea de diseñar un programa permanente de estimulo de la memoria colectiva del grupo. Pero me parece crucial pensar críticamente y plantear una discusión más profunda sobre el ecoturismo o etnoturismo. Esta opción sin duda es un modelo de desarrollo interesante que ha dado buenos resultados en diferentes lugares, pero es preciso reflexionar sobre sus implicaciones, significa­dos, consecuencias, potencialidades y ries­gos a largo pla­zo para los kumiai en particular. No hay que perder de vista que lo ideal sería que los grupos indígenas como los kumiai tuvieran un desarrollo pleno sin necesidad de convertirlos a ellos ni a sus tierras en un atractivo turístico, en objeto de la economía global, de la cultura trasnacional que a la larga, en muchos casos, también deriva en una forma de depredación.

Finalmente, más allá de los aspectos teóricos y conceptuales a los que me he referido, y además de la gran importancia política de este proyecto de investigación–acción, no me queda más que recomendar la lectura de este libro y el visionado del material audiovisual que lo acompaña. Su lectura es muy sencilla y agradable, los invito a que lo lean, y a que visiten el micrositio. Su lenguaje es muy accesible y, sin tener pretensiones didácticas, nos ilustra sobre una realidad relativamente desconocida para el público en general; además, nos incita a reflexionar sobre temas cruciales para la antropología contemporánea, como la imagen y el valor simbólico del espacio. Se trata de un ejemplo de cómo la imagen puede convertirse no únicamente en un vehículo para la divulgación del conocimiento, sino en un poderoso instrumento de investigación.