Artículo Estudios Fronterizos, vol. 7, núm. 13, 2006, 9-28

Aportaciones para una epistemología de los estudios sobre fronteras internacionales


Contributions for studies' epistemology regarding international borders


Eusebio Medina García*


* Universidad de Extremadura, España.
Correo electrónico: emedina@unex.es


Resumen

En este artículo proponemos un modelo interpretativo que puede servir como referente para abordar desde una perspectiva interdisciplinar los estudios sobre fronteras internacionales. Dicho modelo, inspirado en la teoría del campo social dinámico o campo sociocultural (Sztompka, 1995) y en los modelos de simulación social basados en inteligencia artificial (Lozares, 2004), se articula en cuatro dimensiones básicas: ideacional, normativa, materialista y agencial. El modelo es dinámico e interactivo y presupone la existencia de relaciones múltiples y complejas entre las cuatro dimensiones del campo, así como de una cierta autonomía en cada una de ellas. Dicho modelo está gobernado, además, por dos vectores fundamentales: espacio y tiempo. La dimensión espacial se refiere tanto al soporte físico y material, al territorio, como a otros aspectos, entre ellos la aprehensión psicológica del espacio y el espacio imaginario. En su dimensión histórica, temporal, consideramos que el modelo evoluciona constantemente sobre un fondo de mismidad suficiente para poder ser estudiado como hecho social. Abogamos aquí por la necesidad de construir una metodológica ecléctica que nos permita alcanzar una conjunción equilibrada entre los aspectos tangibles e intangibles, cuantitativos y cualitativos, macro y micro, interpretativos y comprensivos, singulares y compartidos, funcionales y crítico–racionales.

Palabras clave: fronteras internacionales, epistemología, modelo de simulación social, ciencia social aplicada.


Abstract

This article proposes an interpretative model that can be used as a reference to aboard from an interdisciplinary perspective the international borders studies. This model, inspired in the dynamic social field theory or socio–cultural field (Sztompka, 1995), as in the social simulation models based on artificial intelligence (Lozares, 2004), is structured in four basic dimensions: ideational, normative, materialist and agential. The model is both dynamic and interactive and presupposes the existence of multiple and complex relations between the four dimensions of the field, but at the same time, it assumes certain autonomy in each one of them. Two fundamental vectors also govern the model: time and space. The spatial dimension makes reference both to the physical and material support –the territory– and other aspects, like the psychological apprehension to the space and the imaginary space. In its historical and temporary dimension, we consider that the model evolves constantly in a core of selfness enough to be studied as a social fact. We plead here for the necessity of constructing an eclectic methodology that allow us to reach an equilibrated conjunction between the tangible and intangible, qualitative and quantitative, macro and micro, interpretative and comprehensible, singular and shared, functional and rational matters.

Keywords: international borders, epistemology, social simulation model, applied social cience.


Introducción

Actualmente disponemos de numerosos estudios sobre fronteras internacionales, acometidos desde una pluralidad de enfoques y perspectivas. La mayoría de tales abordajes se circunscribe a un espacio concreto, a una temática específica, y se construye con las herramientas y los procedimientos propios de una determinada disciplina: historia, geografía, sociología, antropología, etc. Esta absoluta preponderancia de los estudios especializados sobre las fronteras produce un efecto distorsionador, una pérdida de perspectiva sobre el conjunto, generando islotes de conocimiento muy detallado en medio de un mar sin contornos. A nuestro parecer, la investigación especializada debe ir pareja con otros desarrollos teóricos y metodológicos que posibiliten la emergencia de una visión integrada sobre las fronteras internacionales. La nueva dinámica que generan los procesos de globalización en marcha, en su triple vertiente –flujos globales, individualismo radical e identidades de resistencia (Castells, M, 1998: 393 y ss.)–, requiere de nuevos conceptos y teorías que nos ayuden a interpretar esta compleja realidad.

Entre los entendidos se percibe la necesidad de acometer los estudios sobre fronteras desde una perspectiva interdisciplinar y transfron­teriza que supere las limitaciones de los tradicionales enfoques historicistas y geopolíticos, los cuales se asientan, por lo general, en un concepto obsoleto de la frontera, ligado a los procesos de militarización, burocratización, centralización y legitimación de los estados nacionales. Aunque existen numerosas aportaciones teóricas sobre la frontera, casi todas giran en torno al contenido del propio concepto (Lisón Tolosana, C., 1997: 141 y ss.) o derivan hacia sistemas clasificatorios meramente descriptivos (Foucher, M., 1997); por ello, no nos sirven para entender ni los procesos ni las dinámicas que se desarrollan en torno a las fronteras.

Las fronteras internacionales y sus espacios de interinfluencia constituyen marcos privilegiados para estudiar la mecánica y los efectos de numerosos fenómenos, relativamente nuevos, que se manifiestan en el presente, como el desdibujamiento de las fronteras nacionales, la deslocalización industrial, la emergencia de regiones transnacionales y sus nuevas fronteras subsecuentes, etc. Para entender tales fenómenos necesitamos desarrollar una epistemología de los estudios sobre fronteras que, sin frenar el avance colateral de los estudios especializados y de otras aproximaciones, nos permita obtener una visión general del fenómeno frontera. Necesitamos un marco de referencia que sirva como catalizador para los múltiples estudios y perspectivas, que posibilite a la vez un análisis de los procesos dinámicos y el establecimiento de tipologías y de comparaciones, tanto entre los segmentos espaciales de una misma frontera como de las diversas fronteras entre sí.

La comparación resulta esencial para entender el funcionamiento y la estructura del fenómeno, así como para captar las posibles regularidades de tipo medio y general que en él se manifiestan. A pesar de sus limitaciones, la sistematización de tales regularidades posibilitará el establecimiento de modelos de funcionamiento que nos otorguen una cierta capacidad de predicción y, en consecuencia, de intervención intencionada para la reconducción parcial de los fenómenos y de sus probables efectos. Aunque pueda parecer utópico, dicha intervención debería estar impregnada de valores orientados al establecimiento de un nuevo orden internacional regido por el respeto de los derechos humanos, de la diversidad cultural, del medio ambiente… y abogar por la necesaria participación social y el reparto más equitativo de la riqueza en cualquiera de sus manifestaciones.


Principios teóricos y metodológicos

A continuación presentamos algunos de los principios sobre los que debería asentarse, a nuestro parecer, una epistemología de los estudios sobre fronteras:


Sobre la dimensión histórica

A lo largo de la historia han variado considerablemente las concepciones en torno a las fronteras, así como su aprehensión y su intensidad. La progresiva sedentarización de las sociedades humanas marcó el inicio de un vasto proceso que culminó con la instauración generalizada de límites precisos, de fronteras políticas y administrativas más o menos flexibles (Douglas Taylor, 1996); Mitre Fernández, 1997). Dicho proceso presenta nuevas singularidades que superan el ya tradicional concepto de frontera político–administrativa, perfectamente definida por un límite fijo sobre el territorio (Uriarte, 1994: 57 y ss.). Actualmente, las fronteras de los Estados–nación son rebasadas de múltiples maneras (Ruíz, 1996). El propio Estado–nación ha permitido y propiciado el derrumbamiento de sus fronteras tradicionales y la emergencia de un nuevo paradigma, en el que la realidad fronteriza se vislumbra desde una perspectiva compleja, internacional y trans­fron­teriza (Bustamante, 1996; Vanneph, 1997), inserta en diversos procesos de globalización (Castells, 1998), de reivindicación y reestructuración de las identidades colectivas (Zavala de Cosio, 1997; Valenzuela Arce, 1998; Velasco Ortíz, 2002).

Las dimensiones espacio–temporal presentes en las fronteras están estrechamente vinculadas entre sí. La frontera, al ser una creación histórica, aparece siempre inserta en un espacio–tiempo en constante mutación. La dimensión histórica del fenómeno frontera nos remite a su permanente provisionalidad, a su constante trasiego. Ésta nos incita a interesarnos por los procesos de transformación que acontecen en su seno. Como se ha dicho, los espacios de frontera constituyen entornos privilegiados para identificar tendencias y estudiar fenómenos emergentes, frutos en su mayor parte del acelerado proceso de mutación del mundo en que vivimos. La perspectiva histórica nos invita al abordaje de estos fenómenos en su dinamicidad, en su complejidad, formando parte de procesos indeterminados, en los que de­sempeñan un papel igualmente importante tanto la gran historia como la intrahistoria. Junto a la historia de la frontera recogida en los libros, cuya construcción, difusión y aprehensión han estado tradicionalmente sesgadas, la etnohistoria nos remite a las vidas de la gente fronteriza, apenas construidas y generalmente silenciadas. La conjunción de historia e intrahistoria, para su mutuo enriquecimiento, es un camino que aquí proponemos.


Sobre la dimensión espacial

Por espacio fronterizo se ha entendido bien al territorio exclusivo –border– sobre el que ejerce su soberanía un poder o un Estado nación, o bien a una tierra de nadie que articula un espacio difuso, de transición –targ, frontier– entre culturas o civilizaciones colindantes; sin llegar apenas a comprender que las fronteras son, generalmente, ambas cosas a la vez. Incluso las fronteras más rígidas y mejor guardadas son cruzadas, una y otra vez, con un afán inaudito que a veces cuesta la vida. La presencia y la existencia física de la frontera, su levantamiento, posibilita e invita a la trasgresión, porque la frontera lleva implícito el tránsito en su misma naturaleza.

Como soporte físico, el territorio permite una amplia descripción y localización de infraestructuras productivas, recursos, denominaciones topográficas, espacios intermedios, densidades y flujos, etc. En este apartado deben incluirse, además de la descripción física del territorio fronterizo, los recursos materiales y culturales presentes en el espacio transfronterizo: riquezas del subsuelo, distribución de cultivos, ubicación de industrias, principales vías de comunicación, poblaciones, aduanas y pasos fronterizos, sitios arqueológicos, construcciones singulares, etcétera.

Sabemos que el espacio no es reductible al territorio (Ranfla González, 1984). Lo espacial también encuentra campos de expansión en la imaginación y en la conciencia de los hombres. El lugar donde se vive se humaniza y nos humaniza. El territorio pasa a formar parte estructurante de la memoria individual y colectiva; es la tierra consagrada, la parte sentimental del territorio, un soporte para la vivencia y la representación simbólica sobre el que se asientan, se crean y se recrean los referentes de la identidad. Esta dimensión psicológica del espacio fronterizo resulta particularmente interesante para adentrarnos en los aspectos inmateriales del fenómeno, en ese rellano de identidad condensada, cargado emocionalmente, que raya con lo inconsciente. Las fronteras y las representaciones que aquí se construyen no coinciden necesariamente con las fronteras territoriales, ya sea en sentido amplio –espacio fronterizo– o restringido –línea fronteriza–, aunque probablemente se da una cierta convergencia entre fronteras físicas y mentales. Es importante saber si predomina, y entre quiénes predomina, una visión unilateral o bien transfronteriza del espacio. Esto nos ayudará a establecer con mayor rigor los límites aproximados de cualquier espacio fronterizo teniendo en consideración las opiniones de los propios habitantes, aunque probablemente no lleguemos nunca a una delimitación clara y precisa de los límites de estos espacios de frontera, puesto que su misma naturaleza se asienta en la indeterminación.

Más allá del espacio organizado está el espacio imaginado, la terra incógnita, un mundo donde habitan los monstruos y los mitos (Baudot, 1998). Aquí es donde se desarrollan las visiones fantásticas del mundo, las formas del caos, el ámbito de lo desconocido (Eliade, 1992). Es un mundo poblado por seres extraordinarios: cíclopes, ogros, hadas, dioses, amazonas...; seres que habitan en un espacio liminar de fronteras indefinidas y portentosos encuentros: el fabuloso Reino de Saba, la Atlántida, las Siete Ciudades de Oro, las Minas del Rey Salomón, El Dorado, Cibola y Quiriva... Esta faceta imaginaria del espacio ha tenido un papel muy importante en la historia de los descubrimientos y las colonizaciones, arrastrando un impulso fundado en la codicia, en la imaginación, en el afán y la atracción por lo misterioso y desconocido. Fenicios, griegos, romanos, vikingos, portugueses, españoles y muchos otros han apostado sus fortunas y sus vidas contra una certeza imaginada. La progresiva reducción de los espacios inexplorados no ha supuesto la consecuente desaparición de esta importante dimensión espacial; por el contrario, ésta se ha trasladado a nuevos confines orientados al espacio infinito, el cual se va poblando, y ordenando, paulatinamente con nombres extraídos de los mitos.


Subcampo ideacional

En este nivel se concentra el imaginario colectivo, la visión que impera sobre los otros –semejantes y extraños, amigos y enemigos– y las barreras que nos separan de ellos –étnicas, lingüísticas, religiosas, históricas, simbólicas– (Lisón Tolosana, 1992). El nivel ideacional es, además, un campo donde florecen las representaciones colectivas ligadas a diversas ramas del arte: pintura, cine, música, literatura... La producción artística y la hermenéutica no sólo son necesarias, sino hasta imprescindibles para explorar estos espacios inaccesibles a la cuantificación. Es importante indagar en las imágenes que proyectan los artistas, especialmente los artistas que trabajan sobre lo fronterizo, porque actúan como catalizadores, como instrumentos de transmisión de conocimientos y sentimientos que están más allá de la mera comprensión. Este enlace empático, trascendental, se condensa y se soporta principalmente en imágenes y en símbolos. Su producción y reproducción se inserta en un proceso de remodelación constante, tanto de los contenidos como de los mecanismos, los sujetos, los soportes, y, en consecuencia, de la propia identidad. En dicho proceso, las relaciones de poder dadas en un momento histórico determinado son determinantes pues ejercen su particular violencia simbólica (Bordieu y Passeron, 1977) y utilizan a la tradición, real o inventada (Hobsbawm y Ranger, 1985), como fuente de legitimación y como principal referente.

Consideramos que cualquier clasificación cerrada sobre los contenidos o los procesos en torno a la identidad fronteriza violenta y reifica la realidad, especialmente si nos referimos a sus aspectos intangibles, como son los relacionados con la cultura inmaterial. Ateniéndonos a dicha realidad, debemos poner de manifiesto la extraordinaria fluctuación de elementos y la complejidad de los procesos de interacción que conforman una situación en un momento histórico determinado. Pretender construir una sola identidad cultural para toda una frontera parece, en principio, un despropósito, ya que seguramente existirán variaciones significativas de la identidad en uno u otro tramo, a uno y otro lado de una misma frontera. Es más, probablemente la identidad fronteriza se teje, como en todas partes, mediante un juego de diferenciaciones y oposiciones, muchas de las cuales se dan con el vecino más inmediato que no siempre tiene por qué ser el del otro lado de la frontera.

Algunos autores defienden la existencia de una cultura de frontera en las franjas fronterizas. Dicha cultura estaría caracterizada por "una fluida permeabilidad sociocultural que estructura una fuerte interdependencia simétrica [asentada sobre] relaciones de complementariedad e interdependencia" (Uriarte, 1994). Aunque en la mayor parte de los espacios fronterizos existen evidentes manifestaciones que pueden avalar tal aseveración, consideramos que el concepto de cultura de frontera debe incluir más que meras relaciones de complementariedad e interdependencia, simétrica o asimétrica; una cultura o subcultura de frontera debe contener una serie de elementos distintivos, específicos, que la diferencien significativamente de las culturas matrices, y debe ser, además, percibida desde dentro y desde fuera de su ámbito territorial, en su especifidad, tanto por los sujetos que forman parte de ella como por los demás (Barth, 1976).


Subcampo normativo

En este ámbito se desarrolla propiamente la frontera política, la frontera del poder, identificada en sus orígenes con la emergencia de los Estados nación europeos aunque, sin duda, estas fronteras rígidas tienen un origen muy anterior. Como ya hemos dicho, no conviene separar radicalmente a las fronteras políticas –border– de los espacios de frontera –frontier–, puesto que ambos van indefectiblemente unidos y tratarlos por separado violenta la naturaleza misma del fenómeno.

En este subcampo se ubican los sistemas de representación institucionalizados, las organizaciones políticas, las normas y las leyes, los mecanismos y procedimientos para elaborarlas, aprobarlas, aplicarlas, etc. Aquí se manifiesta, pues, de manera aún más evidente, el ejercicio del poder. Interesa estudiar particularmente la estructura de representación y los procesos para tomar y ejecutar las decisiones; para ello tenemos que indagar tanto en el papel de las organizaciones formales –partidos políticos, organizaciones profesionales, sindicatos como informales –cárteles, mafias, grupos de presión–. Hay que evidenciar las conexiones entre estrategias políticas e intereses económicos del Estado y de los grupos de poder, su interinfluencia y los mecanismos de conexión–oposición–coordinación. Resulta igualmente importante describir el contexto político externo, especialmente el más inmediato, tomándolo como marco de referencia. Es preciso proyectar una visión histórica de las relaciones políticas transnacionales e internacionales de los Estados fronterizos, de las decisiones políticas que han tenido mayor repercusión sobre dichos espacios, de las tendencias, de los posibles escenarios de futuro, etcétera.

Las normas y las leyes reflejan, en general, la visión de lo político sobre la frontera, ejerciendo una influencia de carácter estructural, casi inmediata, sobre los demás niveles. Probablemente sea en este nivel normativo–legal donde se produce una correlación más directa entre acciones y consecuencias. Las relaciones políticas entre dos o más Estados, y particularmente las normas y disposiciones legales relativas a las fronteras, condicionan generalmente la evolución de los flujos de intercambio y el conjunto de las interacciones que se dan en los espacios de frontera, conformando incluso nuevas representaciones colectivas. El análisis del repertorio legal sobre las fronteras debe complementarse con el estudio de los procesos concretos para tomar decisiones y ejecutarlas, procurando identificar y medir, en la medida de lo posible, las variables explicativas que influyen sobre los resultados de dichos procesos.


Subcampo materialista

Ésta es probablemente la dimensión más cuantificable de todas, a pesar de que presenta múltiples conexiones con los subcampos ideacional y agencial, quizá los menos operativos. Es la frontera de los intercambios económicos, ligada estrechamente con la frontera mercantil y burocrática, pero también con el juego de interacciones y representaciones simbólicas que se tejen y comparten entre la gente de la frontera.

El nivel de los intercambios materiales transfronterizos está condicionado en gran parte por las leyes que regulan las transacciones comerciales transnacionales, las cuales se aplican mediante reglamentos técnicos y administrativos, mecanismos de vigilancia y de control, registros y fiscalización de las operaciones, etc. Aquí encontramos las causas originales que han dado pie a muchas fronteras. La fiscalidad está presente en su origen y en su instauración. El establecimiento de una frontera–aduana constituye generalmente un fin en sí mismo, un afán por delimitar el territorio para controlar y fiscalizar los tránsitos en beneficio del poder instituido (Hinojosa Montalvo, 1998).

Siempre que sea factible, deberán cuantificarse las transacciones comerciales hacia uno u otro lado, identificando al menos los principales productos, los puntos de origen y destino, las redes de distribución, la evolución de los intercambios, etc. Todo ello con base en las estadísticas oficiales contrastadas, si las hubiera, con los datos de uno y otro país. Asimismo, tenemos que reservar un apartado para la inclusión de actividades singulares, aquellas que tienen en la frontera la principal causa de su existencia, describiendo y descubriendo las razones de su presencia y persistencia. Otro aspecto importante a desarrollar serán las actividades económicas tradicionales de las personas que viven en la zona transfronteriza. Interesa obtener una visión desde dentro y desde abajo, inventariando y describiendo dichas actividades y ligándolas a los aspectos culturales de los intercambios; es decir, con aquello que parece actuar de manera independiente, y a veces incluso en contra, de un comportamiento meramente racionalista, basado en un simple cálculo del beneficio monetario.

En un espacio de frontera se dan, por lo general de manera conjunta, flujos de intercambio lícitos e ilícitos. El volumen relativo de dichos flujos apunta, en forma directa, a la naturaleza más o menos porosa de una frontera cualquiera. La presencia de importantes tráficos ilegales de personas o mercancías denota una frontera rígida, una frontera de poder, en la que las relaciones institucionales transfronterizas están truncadas y son generalmente distantes, cuando no hostiles o de franco enfrentamiento. Interesa desarrollar, en este subcampo, el estudio de epifenómenos ligados a la frontera como los intercambios ilegales –contrabandos–, los flujos migratorios, etc. Respecto al contrabando, es preciso distinguir, al menos, entre contrabando de mercancías o de personas; establecer el ranking de los productos contrabandeados más importantes y, si es posible, el volumen aproximado y su evolución en el tiempo, los centros de origen y destino, los actores principales, las interacciones, las organizaciones, los puertos y los pasos, las redes del contrabando, etcétera (Medina, 2003).


Subcampo agencial

No podemos comprender la realidad de un espacio de frontera sin tener en consideración las actividades, las interacciones, las actitudes, las expectativas, las vivencias y las emociones de los sujetos que viven e interactúan en esos espacios liminares. Aquí estamos frente a la dimensión vivencial, personalizada y subjetiva de la frontera (Favet, 1997). Es una visión que se aloja en la conciencia de los sujetos, conformada con base en las experiencias comunes y singulares de cada uno. Interesan, pues, tanto las actividades circulares y recurrentes, como reflejos de estrategias de reproducción social compartidas, como las prácticas diferenciadas según las diversas posiciones sociales y los papeles desempeñados por los sujetos–actores. Este subcampo muestra además, a nuestro parecer, importantes interacciones con lo ideacional, a través de los procesos de producción y reproducción de las identidades propias y ajenas (Velasco Ortiz, 2004).

Debemos incidir en la aprehensión subjetiva del espacio fronterizo; el espacio simbólico sobre el que se levanta la propia identidad y el espacio emocional, en el que se posicionan los sentimientos y las vivencias; también en las interacciones e interrelaciones, en las relaciones de parentesco y en las afinidades. Interesa asimismo describir los grupos y las organizaciones presentes en la frontera, diferenciando entre organizaciones formales e informales, grupos primarios y secundarios, asociaciones, redes de ayuda, de intercambio, etc. Hay que estudiar con cierto detalle los efectos de los demás subcampos sobre las interacciones y la vida cotidiana en la frontera, así como las reacciones de la gente y las estrategias de adaptación ante tales cambios, sondeando la posible influencia de las agencias sobre las estructuras, de lo micro sobre lo macro y viceversa (Wright Mills, 1996; Giddens, 1993). El conocimiento y la ilustración acerca de cómo se vive la vida en un espacio de frontera, las oportunidades que brinda, los impedimentos que acarrea, los posibles y probables que dicha experiencia conlleva, los principales escenarios y los modos de interacción, las emociones que experimentan y manifiestan los sujetos, dan pie al desarrollo de una etnosociología de la frontera, así como a otras aproximaciones singulares.


Orientaciones para la operacionalización

El fenómeno frontera sólo es parcialmente cuantificable. Numerosos aspectos y extensiones del mismo se desarrollan en espacios a los que no se puede tener acceso mediante el análisis cuantitativo, por completo que éste sea. Admitimos por tanto, desde el principio, las limitaciones de la cuantificación para dar cuenta de dichos aspectos esencialistas. Sin embargo, a pesar de su carácter reduccionista –y en cierta medida gracias a ello–, el modelo permite la medición de numerosas variables ubicadas en todos los subcampos. Para la comparación de los índices estadísticos, una vez que éstos hayan sido convenientemente elaborados y validados, nos sigue pareciendo recomendable el método de descomposición conceptual propuesto por Lazarsfeld (1973). La estructura cuantitativa de cada frontera podría conformarse en torno a un índice general compuesto por varios sub­índices referidos a cada subcampo y a las dimensiones espacial y temporal. Esto permitiría una clasificación tipológica de las fronteras en función del peso de cada subcampo y de las dimensiones espacio–temporal que las configuran, así como una contrastación sistemática entre ellas y entre partes, dimensiones o subcampos concretos de ellas. Los valores medios deberán establecerse por referencia a los valores medios obtenidos en una muestra representativa de fronteras internacionales; por ejemplo, para determinar la extensión de una frontera habrá que relacionarla con la extensión media de todas las demás, dicha media referencial servirá como valor de contraste para determinar si una frontera es más o menos extensa, intensa, antigua, porosa o urbanizada, siempre con relación a las demás.

Con el propósito de superar algunas limitaciones inherentes a la perspectiva cuantitativa, aunque sin abandonar el ámbito de lo probabilístico, sería conveniente ordenar todo este cúmulo de informaciones en medios tecnológicos adecuados –inteligencia artificial–, de manera que pudiéramos obtener una visión contrastada, modular y sistemática de una situación dada en un espacio fronterizo determinado, en relación consigo mismo y con otros espacios. La aplicación de modelos de simulación de fenómenos complejos, no lineales, mediante inteligencia artificial social, especialmente los sistemas expertos y los sistemas adaptativos complejos, nos permitiría profundizar en el conocimiento de los procesos y los mecanismos de interacción y cambio social, posibilitándonos igualmente establecer escenarios probables de situación (Lozares, 2004), así como una determinada planificación estratégica.

Un modelo de simulación social no debe considerarse un producto rígido, acabado, sino siempre en construcción. Más que algo cerrado y definitivo debe ser una invitación al debate, a la intuición, una propuesta abierta a sugerencias y a posibles modificaciones que la mejoren y enriquezcan. La validez interna del modelo se fundamenta en la ajustada correspondencia entre los sistemas de representación y la realidad del fenómeno que representan. Dicha validez se verá incrementada, paulatinamente, mediante una retroalimentación y un ajuste del modelo basados en la abducción (Lozares, 2004: 183 y ss.).

Las principales características del modelo pueden ser las siguientes:


A modo de conclusión

Aunque resulta cada vez menos congruente defender la validez teórica del concepto de frontera, asociado específicamente a la expansión del modelo de Estado nación europeo occidental, dichas fronteras existen y continúan marcando su impronta sobre el territorio, las vidas y las conciencias de la gente. En el mundo actual, y más aún en el que se avecina, se requieren nuevos conceptos y métodos de aproximación a la compleja realidad de las fronteras que nos permitan obtener un conocimiento contrastado y validado de su composición y de sus dinámicas de funcionamiento. A nuestro parecer, dicho conocimiento sólo se hará efectivo con el concurso de diversas disciplinas, comunicadas entre sí mediante marcos teóricos y metodológicos sólidos y compartidos que generen estructuras convergentes, sinergias, y posibiliten un tratamiento más amplio, imaginativo y sistemático de los datos.

No obstante, somos conscientes de que debido a la naturaleza esencialmente ambigua y polisémica del fenómeno frontera, su comprensión no puede reducirse a la identificación de conjuntos de relaciones significativas entre variables ni al establecimiento de modelos. Muchos de los componentes esenciales de las fronteras se desarrollan en el ámbito de las representaciones colectivas, pasando a formar parte constituyente –y determinante– de la conciencia y las acciones de la gente. La mayor parte de esos aspectos o componentes son y seguirán siendo intangibles, y por ello no parece adecuado su abordaje sólo empírico, el cual siempre será reduccionista; es por esto que requieren otro tipo de aproximaciones específicas y valiosas.

Por lo demás, no debe haber conclusiones en algo apenas iniciado. Lo que aquí planteamos ha de verse, pues, como una propuesta para la construcción de una epistemología de los estudios sobre fronteras internacionales. Creemos que una visión interdisciplinar y concertada puede arrojar mucha luz sobre las fronteras y los fenómenos singulares que se desarrollan con ellas, propiciando además la construcción de una ciencia social moderna, crítica y aplicada que sirva para mejorar las relaciones y las condiciones de vida de las personas en general.


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