Reseña bibliográfica Estudios Fronterizos, vol. 7, núm. 13, 2006, 123-127

Introducción a las teorías de la Teatralidad


Domingo Adame. Elogiodeloxímoron. México, universidad Veracruzana, 2005, 525 pp.


Hugo Salcedo*


* Escuela de Humanidades, Universidad Autónoma de Baja California. Sistema Nacional de Creadores de Arte.
Correo electrónico: salcedo@uabc.mx


Cualquier comentario desmerecerá sin duda ante la aventura titánica del investigador que alcanza aquí a poner a mano una profusa reflexión en torno a las teorías de la teatralidad ubicadas en una relación de significados contrapuestos que, lejos de excluirse, se complementan para resaltar el mensaje que intentan transmitir. El oxímoron transita de simple figura retórica en todo un sistema de configuración literaria (y espectacular) que se extiende por los niveles de la concepción y funcionamiento de la teatralidad.

El doctor Domingo Adame en este extenso documento que en ventura publica de reciente la Universidad Veracruzana (2005), se ha obligado a un recuento de las cualidades de correspondencia entre el hecho de la condición representacional y los diversos campos del conocimiento filosófico (Teatralidad y epistemología), de las relaciones sígnicas (Teatralidad y semiótica), del devenir humano mediante las prácticas sociales (Teatralidad y cultura), del artificio creativo que se pone en juego para la concepción del texto (Teatralidad y dramaturgia), de la fase ilusionista y espectacular (Teatralidad y escena).

Sobre estos cinco ejes se erige uno de los más serios estudios teóricos que se hayan escrito en este país respecto a la naturaleza del drama, ya por la observación a detalle, ya por la apuesta hacia los conceptos y las cualidades de la sustancia dramática ante los ojos más rigurosos de la modernidad.

Domingo Adame se instala en la compleja perspectiva de apreciar y desentrañar el fenómeno del teatro desde una perspectiva teórica que permite considerar los avances –desde el rigor de la academia– de otros teóricos, especialistas e investigadores que han hecho sus aportaciones en el panorama mundial. Muchos de los autores aquí mencionados son, de manera incomprensible inaccesibles en nuestro contexto, razón por la que esta publicación se convierte no sólo en instrumental de consulta que puede satisfacer la curiosidad del iniciado mediante una visita efímera, sino también constituirse en herramienta de continua aplicación.

Teatralidad y epistemología. La cualidad intangible, efímera y en constante construcción del acontecimiento teatral, así como el viaje de ida y vuelta entre éste y la realidad que lo produce, establecen una serie de discusiones respecto a cierta forma de aprehender el conocimiento y las propias cualidades del discurso. Por eso es que en este apartado se ponen en perspectiva un conjunto de teorías que provienen de la estética, la fenomenología teatral, la ontología de la obra literaria, la hermenéutica y la deconstrucción, con el objetivo de abrirse hacia los caminos de una comprensión plural y compleja.

Teatralidad y semiótica. El acto de la edificación de sentido o semiosis es el resultado de la relación que establece el receptor entre el mundo real que habitan personas y objetos, y el mundo de la ficción que le sirve de marco a la historia. Por lo tanto, y dado que el teatro forma parte de un sistema cultural más amplio, toda referencia e interpretación teatral es connotativa. En este segmento, se analiza el funcionamiento de la teatralidad mediante el otorgamiento de sentido ya a nivel textual o escénico. Aquí se revela el uso de los elementos de significación en su principio de producir, representar e interpretar el discurso teatral.

Teatralidad y cultura. El fenómeno teatral es quizá la manifestación más compleja de la cultura y el arte, debido en gran medida a los distintos niveles de códigos estéticos que intervienen, y a la relación estrecha que éste sostiene con el devenir del hombre en sociedad. En términos estrictos, el teatro no se entiende sin cotejar su manifestación con el momento histórico y las condiciones que propician esa producción; en este sentido el aspectosocialva entrañablemente emparentado con el aspecto estético, y más aún: desde las primeras relaciones del hombre en sociedad se distingue la presencia de elementos "teatrales" en las distintas actividades de su devenir cotidiano. Ya como enseñanza, placer, disfrute, expresión estética o búsqueda de identidad o pertenencia, el teatro descansa en su cualidad representacional.

Teatralidad y dramaturgia. Se reconoce la estructura dinámica de los signos que intervienen en el constructo del código teatral, dentro de la teatralidad de la dramaturgia que rebasan el límite de los componentes de orden literario. Y aunque a lo largo de los siglos el texto dramático ha representado uno de los más fuertes fundamentos de referencia para la concepción espectacular, no puede minimizarse el desarrollo de otros creadores como el actor, el director de escena, el sonorista o el escenógrafo que en distintos momentos han aportado significativamente a la propia construcción de la teatralidad. Lo dramático se configura entonces mediante la puesta en juego de los distintos lenguajes que transitan de la noción de autor dramático a la de creador escénico.

Teatralidad y escena. La intención de alcanzar cierto efecto en el lector–espectador, ha modificado las propias cualidades representacionales. A lo largo del tiempo se han establecido una suerte de diversas relaciones espirituales y sensoriales del receptor con el espectáculo. El actor con amplia máscara que interpretaba a la vez a múltiples personajes, soportaba una carga mítica que emparenta al espectáculo con la comunión religiosa; con posterioridad se habrá de preferir la búsqueda realista que conlleva a la incorporación de otros actores que posibilitan la réplica, al simbolismo o la mirada antropológica, a los alcances del teatro político que aboga a la reflexión conciente por parte del espectador; o bien a la oposición, por ejemplo, de la teatralidad "menor" o esencial y teatralidad "mayor", propia ésta última de los espectáculos masivos. Tradición mimética, ritualidad, ilusión artística o cinematificación del teatro, la teatralidad en la escena ha sido una categoría igualmente cuestionada a través de su ejercicio en los diversos momentos de la historia del teatro mundial.

Atendemos brevemente como corolario, a la observación de Elka Fediuk en donde la complejidad del fenómeno teatral ha abierto numerosos debates respecto a su esencia, funcionalidad, interdisciplinariedad y espacio liminal de correlaciones que van más allá del planteamiento binario.

La teatralidad como sustancia y la representación como forma, han llamado el interés de estudiosos formados en otras disciplinas que van marcando novedosos caminos que permiten explorar los alcances ilimitados de la aventura del teatro. Desde Nietzsche y su mirada hacia el origen de la tragedia, hasta Freud quien "introdujo una aproximación al personaje a través de su teoría de psicoanálisis y no sólo a los personajes de la tragedia griega (...) sino también a las protagonistas de los dramas de Ibsen" (Fediuk, Adame p. 15).

Desde Duvignaud y su perspectiva del teatro como práctica social hasta MIjaíl Bajtín y sus estudios respecto a la expresión carnavalesca que permite reinterpretar la farsa y apreciar los alcances paródicos e irónicos de la expresión humana. Pero también Gramsci y el debate respecto a la concepción hegemónica de la cultura popular con énfasis en la dirección intelectual y moral más que en la dominación del Estado, Bourdieu y su mirada desde los conceptos de campo y habitus que aplica para el desarrollo temático de los estudios culturales, Debord y la descomposición de los lenguajes mediante la hibridación de las formas, Paul Gilroy que bajo la construcción subalterna en el tablero global realiza una crítica hacia la asimetría de los intercambios, Kim Christian Schroder que propone la combinación de criterios para avanzar hacia un entendimiento de las complejas dimensiones afincadas en la idea de recepción.

La revisión de planteamientos y la consecuente puesta al día de los conceptos, convertirán a este libro en un texto de escrutinio obligado debido al acertado ejercicio por descubrir los mecanismos de generación, funcionamiento y principios teóricos que rápidamente se han anunciado, sustentados en la compleja cualidad de teatralidad no como un fin en sí mismo sino como "un proceso de interacción de códigos teatrales (personajes, actuación, gesto, movimiento, palabra, espacio, tiempo, objetos, sonidos, etc.) estructurados o entramados por un productor (dramaturgo, director, actor, escenógrafo) que al ser percibidos e interpretados por un receptor (lector, espectador) ponen de manifiesto la alteridad y sentido de la realidad representada" (Adame, p. 491).

Finalmente no puede dejar de mencionarse el marco bibliográfico que permitirá al interesado lograr una mejor inmersión en cada uno de los ejes temáticos. Un listado exhaustivo da cuenta del arduo trabajo de escritorio y seria reflexión que permiten llevar a feliz término la investigación que ubica al hombre tras las páginas, al doctor Domingo Adame, como uno de los más brillantes académicos que enfocan sus estudios apuntando hacia las casi imperceptibles fronteras que se construyen en el arte de la representación.