e-ISSN 2395-9134 |
Artículos | Estudios Fronterizos, vol. 25, 2024, e150 |
https://doi.org/10.21670/ref.2414150
Un otro horroroso: imaginarios sociales sobre el inmigrante venezolano en las audiencias de la prensa online chilena
An awful other: social imaginaries about the Venezuelan immigrant in the audiences of Chilean online press
Jose
Navarro-Conticelloa
*
https://orcid.org/0000-0002-2395-4873
a Universidad de Talca, Talca, Chile, correo electrónico: jonavarro@utalca.cl
* Autor para correspondencia: Jose Navarro-Conticello. Correo electrónico: jonavarro@utalca.cl
Recibido el
07
de
febrero
de
2023.
Aceptado el
13
de
junio
de
2024.
Publicado el 30 de agosto de 2024.
CÓMO CITAR: Navarro-Conticello, J. (2024). Un otro horroroso: imaginarios sociales sobre el inmigrante venezolano en las audiencias de la prensa online chilena. Estudios Fronterizos, 25, Artículo e150. https://doi.org/10.21670/ref.2414150 |
Resumen:
El objetivo del estudio es analizar el discurso de las audiencias del diario online chileno Emol sobre la inmigración venezolana para identificar los imaginarios sociales del y de la inmigrante de origen venezolano que este discurso reproduce e interpretarlos críticamente en el marco de los procesos sociohistóricos de formación de alteridad y de colonialidad en Chile. A través de Atlas.ti se aplicó un análisis de contenido cualitativo a los comentarios de lectores y lectoras en todos los artículos periodísticos sobre inmigrantes de origen venezolano publicados en Emol del 30 de diciembre de 2021 al 30 de diciembre de 2022 (n = 1 796). Se identificaron 34 imaginarios que proyectan una visión negativa de la y del inmigrante de origen venezolano. El inmigrante venezolano es percibido como un agente favorecido por el poder, horroroso o despreciable, criminal, que debe ser expulsado. La inmigrante venezolana es caracterizada como voluptuosa, bella e interesada.
Palabras clave:
imaginarios sociales,
alteridad,
Chile,
migración venezolana,
prensa online.
Abstract:
The objective of the study is to analyze the discourse of the audiences of Chilean online newspaper Emol on Venezuelan immigration to identify the social imaginaries of the Venezuelan immigrant that this speech reproduces and to interpret them critically within the sociohistorical processes of formation of otherness and coloniality in Chile. A qualitative content analysis assisted by Atlas.ti was applied to the readers’ comments in all journalistic articles on Venezuelan immigrants published in Emol from December 30, 2021 to December 30, 2022 (n = 1 796). A total of 34 imaginaries were identified, which mostly project a negative vision of the Venezuelan immigrant. The male or generic Venezuelan immigrant is perceived mainly as an agent favored by the local power, awful or despicable, criminal, who must be expelled. The female Venezuelan immigrant is characterized as voluptuous, beautiful and selfish.
Keywords:
social imaginaries,
alterity,
Chile,
Venezuelan migration,
online press.
Introducción1
Este estudio analiza los imaginarios sociales acerca de la persona migrante venezolana que subyacen al discurso de los lectores y las lectoras del principal medio de prensa online chileno a la luz de los procesos de construcción de alteridad que tienen lugar en el marco de la colonialidad, en un periodo de la historia de Chile caracterizado por un flujo inmigratorio masivo, mayormente originario de Venezuela. Se busca contribuir a la creciente literatura sobre el tratamiento de la inmigración en el ámbito de los medios de comunicación en Chile, indagando en dos aspectos poco explorados: los imaginarios sobre el y la inmigrante de origen venezolano y la participación de las audiencias en su reproducción.
Este artículo se divide en cuatro secciones. En el presente apartado introductorio se delimita generalmente el estado de la cuestión respecto del tema estudiado y se explicita el marco teórico-conceptual que se utiliza para la interpretación de los resultados. A continuación, se expone el método utilizado. Seguidamente, se exhiben los resultados del análisis. Por último, se ofrecen las conclusiones del estudio.
La figura de la y del inmigrante puede ser abordada como un objeto discursivo (Baretta, 2019), un tópico complejo que, tal como destacaba Simmel (2012) a propósito de la extranjería, denota al mismo tiempo interioridad y exterioridad, cercanía y distancia, y cuya delimitación ha sido históricamente motivo de disputas en el plano de la significación. Quiénes son el inmigrante y la inmigrante, cuáles son sus características, qué tanto difieren respecto del ethos en torno al cual se congregan los habitantes nativos del país de destino, estas son cuestiones recurrentes, cuya respuesta modela las actitudes hacia la inmigración e incide en las vidas de quienes inmigran.
De acuerdo con Todorov, “los discursos son acontecimientos, motores de la historia, y no solamente sus representaciones” (Todorov, 2005, p. 15). Las narrativas que circulan en la sociedad sobre grupos humanos minoritarios contribuyen a modelar las disposiciones hacia los miembros de esas comunidades, y las operaciones discursivas de inclusión y exclusión que separan a ellos de nosotros en el plano del discurso que pueden derivar en actos de racismo y discriminación (Wodak, 2011).
El par mismidad/alteridad reduce y simplifica el vacío metafísico o, en términos derrideanos, la falta que atraviesa al sujeto en su condición de existencia incompleta, asediado por una ausencia previa a toda voluntad, una pérdida irrepresentable e irreconstruible que nace de reconocer que “lo propio de una cultura es no ser idéntica a sí misma [...] no poder identificarse, decir ‘yo’ o ‘nosotros’, no poder tomar la forma del sujeto más que en la no-identidad consigo” (Derrida, 1992, p. 17).2 Así, la dicotomía propio/ajeno traza una línea imaginaria que permite la afirmación de una identidad grupal al tiempo que deposita en el otro los caracteres de lo inmoral, lo desviado, lo abyecto (Girard, 1986).
En América Latina, tales diferenciaciones tienen lugar en el marco de la colonialidad, una matriz de exclusión, dominación y explotación de la diferencia implantada por el colonialismo y profundizada tras la instauración de las repúblicas independientes donde el imaginario del nosotros es asociado a todo aquello que remita al ideal de la blanquitud, y el de los otros es encarnado por las personas, costumbres, prácticas e instituciones percibidas como pertenecientes a la indianidad y la negritud (Segato, 2007).
Quijano (2014) sostiene que en América el régimen colonial se organizó ideológicamente en torno a la invención de la raza como justificación del sometimiento de los americanos por parte de los europeos. Si bien el colonialismo tradicionalmente produjo ‘etnias’ y ‘nacionalidades’ y el ‘etnicismo’ ha sido uno de sus elementos salientes en todas las épocas, con la llegada de los europeos a América, por primera vez la discriminación no se basó en la valoración sociocultural de las actividades de cada grupo sino en distinciones biológicas, dando lugar a la idea moderna de raza.
Segato argumenta que esta clasificación inicialmente sirvió al colonialismo para organizar y legitimar el despojo, en la medida que la “formación de un capital racial positivo para el blanco y un capital racial negativo para el no-blanco es lo que permite desalojar a este último del espacio hegemónico” (Segato, 2007, p. 24). Luego, desde el siglo XIX, los Estados nacionales latinoamericanos postcoloniales profundizaron y complejizaron esta matriz de opresión, principalmente a través de la acción de sus “élites criollas, mestizas y confusas”, como las denomina la autora (Segato, 2007, p. 21) al recurrir a la interpretación de Mignolo (2000) sobre el impacto de la emergencia de la idea de “hemisferio occidental” en la fluctuante autopercepción de estas élites nacionales como uno de los tipos de “doble conciencia” (Du Bois, 2007) generadas por la diferencia colonial.
En la propuesta de Mignolo (2000), la aparición de la categoría “hemisferio occidental”, y la integración de América a Occidente, permitió a las élites criollas ─generalmente nacidas del mestizaje entre europeos, negros e indígenas, pero al mismo tiempo responsables de la organización de los Estados nacionales en torno a la diferenciación respecto de lo considerado no-blanco y no-europeo─ aferrarse a una identidad que, aunque cambiante y contradictoria, les permitiera conducir los destinos de sus naciones.
En ese sentido, para homogeneizar la diversidad cultural, sofocar las tensiones identitarias existentes en el interior de sus territorios y asegurar el sometimiento de los grupos y sujetos subalternos, la organización de las sociedades latinoamericanas en torno a los Estados nacionales postcoloniales se valió de distintos recursos. Uno de ellos es el mestizaje, que permitió la cancelación de las memorias no-blancas a través de la disolución de sus historias concretas de sometimiento en la hibridez pretendidamente aséptica del crisol de razas (Segato, 2010). Otro es la construcción de alteridad, mediante la cual aquellos que llevan en sus cuerpos las marcas asociadas a lo no-blanco son sistemáticamente instituidos como “otros” respecto de un “nosotros” nacional estructurado en torno al ideal de la blanquitud (Segato, 2002, 2007).
Una de las características de este fenómeno es su historicidad: a partir de una misma matriz colonial y racial, cada estado latinoamericano ha construido sus propias alteridades a lo largo del tiempo (Ruiz-Tagle & Aguilera, 2021; Segato, 2002, 2007). Asimismo, se debe tener en cuenta a este respecto que, de acuerdo con Segato (2007), en los dispositivos de construcción de alteridad no se despliega únicamente la acción de las élites, que en el caso de estudio podría entenderse como representada en el discurso de los medios de comunicación, sino que también es fundamental la participación de otros actores de la sociedad, como lo son, en el caso de estudio, las audiencias, que imprimen sus propias voces en el proceso social de producción discursiva sobre la inmigración en Chile.
De acuerdo con Livingstone (2004) y McQuail (2010), las audiencias serán entendidas en este artículo como un conjunto de individuos que reciben, interpretan y responden a los mensajes emitidos por un medio de comunicación o un emisor específico, que no son receptores pasivos, sino que participan activamente en la construcción de significado, filtrando y reinterpretando el contenido, influidos por su contexto sociocultural y personal.
La construcción discursiva de la alteridad requiere, asimismo, de la intervención de imaginarios sociales, matrices o meta-códigos (Pintos, 2005) que facilitan a los y las integrantes de una sociedad significar su entorno a partir de esquemas compartidos, que generan aquellas “formas y modos que fungen como realidades” (Pintos, 2004, p. 24).
En coincidencia con Castoriadis, los imaginarios sociales son creados por cada sociedad al tiempo que delimitan e instituyen los marcos dentro de los cuales tienen lugar las percepciones, disposiciones y acciones de sus integrantes, dando lugar a determinadas formas “de vivirse, de verse y de actuarse” (Castoriadis, 2013, p. 249); aseguran que “el mundo total dado a esa sociedad sea captado de una determinada manera práctica, afectiva y mentalmente, que un sentido articulado le sea impuesto” y que se establezcan “distinciones correlativas a lo que vale y a lo que no vale […], lo que se debe y lo que no se debe hacer” (Castoriadis, 2013, p. 234); son “condiciones de lo representable y de lo factible” (Castoriadis, 2013, p. 567), y a partir de ellos “los individuos son formados como individuos sociales, con capacidad para participar en el hacer y en el representar/decir social” (Castoriadis, 2013, p. 566).
En términos similares, Pintos considera que “los imaginarios sociales”, en plural, porque en cada sociedad coexisten muchos de ellos, “están siendo”, pues se encuentran en constante actualización, “esquemas construidos socialmente que orientan nuestra percepción, permiten nuestra explicación, hacen posible nuestra intervención en lo que en diferentes sistemas sociales sea tenido como realidad” (Pintos, 2014, p. 7).
Para que los imaginarios sociales circulen o, en términos de Silva (2006, 2012), se contagien, precisan instancias de mediación. Una de ellas opera en torno a los sistemas mediáticos, entendidos como el conjunto de medios de comunicación que coexisten en cada sociedad (Hallin & Mancini, 2004). Los medios construyen los acontecimientos practicando encuadres, es decir, seleccionando y haciendo prominentes ciertos aspectos de un fenómeno y clausurando otros (Entman, 1993).
La prensa ha sido históricamente un actor privilegiado en la reproducción de imaginarios sociales. La legitimidad de su discurso le ha permitido articular la pluralidad de voces presentes en el interior de cada territorio, a menudo contradictorias (Anderson, 1991), y movilizar visiones sobre la nación y sus otros (Rubilar Luengo, 2015). Incluso hoy, con sistemas mediáticos compuestos por actores diversos (Curran et al., 2022), la prensa ─incluidas sus versiones online, que siguen estructuradas en torno a géneros, normas profesionales y patrones organizacionales de la era predigital─ es determinante en la definición de la agenda y permanece más tiempo que los nuevos medios en la centralidad de la conversación pública (Langer & Gruber, 2021).
Por otra parte, las audiencias tienen un rol activo en la prensa online, al reproducir significados y establecer relevancias y opacidades sobre los fenómenos noticiados, tal como lo hacen los medios (Singer, 2014). Sin embargo, a diferencia de la práctica periodística, regida por una serie de estatutos formales e implícitos que tienden a garantizar cierto control sobre el contenido del discurso mediático, la participación de las audiencias suele estar escasa o nulamente regulada, lo cual puede derivar en la aparición de discursos incívicos.
Uno de los modos de participación de las audiencias en los medios online es la publicación de opiniones en las secciones de comentarios ubicadas al final de las noticias. Estos espacios no están exentos de una serie de aspectos problemáticos desde el punto de vista de la transparencia y la democratización. Por ejemplo, no suelen ofrecer una gran pluralidad de perspectivas debido a que, en general, reflejan la tendencia de las personas que se informan a través de medios cuya línea editorial coincida con sus opiniones (Van der Meer et al., 2020). Asimismo, se ha encontrado en ellos la presencia de elementos que enturbian la conversación, como trolls, tanto pagados como espontáneos (Cheng et al., 2017; Eberwein, 2020, Mihaylov et al., 2018), y discursos de odio (Erjavec & Kovačič, 2012; Hughey & Daniels, 2013), aunque la definición de estos últimos es confusa (Reiners & Schemer, 2020).
Sin embargo, existe una serie de características que justifican el estudio de estos espacios virtuales como escenarios donde se suscita una parte importante del debate público en torno a la otredad. En primer lugar, la frecuente aparición de discursos radicalizados en los comentarios online los convierte en recursos idóneos para rastrear las representaciones extremas de la alteridad que circulan socialmente. Esto cobra especial interés en el marco del resurgimiento de los nacionalismos (Brubaker, 2017) y la hostilidad hacia la inmigración (Hooghe & Dassonneville, 2018). Las secciones de comentarios en medios online han sido estudiadas por una importante cantidad de investigaciones que buscan determinar cómo operan en ellos las narrativas nacionalistas y antiinmigrantes (Domínguez Romero, 2023; Hughey, 2012; Lee & Jo, 2024; Magano & D’Oliveira, 2023; Okten, 2022; Vuković Stamatović, 2022).
Específicamente en relación con el racismo, si bien no es un problema nuevo en la prensa, la virtualidad de las secciones de comentarios y su relativo anonimato habilita la expresión de fantasías raciales que permanecen vedadas en entornos cara a cara, donde la interacción está más regulada (Hughey & Daniels, 2013). El racismo encubierto que caracterizó al discurso otrificador previo al auge de la virtualidad parece haber sido reemplazado en estos espacios online por un nuevo estándar conforme al cual las narrativas racistas ya no requieren ser enmascaradas y la reivindicación explícita del racismo es tolerada como una práctica habitual (Eschmann, 2023; Ortiz, 2021).
En relación con lo anterior, Giorgi da cuenta de la emergencia del “odio como un afecto político clave del presente […] que encuentra en el territorio tecnológico las condiciones a la vez tecnológicas y políticas para articularse” (Giorgi, 2018, p. 56). De acuerdo con esta perspectiva, el odio como afecto y las formas particulares que asume el discurso en entornos virtuales se conjugan para dar lugar a nuevas formas de enunciación. La aparición de estas narrativas da cuenta de la existencia de fuerzas que disputan y tensionan el espacio democrático, fracturan el debate intercultural y explican la emergencia de procesos políticos violentos y reaccionarios.
Más allá de las características intrínsecas de estos espacios, una de las razones que justifican la indagación de los foros de expresión online es la evidencia acerca de una relación bidireccional entre el discurso otrificador virtual y los hechos de racismo y discriminación en la vida real. De un lado, quienes comentan las noticias suelen ser individuos con vocación de participar e incidir de distintas formas en el discurso social, por lo que sus opiniones tienen altas posibilidades de influir en otras personas (Kalogeropoulos et al., 2017; Valenzuela et al., 2012). Así, el discurso virtual sobre la y el inmigrante puede anticipar la dirección y el tono del debate futuro sobre ese tópico en otro tipo de foros. De otro lado, se ha demostrado la existencia de un incremento estadísticamente significativo del racismo online en los días inmediatamente posteriores a episodios racializados que tienen lugar en la vida real (Eschmann et al., 2023).
Como señala Martín-Barbero (1991), no se puede atender al discurso mediático sin considerar sus instancias de circulación e interpretación. El conocimiento de los comentarios de las audiencias y sus relaciones con el contexto en que estos emergen permite una aproximación al discurso desde el punto de vista de la semiosis social, entendida por Verón (1993) como la dimensión significante de todo fenómeno social. De acuerdo con este autor, la noción de discurso no puede ser abordada sin considerar sus contextos de producción, circulación y reconocimiento. Primero, porque “toda producción de sentido es necesariamente social: no se puede describir ni explicar satisfactoriamente un proceso significante, sin explicar sus condiciones sociales productivas”; segundo, pues “todo fenómeno social es, en una de sus dimensiones constitutivas, un proceso de producción de sentido, cualquiera que fuere el nivel de análisis” (Verón, 1993, p. 125).
En última instancia, desentramar las ligazones entre el contexto social y el discurso permitiría “hacer visible la invisibilidad social” que se oculta detrás de la naturalización del discurso sobre aquello que es percibido como real (Pintos de Cea-Naharro, 1995, p. 106).
Chile ha experimentado recientemente un aumento inédito de la población extranjera. En 2002 albergaba 184 464 inmigrantes, en su mayoría provenientes de Argentina (Instituto Nacional de Estadísticas, 2003), país fronterizo con el que comparte una historia de movilidades y cuya población es generalmente racializada en términos positivos, asociada a la blanquitud y la europeidad en el lugar de destino (Baeza R. & Silva G., 2009; Thayer C. et al., 2013).
Dos décadas más tarde, la inmigración no solo ha crecido 804%, al ascender a 1 482 390 personas, sino que procede mayoritariamente de Venezuela (Instituto Nacional de Estadísticas, 2022b), nación que, a pesar de compartir una tradición de desplazamientos con Chile, entre ellos el exilio político provocado por la dictadura cívico-militar entre 1973 y 1990 y la emigración económica de chilenos y chilenas durante el mismo periodo (Rojas Mira, 2019), es usualmente percibida por la sociedad chilena como exótica, asociada a lo no-blanco y a prejuicios y estereotipos negativos (Bahar et al., 2020).
Chile es el cuarto destino más importante del éxodo venezolano, que alcanza a 7 131 435 personas (Inter-Agency Coordination Platform for Refugees and Migrants from Venezuela, 2022). La comunidad venezolana en Chile está integrada por más de 440 mil personas, representa 30% del total de inmigrantes radicados en el país y es el colectivo extranjero más numeroso no solo a escala nacional, sino también en la mitad de las 16 regiones en las que se divide políticamente el territorio chileno (Instituto Nacional de Estadísticas, 2022a).
La inmigración venezolana supone un desafío inédito para la sociedad chilena no solo por su carácter reciente y masivo, sino también por las características histórico-culturales del país de destino.
Gran parte de la literatura sobre la relación entre la diversidad cultural y las actitudes hacia la alteridad sugiere que en entornos culturalmente diversos, como los que resultan de una inmigración masiva, las personas tienden a expresar reacciones más negativas hacia quienes pertenecen a grupos distintos del propio (Delhey & Newton, 2005; Laurence & Bentley, 2018; Putnam, 2007). Aunque tales prejuicios tienden a disminuir cuando los individuos entran en contacto (Laurence, 2014; Pettigrew et al., 2010; Stolle et al., 2008), tanto el carácter reciente de la inmigración venezolana en Chile como la escasa habituación a recibir grandes corrientes inmigratorias y los fuertes rasgos individualistas de la cultura chilena, caracterizada por Klein (2007) como un laboratorio a escala real del neoliberalismo, operarían en contra del surgimiento de instancias de vinculación con las y los inmigrantes y una eventual disminución de las actitudes negativas hacia la inmigración.
En efecto, Chile es una sociedad estructuralmente racializada y desigual (Bonhomme, 2023; Bonhomme & Alfaro, 2022; Bonhomme & Alfaro Muirhead, 2022), con importantes niveles de racismo y xenofobia (Centro Nacional de Estudios Migratorios, 2019; Instituto Nacional de Derechos Humanos, 2017), algo que se manifiesta, incluso, en el lenguaje de sus autoridades y funcionarios públicos (Cociña Cholaki, 2020).
La idea de raza es un aspecto persistente y relevante a lo largo de la historia chilena. Desde la primera organización del Estado nacional, la atención de los mecanismos de construcción de alteridad se ha dirigido especialmente a lo que podría entenderse en términos esquemáticos como no-blanco interno, es decir, a la no-blanquitud encarnada en personas, prácticas e instituciones históricamente presentes en el territorio nacional. En ese contexto, como señala Correa Téllez:
Hacia finales del siglo XIX y comienzos del XX, en un contexto de crisis social sumado a la visibilidad pública de sectores sociales medios o populares, se buscó la constitución de un nuevo “nosotros”, en una versión de la identidad nacional que los incorporara discursivamente al “otro” en la figura de la “raza chilena” que vendría a consolidar el mito de la homogeneidad de la nación. (Correa Téllez, 2016, p. 43)
En ese contexto, como indican Vetö (2014) y Subercaseaux (2007), una conjunción entre necesidades políticas, condiciones sociales, el auge de las ideas higienistas y el discurso eugenésico generaron las condiciones para la idea de una raza homogénea y aséptica en la que, casi mágicamente, el componente indígena queda diluido en forma perfecta dentro del componente europeo, asegurando implícitamente la negación del conflicto entre ambos y la subordinación del primero al segundo. Durante la primera mitad del siglo XX, esa idea prevaleció
en campos tan dispares como la educación, la lucha contra el alcoholismo, el fomento del deporte, la reflexión sobre el derecho y la delincuencia, la idea de que un criminal podía estar determinado en su acción por factores biológicos (siguiendo a Lombroso), la higiene pública asumida como eugenesia, como higiene racial. Varios de los problemas más acuciantes de la época (las enfermedades venéreas, la mortalidad infantil, el alcoholismo) se concebían como problemas de la raza. En literatura, la sensibilidad criollista buscaba crear tipos literarios construidos sobre la base del determinismo étnico y geográfico (Mariano Latorre), o transformar a la poesía en “un canto a la raza” (como lo hizo Samuel Lillo). En todos estos órdenes, ya sea en el plano del discurso, de la construcción simbólica o de la acción pública, está presente de modo implícito o explícito la idea de la preservación y mejoramiento de la raza. Esa lucha y el combate a los factores que la amenazaban, era la forma de contribuir al destino de la nación. Desde esta perspectiva raza y nación son una y la misma instancia. (Subercaseaux, 2007, p. 37)
En ese sentido, en Chile los esfuerzos otrificadores se han concentrado históricamente en someter o invisibilizar a la cuantiosa población integrante o descendiente de los pueblos originarios y de su relevancia e influencia en la cultura local (Aravena & Baeza, 2017; Nahuelpan Moreno & Antimil Caniupán, 2019; Richards & Gardner, 2013; Waldman Mitnick, 2004), como también en la negación de fenómenos como la afrochilenidad (Báez Lazcano, 2018). Tal vez, ampliando este enfoque, se pueda sostener, como proponen Aravena Reyes y Baeza (2013) y Aravena Reyes y Silva Rivas (2009), que tradicionalmente la alteridad en la sociedad chilena haya estado encarnada por una tríada compuesta por la figura de la mujer, la del y la inmigrante de origen peruano, y la de la persona de ascendencia mapuche, o una díada compuesta por estas dos últimas.
Pero la inmigración masiva recibida por el país en los últimos veinte años parece estar alterando esa configuración. El foco de la construcción de alteridad en el Chile del siglo XXI se está desplazando hacia los elementos no-blancos que llegan desde el exterior de las fronteras estatales bajo la forma de flujos inmigratorios provenientes del Caribe y marcados, en el plano racial, por la afrodescendencia (Tijoux, 2014). Así, el depositario más evidente de los procesos de alterización parece ser lo no-blanco externo, a saber, la no-blanquitud que ingresa al territorio nacional proveniente desde allende las fronteras del Estado nación, especialmente encarnada en la figura de la y el inmigrante racializados.
El momento actual en la construcción histórica del otro en la sociedad chilena ya no pasa tanto por la identificación y caracterización de los “enemigos interiores”, que simbolizarían “la lejanía de lo cercano”, como por las representaciones del y la inmigrante, que significarían “la cercanía de lo lejano” (Simmel, 2012, p. 21). La y el inmigrante son lo lejano que se vuelve cercano porque irrumpen en el cotidiano de la propia existencia, sus haceres y el de la población nativa están condicionados mutuamente, pero justo en esa coincidencia se revelan los elementos que los definen perceptual o imaginariamente como pertenecientes a otro lugar (Sabido Ramos, 2012).
Lo antedicho no resta importancia al hecho de que la inmigración y la figura del forastero o la forastera han sido depositarias de imaginarios otrificadores en distintos periodos de la historia chilena (Baeza R. & Silva G., 2009). Pero, así como nunca antes había recibido el país un flujo inmigratorio cuantitativamente comparable al actual, tampoco en el plano del imaginario social la población extranjera había concitado una efervescencia discursiva equiparable a la que se observa hoy.
En cuanto al sistema mediático chileno, este se encuentra fuertemente concentrado con respecto a la distribución de la propiedad de los medios de prensa, 90% de los cuales son controlados por los grupos El Mercurio SAP y COPESA (Mönckeberg, 2009), y en cuanto a la influencia que este duopolio tiene en el establecimiento de la agenda informativa (Gronemeyer & Porath, 2014). El diario insignia del primer conglomerado El Mercurio SAP es El Mercurio, el periódico más influyente de Chile. Tradicionalmente asociado a la derecha política, tiende a representar negativamente a comunidades como las indígenas (Hudson & Dusaillant, 2018; Rodríguez-Pastene et al., 2020) e inmigrantes racializados (Póo F., 2009; Valenzuela-Vergara, 2019). La versión online del mercurio, Emol ─acrónimo de El Mercurio Online─, es la fuente en línea más consultada y una de las 15 marcas noticiosas más confiables en Chile (Reuters Institute for the Study of Journalism, 2021).3
Existe en los estudios sobre migración internacional en Chile un creciente interés en el discurso de los medios de comunicación sobre la inmigración, aunque la literatura disponible al respecto es todavía incipiente.
Entre las investigaciones de más larga data es posible mencionar las de Póo F. (2009), quien analiza imaginarios de la inmigración peruana en la prensa chilena y encuentra en ellos tendencias otrificadoras que oscilan entre la compasión paternalista y la criminalización; o Liberona Concha (2015), quien encuentra una tematización similar ─entre la estigmatización y el llamado a acoger la inmigración de manera ordenada─ para el caso la inmigración boliviana. En general, los resultados de estos estudios, enfocados en la representación de una inmigración tradicional proveniente de países limítrofes con una historia extendida de movilidad humana con Chile, permiten reconstruir discursos que, si bien son claramente otrificadores en la medida que demarcan consistentemente la diferencia entre ellos y nosotros, carecen de la virulencia y la racialización que se advierte en la representación de las corrientes inmigratorias posteriores.
Desde 2017, los estudios comenzaron a concentrarse en buena medida en la representación mediática de los nuevos contingentes inmigratorios que arribaron al país desde mediados de la segunda década del siglo XXI, principalmente el colombiano y el haitiano, una de cuyas características salientes desde el punto de vista racial es el fuerte componente afrodescendiente. Entre otros, Stang y Solano Cohen (2017) encuentran en la tematización de la inmigración colombiana por parte del lenguaje televisivo chileno un fuerte componente racial. En esta narrativa, la inmigración colombiana aparece referenciada claramente en lo no-blanco, mientras que la chilenidad es asociada a una blanquitud que se ve amenazada por la irrupción de aquella. A su vez, Bonhomme y Alfaro Muirhead (2022) estudian la representación de la inmigración haitiana y colombiana en la televisión chilena y encuentran en ella una serie de rasgos que vinculan estos colectivos a un tipo de cultura esencialmente salvaje o violenta.
Otras investigaciones, como las de Dammert y Erlandsen (2020), Ivanova y Jocelin-Almendras (2021) y Stefoni y Brito (2019), si bien no se enfocan específicamente en una comunidad inmigratoria, advierten sobre la racialización y la criminalización de la inmigración en los medios de comunicación chilenos, e incluso sobre la conformación de un discurso hegemónico en el mismo sentido, a partir de la superposición de los discursos mediático y político.
Por su parte, el de Bonhomme y Alfaro (2022) es el único estudio encontrado que analiza específicamente los comentarios de audiencias de plataformas digitales, en este caso sobre las y los inmigrantes haitianos durante la pandemia de COVID-19. Las autoras encuentran en este tipo de discursos dos formas de racismo online ─cultural y agresivo─ mediante las cuales se construye la idea de una superioridad racial de la población de origen chileno sobre esta comunidad de inmigrantes. Asimismo, identifican representaciones que caracterizan a las y los integrantes de esa comunidad como asquerosos y portadores de enfermedades. Esta concepción higienista de la inmigración ha sido hallada en distintos países y momentos históricos (Kraut, 2010). Sin embargo, la investigación de Bonhomme & Alfaro plantea que en Chile la pandemia creó las condiciones para un despliegue particular de estas narrativas en el marco de una lógica colonial que históricamente tendió a invisibilizar la afrodescendencia en el país.
Lo anterior configura un escenario en el que las y los inmigrantes son instituidos como un nuevo otro en la sociedad chilena del siglo XXI. Sin embargo, al menos dos aspectos requieren mayor investigación. Por un lado, faltan estudios que analicen la representación mediática de la comunidad venezolana, el colectivo inmigrante más numeroso en Chile. Por otra parte, son escasas las investigaciones sobre la participación de las audiencias en esa semantización, tema respecto del cual solo se encontró un trabajo, antes mencionado, de Bonhomme y Alfaro (2022).
A partir de la identificación de estas carencias, el presente estudio ─enmarcado en un proyecto Fondecyt de Iniciación en Investigación sobre imaginarios sociales hacia el y la inmigrante en los discursos de la prensa online y sus audiencias, del que el autor es investigador responsable─ se plantean las siguientes preguntas de investigación. En primer lugar, ¿cuál es, en el contexto de los medios de comunicación, la participación de las audiencias en la producción de discursos sobre la inmigración reciente, especialmente la de origen venezolano? Segundo, ¿de qué manera operan en estos discursos los imaginarios sociales, en tanto formas de construcción simbólica de la alteridad inmigrante? Por último, ¿cómo se inscriben estos fenómenos discursivos en el marco de los procesos de formación de alteridad y la colonialidad tal como tienen y han tenido lugar históricamente en la sociedad chilena?
Al tomar como punto de partida estas preguntas, el artículo tiene como objetivo analizar el contenido del discurso de las audiencias de Emol sobre la inmigración venezolana, identificar los imaginarios sociales sobre el y la inmigrante de origen venezolano que este discurso reproduce e interpretarlos críticamente en el marco de los procesos sociohistóricos de formación de alteridad y en el contexto de la colonialidad en Chile.
Método
Se aplicó un análisis de contenido cualitativo (Krippendorff, 2004), técnica que permite la interpretación heurística y contextualizada del contenido de un corpus discursivo en relación con un marco interpretativo definido por la teoría y la evidencia previa ─en este caso, constituido por la articulación entre la concepción del discurso como producción de realidad social, la teoría de los imaginarios sociales y los procesos sociohistóricos de construcción de alteridad y la colonialidad en Chile.
El corpus fue seleccionado mediante un muestreo no probabilístico e intencionado. En primer lugar, se identificaron todos los artículos periodísticos de Emol publicados entre el 30 de diciembre de 2021 y el 30 de diciembre de 2022 ─para cumplir con el criterio de actualidad del fenómeno analizado─ en cuyo contenido se hiciera alguna referencia explícita a las y los inmigrantes de origen venezolano en Chile─-para asegurar su pertinencia temática─. Para esto último se utilizó el propio motor de búsqueda de Emol, se ingresaron distintas variantes del gentilicio venezolano ─singular, plural, masculino y femenino─ y se desestimaron aquellos resultados que contenían alguna de ellas pero no referían a la inmigración venezolana en Chile. Fueron hallados siete artículos con esas características (Guerra, 2022a, 2022b; Lagos B., 2022; Muñoz, 2022; Ramírez, 2021; Riquelme, 2022a, 2022b).
A continuación, se procedió a procesar el total de comentarios de lectores y lectoras (n = 1 796) publicados en tales artículos, los cuales conformaron el corpus a analizar. Como señalan Saldaña y Rosenberg (2020), las secciones de comentarios en las noticias de Emol se han transformado en un canal de expresión sin filtro de las opiniones de las lectoras y lectores. Si bien el medio declara tener personal a cargo de la moderación de los comentarios violentos, ofensivos o inapropiados, esta muy raramente ocurre, lo que hace de tales secciones un ámbito de especial interés para analizar en toda su crudeza los discursos circulantes en una sociedad sobre temas sensibles como la inmigración.
Una vez que se hubo seleccionado el corpus, se procedió a realizar el análisis de contenido cualitativo. Se utilizó el software Atlas.ti para asignar a las unidades significativas de discurso ─oraciones o párrafos─ una serie de códigos creados ad hoc en función de su contenido, atendiendo a las categorías y subcategorías de análisis definidas a partir del marco teórico-conceptual y las preguntas y objetivos de investigación. Se aplicó una codificación in vivo, consistente en la creación instantánea de códigos a medida que se analizaba la información disponible a partir de la selección textual de fragmentos de discurso.
Para la selección y clasificación de estas unidades discursivas, en primer lugar, se trabajó con la categoría de análisis imaginarios del inmigrante y de la inmigrante procedentes de Venezuela, escogiendo aquellos fragmentos textuales que dieran cuenta de la presencia de determinadas matrices o meta-códigos culturalmente situados que facilitan a las y los integrantes de la sociedad chilena significar, sancionar y relacionarse con la figura del inmigrante y de la inmigrante proveniente de Venezuela, partiendo de la definición de imaginario social explicitada en el apartado introductorio (Castoriadis, 2013; Pintos, 2004, 2005, 2014). De esta manera, se obtuvo un total de 33 códigos, cada uno de ellos correspondiente a un tipo de imaginario.
A continuación, los códigos/imaginarios obtenidos como resultado de esa primera clasificación fueron agrupados en torno a cuatro subcategorías de análisis: dos de ellas en función del tipo de relación que se configuran respecto del sujeto de esos imaginarios ─descriptivos, cuando fundamentalmente se los describe; o performativos, cuando esencialmente se llama a la acción sobre ellos─; otras dos, respecto del género de esos sujetos ─imaginarios del inmigrante venezolano, cuando se utiliza el masculino genérico, o imaginarios de la inmigrante venezolana, cuando se alude específicamente al género femenino.
Para esta última clasificación se tuvo en cuenta, por un lado, la conceptualización de imaginarios sociales según Castoriadis (2013) y Pintos (2004, 2005, 2014) como dispositivos con una faz descriptiva y otra performativa, por consiguiente, se identificaron: a) imaginarios descriptivos, es decir, presentes en unidades de discurso que contienen en mayor medida una caracterización del y de la inmigrante de origen venezolano; y, b) imaginarios performativos, a saber, aquellos que subyacen a unidades discursivas que principalmente comunican un llamado a la acción o a la intervención sobre ese sujeto.
Asimismo, para atender a una intención analítica de dar cuenta de los modos específicos en que los discursos se referían a la figura del inmigrante venezolano de acuerdo con su género masculino o femenino, se diferenciaron: a) los imaginarios del inmigrante venezolano ─que aparecen en unidades discursivas que utilizan el masculino genérico─; y, b) los imaginarios de la inmigrante venezolana ─aparecidos en unidades discursivas que usan el femenino.
Una vez organizado el contenido de las unidades discursivas y los tipos de imaginarios que estos reproducen, se procedió a interpretarlos en el marco de los procesos de construcción de alteridad y de la colonialidad en Chile. Los resultados de este análisis son expuestos en el siguiente apartado.
Resultados
En la Tabla 1 se exponen los imaginarios sociales sobre la y el inmigrante de origen venezolano presentes en el discurso de las audiencias de Emol, ordenados según frecuencia de aparición y clasificados según género (masculino genérico o femenino) y contenido (descriptivo o performativo). Se identificaron en total 33 imaginarios sociales asociados a 445 unidades discursivas. La mayor parte de ellos (n = 23) aparecen en unidades de discurso que utilizan el masculino genérico, mientras que el resto (n = 10) están presentes en comentarios que se refieren específicamente a las mujeres. La mayoría (n = 28) son descriptivos; el resto (n = 5), performativos.
Imaginario (el inmigrante venezolano/la inmigrante venezolana…) | Género | Contenido | f |
---|---|---|---|
es favorecido por la izquierda o derecha chilena | Masculino genérico | Descriptivo | 113 |
es horrible o despreciable | Masculino genérico | Descriptivo | 50 |
debe ser expulsado | Masculino genérico | Performativo | 47 |
es o podría ser delincuente | Masculino genérico | Descriptivo | 45 |
es favorecido por la justicia chilena | Masculino genérico | Descriptivo | 45 |
es voluptuosa | Femenino | Descriptivo | 38 |
es o podría ser narcotraficante | Masculino genérico | Descriptivo | 33 |
es o podría ser infiltrado del chavismo | Masculino genérico | Descriptivo | 30 |
integra o podría integrar una guerrilla armada | Masculino genérico | Descriptivo | 26 |
es caribeño | Masculino genérico | Descriptivo | 23 |
es favorecido por los discursos progresistas | Masculino genérico | Descriptivo | 21 |
es bella | Femenino | Descriptivo | 19 |
es similar al inmigrante colombiano | Masculino genérico | Descriptivo | 17 |
es o podría ser “ilegal” | Masculino genérico | Descriptivo | 14 |
es o podría ser malo para Chile | Masculino genérico | Descriptivo | 13 |
es interesada | Femenino | Descriptivo | 13 |
es similar a la inmigrante colombiana | Femenino | Descriptivo | 12 |
es favorecido por los jesuitas | Masculino genérico | Descriptivo | 9 |
es fea o desagradable | Femenino | Descriptivo | 8 |
es simpática o servicial con el hombre | Femenino | Descriptivo | 8 |
es caribeña | Femenino | Descriptivo | 8 |
es favorecido por Naciones Unidas | Masculino genérico | Descriptivo | 8 |
debe ser encarcelado | Masculino genérico | Performativo | 8 |
es mala raza o empeora la raza chilena | Masculino genérico | Descriptivo | 7 |
debe ser perseguido | Masculino genérico | Performativo | 7 |
es invasor | Masculino genérico | Descriptivo | 7 |
debe ser asesinado o eliminado | Masculino genérico | Performativo | 6 |
es artificial o se arregla demasiado | Femenino | Descriptivo | 6 |
es caliente o sensual | Femenino | Descriptivo | 6 |
es prostituta | Femenino | Descriptivo | 5 |
no aporta a Chile | Masculino genérico | Descriptivo | 5 |
hay que darle duro | Masculino genérico | Performativo | 5 |
es asesino de chilenos | Masculino genérico | Descriptivo | 4 |
Los imaginarios sociales sobre el inmigrante venezolano subyacentes al discurso de las audiencias de Emol se configuran mayoritariamente en torno a una visión estadocéntrica, de acuerdo con la cual la estabilidad y seguridad de Chile estarían amenazadas por el accionar de poderes internos que, per se o en alianza con factores externos, beneficiarían al inmigrante venezolano, considerado como un agente desestabilizador.
En esta articulación semántica, el imaginario más frecuente es descriptivo y se organiza alrededor de la idea del venezolano como inmigrante favorecido por la izquierda o la derecha chilena. En la misma línea aparecen los imaginarios, también descriptivos, que lo construyen como un actor favorecido por la justicia chilena, los jesuitas o Naciones Unidas, en los cuales se manifiesta un ideario conspirativo que apunta a una supuesta agenda programática de la izquierda en favor de la inmigración venezolana en Chile. Cuando se refieren a la justicia, estos imaginarios se dirigen a la rama garantista. Asimismo, puede entenderse que se apunta a los jesuitas porque constituyen un sector de la Iglesia católica vinculado a posturas progresistas, expresadas en materia migratoria a través del Servicio Jesuita a Migrantes, una institución de alta exposición mediática y social. La referencia a Naciones Unidas tiene, también, una interpretación vinculada con la política local, ya que la expresidenta de izquierda Michelle Bachelet se desempeñó, entre 2018 y 2022, como alta comisionada de ese organismo para los derechos humanos.
Como se observa en los siguientes comentarios, más allá de matices en la identificación del sector supuestamente responsable de su arribo al país, en estos imaginarios se mantiene inalterable la valoración decididamente negativa hacia el inmigrante venezolano.
Pregúntenle a SEBASTIÁN PIÑERA por qué fue a llamar a los venezolanos el 22 de febrero de 2019 en Cúcuta, en la frontera con Venezuela. Les dirá que quería mano de obra barata para sus amigos empresarios, pero que no supo que se vendrían 250 mil delincuentes venezolanos. Que SEBASTIÁN PIÑERA detenga ahora la ola de migrantes que tenemos, por culpa de este viejo de mierda.4 (Comentario de lector/a en Guerra, 2022a)
Al fin veo que tanto la TV como algunos diarios como Emol están informando la nacionalidad de los delincuentes y narcos, creo que con todo lo que ha pasado en los últimos meses ya están perdiendo el miedo infundado a decir de dónde son, como también ya los están llamando delincuentes de frentón, no “personas” como insistían constantemente, la izquierda se ve que ya está perdiendo de a poco su poder sobre los medios, incluso los matinales han sacado a varios de sus “conductores” afines a la violencia e ideologías que ya sabemos de quiénes son. (Comentario de lector/a en Guerra, 2022a)
Recuerdo al juez de San Antonio que dejó libres a los detenidos con armas y municiones en su auto. Según ese parásito, los Carabineros “no tenían autorización para revisar el auto”. Capaz que ahora ocurra lo mismo ya que a fines de año 2021 detuvieron a unos venecos en un departamento de E. Central luego que un drone detectara que dentro del departamento estaban embolsando cocaína. El juez dijo que no había causal de detención ya que la vigilancia con drone no había sido autorizada. (Comentario de lector/a en Guerra, 2022a)
Estos Extranjeros ANTI CHILENOS fueron TRAÍDOS por los CURAS de San Ignacio, Jesuitas Comunistas TRAIDORES Pedófilos y amparados por el Objetivo 10) Reducción de Desigualdades entre Países usando Migraciones de la Agenda 2030 de los Comunistas de ONU. Agenda 2030 que será incorporada por Tercera vez a la Constitución de los TRAIDORES de la UDI, EVÓPOLI y RN. (Comentario de lector/a en Guerra, 2022a)
Los gobernantes de Chile nos están sometiendo a la agenda 2030 de la ONU. Producto de estos acuerdos, Chile se entregó a la política de migración impuesta por la ONU y abrieron la puerta al narcotráfico y delincuencia inmigrante que entró a Chile desde el año 2012. ¿Boric hará algo? Lo veo muy difícil por su pensamiento liberal y a favor de los derechos humanos solo de delincuentes, pero NO de las víctimas que sufren a diario portonazos, robos con violencia, destrucción, tráfico de drogas, mercenarios, etcétera, etcétera. (Comentario de lector/a en Guerra, 2022a)
Otro imaginario descriptivo que funciona en el mismo sentido que los anteriores atribuye al inmigrante venezolano el supuesto favor de los discursos progresistas en materia inmigratoria que circulan en la sociedad chilena. En este caso, las audiencias apelan a la ironía para resaltar la idea de que los inmigrantes venezolanos contradirían aquellos discursos con su conducta, validando así los prejuicios negativos existentes sobre ellos. Por ejemplo, en comentarios publicados en una noticia sobre un inmigrante venezolano presuntamente vinculado a delitos en Chile, las audiencias lo caracterizan como creen que harían los discursos progresistas: un “aporte cultural”, “luchador social y emprendedor” que “recibirá todo el reconocimiento del gobierno” o “embajador pluricultural y plenipotenciario de la república popular bolivariana chavista-madurista” (comentarios de lectores/as en Guerra, 2022a).
La concepción estadocéntrica es reforzada por una serie de imaginarios que se organizan en torno a la oposición mismidad-alteridad o ellos-nosotros ─donde el nosotros puede aparecer explícita o tácitamente─ y la construcción del inmigrante venezolano como una figura horrorosa y deleznable, que invade Chile alterando la paz y la seguridad.
Uno de ellos ─el segundo más frecuente entre todos los imaginarios identificados─ es descriptivo y consiste en la caracterización de este inmigrante como horrible o despreciable, ya sea por su aspecto, por sus costumbres, por su comportamiento o por razones más difusas. Se señala que creen que “van a salvar al mundo con tequeños y su cara de Neardentales” (comentario de lector en Ramírez, 2021), “nada bueno puede venir del Caribe, los venezolanos son nefastos” (comentario de lector/a en Lagos B., 2022), “venecos, la degradación humana en su máxima expresión, cómo los detesto” (comentario de lector/a en Guerra, 2022a), o las siguientes.
He trabajado con venezolanos y son cosa seria los venecos, hay que tener una paciencia enorme, son arrastrados, agrandados, cualquier cosa parten a reclamar a la Inspección del Trabajo, etcétera. Uno muchas veces se pregunta si Chile es tan mierda para ellos entonces por qué y para qué vienen. (Comentario de lector/a en Lagos B., 2022)
Cómo será de BASURA esta gente, que en EE.UU. prohibieron ESPECÍFICAMENTE el ingreso de venezolanos a ese país. En EE.UU. no se prohibió el ingreso de haitianos, cubanos, colombianos, ¡¡¡solo se PROHIBIÓ el ingreso de la BASURA VENEZOLANA!!! (comentario de lector/a en Guerra, 2022a)
Si el segundo imaginario más frecuente contribuye a otrificar la figura del inmigrante venezolano caracterizándolo negativamente en oposición tácita o explícita al nosotros chileno, el que le sigue en cantidad de apariciones en el discurso de las audiencias de Emol opera en igual sentido, aunque en este caso desde un punto de vista performativo, proyectando la idea de que es necesario pasar a la acción y separarlo objetivamente del territorio nacional. De acuerdo con este imaginario, el inmigrante venezolano debe ser expulsado de Chile, pero, además, en ocasiones, esto debe estar acompañado de una cuota de sufrimiento adicional, como cuando se afirma sobre una futbolista venezolana de un club chileno que “debieron dejar que se vuelva a su país, un bote sin remos era suficiente” (comentario de lector/a en Lagos B., 2022).
Sería, probablemente, un error interpretar estos imaginarios en términos de llamamientos concretos a la acción. Lo imaginario/discursivo y lo pragmático/factual son ámbitos interconectados, pero a su vez diferenciados, y lo que ocurre en uno de ellos no puede traspolarse directamente al otro. En cambio, como señala Giorgi,
este vaciadero de fantasías se sostiene más bien en el goce reactivo que lo produce. Y ese disfrute en el insulto y en la violencia contra otrxs racializadxs indica una de las claves de lo que se conjuga en este retorno violento de los racismos: el que marca un momento límite de cierta idea de lo democrático y de su capacidad para resolver los conflictos generados por un ordenamiento neoliberal de lo social. (Giorgi, 2018, p. 59)
Asimismo, en algunos casos la idea de la necesidad de expulsión del elemento extranjero es representada en términos higiénicos, lo que refuerza la calificación del inmigrante venezolano en términos de desecho, desperdicio o suciedad, como en los siguientes ejemplos: “¿Para cuándo los vuelos de ‘limpieza’? Es decir, ¡los de repatriación! Hay demasiado ilegal, demasiada fritanga y demasiado vendedor de baratijas ensuciándolo todo. Eso no suma” (comentario de lector/a en Guerra, 2022b); “el veneco también grita que ‘exige respeto’. Tanta basura en Chile, nos llora una nueva higiene” (comentario de lector/a en Guerra, 2022a).
Se hace difícil analizar la emergencia de estos imaginarios de la limpieza aplicados al elemento inmigrante racializado sin tener en cuenta la relevancia que, como destacan Vetö (2014) y Subercaseaux (2007), tuvieron las ideas higienistas en relación con el discurso eugenésico y la idea de una raza homogénea y aséptica como pilares de la configuración de la identidad nacional chilena entre fines del siglo XIX e inicios del XX. Pero, además, queda de manifiesto ─con la figura de los “vuelos de ‘limpieza’”, que remite a los denominados “vuelos de la muerte” utilizados para desaparecer personas durante las dictaduras cívico-militares chilena, argentina y uruguaya, pero también con el cuestionamiento del principio de “respeto” por el otro─ que lo que está en debate es la desmantelación del orden democrático. De regreso a Giorgi:
Esa idea de la democracia contra la que estos enunciados se conjugan es inseparable de lo que aquí aparece como enemigo común: los derechos humanos. Como si el movimiento y el signo mismo de los derechos humanos indicara […] un pacto democrático que estas escrituras quieren, sistemáticamente, deshacer. Es la conciencia democrática que surge como contrapartida al terrorismo de Estado lo que aquí se contesta. (Giorgi, 2018, p. 59)
Dentro del mismo grupo se encuentran aquellos imaginarios descriptivos que criminalizan al inmigrante venezolano, asociándolo a la delincuencia, al narcotráfico o a la migración irregular, que mayoritariamente es denominada “ilegal”. Por ejemplo, algunas de las unidades discursivas analizadas señalan: “LA IMPORTACIÓN DE VENECOS SOLO HA TRAÍDO LA COCHINA Y MOTOS CON LADRONES POR TODOS LADOS”; “ahí andan los venekos, como Pedro por su casa, asaltando, extorsionando, cobrando por protecciones, se vienen luego los secuestros, este país involucionó 20 años al menos con la ola migratoria” (comentarios de lectores/as en Guerra, 2022a); “‘un individuo de nacionalidad venezolana que se encuentra en nuestro país de manera irregular’... Un delincuente ilegal, como los 2 millones de ilegales que saturan el país con su fritanga y cero aporte” (comentario de lector/a en Guerra, 2022b). Otros ejemplos de la presencia de este imaginario se exponen a continuación.
Otro día, crímenes y droga, ven la TV y reportajes de barrios y comunidades que otrora eran lugares de descanso, invadidos por la delincuencia. ¿Cuál es el denominador común? VENEZOLANOS. Por favor, parar la entrada de migrantes y expulsar a los irregulares y los que delinquen, así todo volverá a la normalidad. (Comentario de lector/a en Guerra, 2022a)
Venezolanos, colombianos y dominicanos, delincuentes de alta peligrosidad que ingresan a nuestro país con total desparpajo y bajo la complaciente mirada de nuestras autoridades. Las leyes vigentes no sirven para atacar a estos mal nacidos, urge un cambio radical al respecto, basta de tantos beneficios y mano blanda para estos delincuentes. (Comentario de lector/a en Guerra, 2022a)
Por otra parte, se observa la presencia de dos imaginarios descriptivos que contribuyen a restar especificidad a la inmigración venezolana, diluyéndola dentro de conjuntos más amplios que son imaginados como otros respecto del nosotros nacional chileno. Uno de ellos caracteriza al inmigrante venezolano como caribeño; el otro lo considera similar o indiferenciado respecto del inmigrante colombiano. Esto último se puede constatar en la cita anterior, donde, además, se incluye en el mismo grupo a los dominicanos, acaso también considerados caribeños, o también en el siguiente comentario, donde se incluye como objeto de la construcción de alteridad a una etnia originaria: “Venezolanos, colombianos y mapuches, lo peor de la raza humana infectando Chile” (comentario de lector/a en Guerra, 2022a). En ambos casos, la connotación de esta clasificación es, una vez más, decididamente negativa, como se verifica, también, en el siguiente ejemplo.
Para aquellos que dicen que la inmigración caribeña es un aporte para nuestro país sería bueno que explicaran cuál es precisamente la contribución de estos sujetos para nuestro bienestar y desarrollo. Que se terminen de una vez las posturas buenístas y condescendientes hacia esa clase de inmigrantes. Si de tres entra uno malo, hay que cortar la llave definitivamente. (Comentario de lector/a en Guerra, 2022a)
En relación con ciertos idearios de lo nacional, otro grupo de imaginarios contribuye a caracterizar al inmigrante venezolano como: infiltrado del régimen chavista; integrante de una guerrilla armada que busca sembrar el caos en el territorio chileno; malo para Chile; mala raza o responsable de empeorar la raza chilena; invasor; que no aporta a Chile; asesino de chilenos. A continuación se incluyen algunos ejemplos: “¿Para qué ingresan ilegalmente armas de guerra a Chile? Obvio, para armar una guerra, las armas sirven para matar, si las traen para Chile es para matar chilenos. El comunismo no cambia, hace 50 años hacían exactamente lo mismo”; “Cuándo no un veneco/narcolombiano metido en drogas. Es mala la raza esa” (comentarios de lectores/as en Guerra, 2022a); “¡Por mí que vayan todos! ¡No aportan y ahora solo molestan!” (comentario de lector/a en Lagos B., 2022).
Interesa especialmente, entre estos imaginarios, el que refiere al inmigrante venezolano como mala raza o responsable de empeorar la raza chilena. Como se señaló antes, la idea de una raza chilena es una elaboración que comenzó a tomar forma entre fines del siglo XIX e inicios del XX ante la necesidad de homogeneizar la identidad nacional en torno a la idea de blanquitud, silenciando bajo esa ficción las identidades indígenas y por tanto excluyéndolas de los relatos sobre la nación. Hoy, diluido el peligro de la heterogeneidad interna, la idea vuelve a cobrar fuerza ante la irrupción de un enemigo externo que vendría a poner en peligro la homogeneidad de la raza chilena.
Como corolario de lo anterior, una serie de imaginarios performativos trazan un perfil del inmigrante venezolano como alguien a quien se debe encarcelar, perseguir, asesinar o eliminar, o darle duro: “Cuántos habrá como este traficante asesino. Deberían hacer una cárcel especial para esta maravilla de inmigrantes y ojalá se mataran entre todos ahí dentro”; “se deben allanar todas las viviendas de venezolanos y colombianos, para estar un poco más tranquilos y mandarles una señal a esos retorcidos eso debe ser ahora”; “OYE, ¿¿¿QUÉ PASA??? MILITARES, HÁGANLA CORTA Y ECHEN A TODAS ESTAS MIERDAS. SI NO SEREMOS NOSOTROS, LOS CIVILES, QUE HAREMOS LA PEGA”; “no, nada de aviones, una marcha de la muerte hasta Colchane o echarlos en camiones sellados y gasearlos, esa es la mejor solución”; “hay que darles duro a estos venecos” (comentarios de lectores/as en Guerra, 2022a). Nuevamente, como se aprecia en los ejemplos anteriores, aparecen las fantasías de eliminación de la alteridad.
Por otra parte, los imaginarios sobre la inmigrante venezolana son en su totalidad descriptivos y se despliegan mayoritariamente en torno a su apariencia física. En ese sentido, el más frecuente consiste en definirla a partir de la voluptuosidad de su cuerpo, hipersexualizada, a menudo en comparación con la mujer chilena, que, cuando aparece explícitamente en este imaginario, lo hace como su opuesto: menos atractiva, pero acaso también menos disponible para la utilización como objeto de consumo.
A su vez, lo voluptuoso es, en la mayoría de los casos, comunicado a partir de referencias al tamaño de las nalgas de la mujer venezolana, lo cual, en la medida que se aparta de lo normal, ingresa al terreno de lo monstruoso. La segmentación corporal, al modo de una res animal, favorece su deshumanización y puesta a disposición para el consumo o el placer masculinos. Algunos ejemplos de la presencia de este imaginario en los comentarios analizados se exponen a continuación: “El trasero de las venezolanas hace estragos”; “es simplemente la atracción por la carne, donde quiera que esté. No solo en la parrilla”; “¡búscate una ricura venezolana ya! ¡No pierdas tiempo con los forros nacionales, bagres! Si no agarras muchas neuronas por lo menos agarrarás un buen Q-lo, de lo contrario no agarrarás ni Q-lo ni neuronas”; “comparen el TRASTE de una VENEZOLANA o COLOMBIANA con el de una CHILENA y van a entender el resultado de esta pesquisa” (comentarios de lectores/as en Ramírez, 2021).
El segundo imaginario registrado con mayor frecuencia es más sutil, aunque nuevamente reposa sobre una valoración de los atributos corporales de la inmigrante venezolana, a quien en este caso se caracteriza como bella: “Es claro que los hombres chilenos prefieren venezolanas, son harto más bellas que las chilenas”; “las venezolanas son lindas, no conozco a ninguna venezolana fea”; “estéticamente, las venezolanas, junto con las colombianas, son insuperables” (comentarios de lectores/as en Ramírez, 2021).
Dentro de este mismo grupo se encuentran, asimismo, dos imaginarios que retratan a la inmigrante venezolana en términos claramente negativos: uno de ellos la define como fea o desagradable, el otro, como artificial o demasiado arreglada. En contraste con el imaginario antedicho, estos descansan sobre la idea de que la mujer inmigrante originaria de Venezuela posee una apariencia naturalmente antiestética, que se esfuerza en disimular artificialmente sin lograr su propósito. Asimismo, la concepción de fealdad aparece explícitamente asociada a caracteres como la racialidad no-blanca. Nuevamente aparece, en algunos casos, la comparación con la mujer chilena, que, en contraste, es calificada como más cercana al ideal de la blanquitud y sus valores asociados, como la delicadeza y la finura.
En las siguientes unidades discursivas se advierten algunos ejemplos de la presencia de estos imaginarios en el discurso de las audiencias de Emol: “NUNCA HE VISTO UNA VENEZOLANA RICA. SON TODAS FEAS, DEFORMES, ANTIPÁTICAS, HEDIONDAS, HUECAS, INCLUSO HE VISTO PERUANAS Y BOLIVIANAS SIMPATICONAS, PERO ESAS GORDAS CHAVISTAS... NAAAAH, PASO”; “¡es rara la venezolana linda y natural! ¡Casi todas son gruesas, morenas, y pintadas más que puerta de circo! ¡Gritonas! ¡No cambio a mis chilenitas hermosas, más finas, blancas y delicadas!”; “PUROS POTOS PLÁSTICOS, DEFORMES, ENORMES Y HEDIONDOS, CHAOOOOO” (comentarios de lectores/as en Ramírez, 2021). Otro ejemplo se expone a continuación.
Por mi parte encontrar una venezolana agraciada y que no sea del estereotipo gritona, poco femenina, de rasgos mulatos toscos y marcados, estructura corpórea poco proporcionada, más arregladas que yegua en Cuasimodo, uff... Las chilenas por leeeejos, más finas, blancas, femeninas, educadas, lindo cabello, ¡lejos mis chilenas hermosas! Lo mejor de Latam. (Comentario de lector/a en Ramírez, 2021)
El tercer imaginario más frecuente en relación con la inmigrante venezolana la caracteriza como interesada, que busca casarse con hombres chilenos para acceder a poder traer a Chile a más inmigrantes de su misma nacionalidad, por dinero, o para lograr mayor estabilidad en su situación inmigratoria. Subyace a este imaginario, nuevamente, la idea de que Chile es un país codiciado por la inmigración venezolana, que llegaría a él para aprovecharse de sus supuestas ventajas.
Esto puede apreciarse en los siguientes ejemplos: “venezolanas que pronto les traerán a su ‘primo’ y ‘sobrinos’, jejeje”; “¿qué te pueden ofrecer una venezolana y un haitiano en Chile? ¿O es simplemente una conveniencia para regularizar los papeles? Cada loco con su tema, pero evidentemente asumen grandes riesgos”; “por las puras lucas las venezolanas. Abran los ojos”; “residencia, sí, por ‘vínculo con chileno’. Pero para eso también se embarazan mucho. Al hijo lo inscriben luego con nacionalidad chilena, y después piden residencia por vínculo con chileno (el hijo). Es de libro, lo recomiendan mucho en foros de extranjeros” (comentarios de lectores/as en Ramírez, 2021). Lo mismo se aprecia en el siguiente comentario, donde, además, los calificativos de “dantesco”, “bananeros” y “trogloditas” asocian una vez más la figura del y de la inmigrante de origen venezolano a los caracteres de lo horroroso y lo completamente otro.
No saben el cacho en que se metieron esos 543. En unos años más o menos veremos esos mismos 543 pidiendo divorcio o con las individuas trayéndose de Venezuela a sus “supuestos primos(as)” y “supuestos hermanos(as)”, jajajaja, en mi familia lamentablemente cayeron tres familiares y cometieron ese error y créanme, es un cacho dantesco. Las chilenas y los chilenos quedamos chicos al lado de estos bananeros trogloditas. (Comentario de lector/a en Ramírez, 2021)
Otros dos imaginarios que aparecen con relativa frecuencia representan a la inmigrante venezolana como similar o indiferenciada respecto de la inmigrante colombiana, y como caribeña, lo cual, tal como se señaló respecto del inmigrante venezolano, contribuye a restarle especificidad y, por lo tanto, a despersonalizarla.
Por último, se verifica la presencia de tres imaginarios que comunican una idea nuevamente centrada en el placer masculino y la utilización del cuerpo femenino para su concreción. Uno de ellos la representa como simpática o servicial con el hombre; el segundo, como caliente o sensual; el tercero, como prostituta. Algunos ejemplos de su presencia en los comentarios analizados se ofrecen a continuación: “Son cero aporte. Tengo compañeros de trabajo que son puteros y me cuentan que las putas nacionales fueron reemplazadas por colombianas y venezolanas además que los café con piernas están llenos de estás mierdas extranjeras”; “por algo los prostíbulos están llenos de venezolanas (me han contado)”; “las venezolanas atienden a su hombre como rey, las chilenas están esperando el momento para exigir pensión alimenticia e irse con el próximo iluso, si no pregúntele a Fariña”; “¿los chilenos casados con Venezolanas? Qué mujeres, qué cuerpos, qué hembras. Y más calientes que el brasero de Satanás. No hay comparación posible con las federicas, pacatas, tapadas, cartuchas, tímidas, apocadas chilenas” (comentarios de lectores/as en Ramírez, 2021).
Como se puede apreciar en estas citas, nuevamente se establece una comparación de la mujer venezolana con la chilena, donde, si bien la primera es la mejor ponderada, lo es en la medida que es percibida como un recurso más fácilmente moldeable y aprovechable para el consumo del hombre chileno. Esto se observa, también, en el siguiente ejemplo.
¡Bien por los hombres chilenos! Las venezolanas y colombianas son de las mujeres más atractivas, femeninas y serviciales que hay. Son más tradicionales y conservadoras en lo que respecta a las relaciones entre hombres y mujeres. No tienen esas tonteras del feminismo. Y para qué hablar de la pasión que [tienen] en la intimidad. Si uno tuviera que definir a las mujeres perfectas, son las venezolanas y colombianas. Felicidades a todos esos chilenos que se casaron con todas esas grandes mujeres. (Comentario de lector/a en Ramírez, 2021)
Como se aprecia en los últimos ejemplos, el lenguaje opera una deshumanización de la inmigrante venezolana, caracterizada en términos de animal o de cosa. Esta caracterización refleja imaginarios mediante los cuales la mujer venezolana es inscripta en determinada genealogía de tipo biológico y cultural, una línea genealógica imaginada como radicalmente otra respecto de la propia. Tal diferencia, a su vez, encuentra una única forma de coexistencia posible en la subordinación de lo inhumano a lo humano. En otros términos, se puede señalar, de acuerdo con Giorgi, que lo que prima aquí es
la racialización de cuerpos e identidades, es decir, la transcripción de antagonismos de clase, de género, sexuales ─antagonismos de lo que llamamos “construcciones sociales”, de género, de clase, etcétera─ en distinciones inmediatamente biopolíticas, que pasan la herencia biológica y racial, por la “naturaleza” que demarca los límites mismos de lo humano. (Giorgi, 2018, p. 58)
Conclusiones
Se considera que la contribución central del presente estudio es la identificación y el análisis de unos modos específicos mediante los cuales la figura del y de la inmigrante de nacionalidad venezolana es percibida y semantizada en un tipo específico de discursos: los comentarios de las audiencias del principal medio informativo en línea de Chile. En ese sentido, se ha podido comprobar que a los comentarios publicados en las noticias de Emol subyacen imaginarios sociales mediante los cuales la y el inmigrante de origen venezolano son construidos semánticamente como alteridades de lo nacional, apelando a representaciones sociohistóricamente construidas de la nación, su nosotros y sus otros.
Tales figuras encuentran anclaje, de un modo general, en la colonialidad, una arquitectura transversal a la conformación de todos los estados de América Latina. A partir de este metaesquema, todo aquello que se aparte del ideal eurocéntrico de la blanquitud es sistemáticamente instituido como un otro y excluido de las narrativas que dan sustento a la identidad nacional. Este patrón, sin embargo, no se repite idénticamente en cada contexto. Cada estado va dando lugar, en diversos momentos históricos, a formaciones nacionales de alteridad, modos situados de otrificar a quienes escapen a las categorías de lo blanco o lo europeo. En ese sentido, el contenido de los imaginarios identificados en los comentarios de las audiencias de Emol sobre las y los venezolanos residentes en Chile tiene especificidades dadas por las derivas particulares que asumió y asume en este país la colonialidad.
En su faz descriptiva, los imaginarios sociales analizados representan mayoritariamente a los inmigrantes venezolanos como favorecidos por el poder, invasores y disruptores del orden y la paz que caracterizarían al Chile previo a su arribo, en una lectura eminentemente estadocéntrica que habla de la persistencia del nacionalismo y las concepciones cerradas de lo nacional. Pero, además, asocia la apariencia, las costumbres, la cultura y otros rasgos de la identidad de estos inmigrantes a los caracteres de lo horrible y lo despreciable, es decir, de lo irreconciliablemente ajeno. Esto último es constituido como tal en la medida que se aleja del ideal de la blanquitud, mediante referencias explícitas o implícitas a la raza. Por otra parte, la faz performativa de tales imaginarios complementa y refuerza lo anterior, constituyendo un llamado a la acción o, más concretamente, a la persecución, la expulsión del territorio nacional y, en última instancia, la eliminación de quienes son semánticamente instituidos como otros no-blancos.
Por otra parte, se registra una construcción simbólica diferencial de la inmigrante venezolana, definida a partir de una concepción donde ya no solo es la nación la que está en el eje vertebral, sino más específicamente el hombre chileno como institución patriarcal, núcleo de significación y de acción, juez moral y centro de placer. Nacionalismo y patriarcalismo se congregan en este imaginario social, que oscila entre representaciones decididamente negativas y otras que comunican la idea de que, si la mujer venezolana es buena, solo lo es en tanto está más disponible que la chilena para la satisfacción inmediata del placer masculino. La mujer inmigrante venezolana es codificada, así, como un instrumento que viene a sustituir aquellos aspectos en los que la mujer chilena no se presta para su explotación.
El contenido de los imaginarios desglosados en este estudio refleja el estado actual que asumen los procesos sociohistóricos de construcción de alteridad en Chile, en el marco de una inmigración venezolana que es percibida como una amenaza al ideario en torno al cual se han desplegado tradicionalmente los caracteres de lo nacional. En ese sentido, el análisis realizado permite reconstruir, a partir de los imaginarios que construyen la figura del inmigrante venezolano en Chile como un otro, las identificaciones de la identidad nacional chilena en derredor de valores que fungen como opuestos o anversos de esa alteridad.
De esa manera, es posible interpretar que, si el y la inmigrante de origen venezolano son imaginados como favorecidos por el poder, asociados a la delincuencia, lo abyecto y lo voluptuoso, la sociedad chilena se imagina a sí misma como desprotegida por sus instituciones, respetuosa de la ley, noble y austera, algo que se puede apreciar más claramente en aquellas unidades discursivas en las que la autopercepción emerge de un modo explícito.
Asimismo, de manera transversal, los imaginarios analizados se articulan en torno a la idea de raza como elemento a partir del cual se diferencia lo humano de lo inhumano. Esta dicotomía se inscribe en una larga historia de racismo en Chile, donde las múltiples identidades y corporalidades indígenas son subsumidas por la idea de raza chilena. En la ficción de la excepcionalidad racial chilena se funda una buena parte de la identidad nacional, que en la actualidad es percibida como amenazada por la llegada masiva de inmigrantes racializados. En el contexto de este metaesquema perceptual, la raza chilena es puesta en peligro por la invasión de una alteridad inhumana y horrorosa, lo cual legitima la persecución e incluso la eliminación de ese otro.
Entre ambos reduccionismos emerge una cuestión urgente, planteada por la teoría decolonial latinoamericana: el problema de la incorporación al debate público de aquellas y aquellos que son excluidos de esa deliberación; los propios sujetos y colectivos no-blancos que, tanto desde el interior como desde el exterior de la nación, pujan por imponer sus propios discursos y son sistemáticamente ocluidos por la lógica de la colonialidad. El problema se advierte más urgente ante el avance de movimientos políticos reaccionarios, que aprovechan y fomentan este tipo de narrativas para llegar al poder, tensionando la convivencia democrática y fracturando la posibilidad del diálogo intercultural.
Desde el punto de vista de los estudios sobre inmigración en Chile, los resultados de la investigación se inscriben en una línea reciente de investigaciones que abordan la representación mediática de las corrientes inmigratorias más recientes que han llegado al país, como la colombiana, la haitiana y la venezolana. Si bien esta última permanecía hasta el momento subexplorada, los hallazgos del estudio son en buena medida complementarios de los obtenidos para el caso de las comunidades haitiana y colombiana en el sentido de un grado de hostilidad que contrasta con los discursos más sutilmente otrificadores y hasta cierto punto paternalistas con que el discurso periodístico caracterizaba a la inmigración tradicional proveniente de Bolivia o Perú. Asimismo, se contribuye identificando una serie de imaginarios de género que brindan algunas precisiones sobre cómo es representada en estos entornos la inmigración femenina, algo que permanecía también subrepresentado en la literatura disponible.
Por su parte, desde el punto de vista de los estudios sobre el discurso periodístico, los resultados coinciden con la literatura que considera las secciones de comentarios en las noticias publicadas online como un espacio de interés para analizar la circulación de discursos otrificadores y de odio en la sociedad. Una arena virtual donde aquello que probablemente no sea aceptable en otros contextos aflora en toda su crudeza, dando lugar a discursos cargados de racismo y xenofobia. Un sitio problemático desde el punto de vista de los ideales de transparencia y democratización que rigen el debate público, pero insoslayable si se desea alcanzar cierto grado de comprensión acerca del avance de los discursos de odio, el racismo y la xenofobia.
Respecto de las limitaciones del estudio, se debe mencionar, en primer lugar, que se trata de uno de los primeros trabajos que analizan las representaciones de la inmigración en el discurso de las audiencias, y también uno de los primeros en indagar en los imaginarios sobre la inmigración venezolana en la prensa chilena, de lo cual se desprende una escasez de antecedentes que afecta al producto de esta investigación. De allí que, más allá de su intención analítica y de la voluntad de profundizar en la contextualización del fenómeno que caracteriza a este artículo, es válido considerarlo como un trabajo de estudio exploratorio, una aproximación preliminar que debiera ser complementada por futuros abordajes.
Otra limitación es el recorte del corpus. Si bien El Mercurio es el periódico más importante de Chile y su edición digital, Emol, es la fuente online más consultada en el país, un estudio comparativo con comentarios de audiencias de otros medios chilenos en línea podría aportar matices que quedan fuera del alcance de esta investigación. Lo mismo ocurre respecto de la comunidad inmigratoria; si bien se justifica el análisis de los imaginarios de las y los venezolanos por tratarse de la nacionalidad de inmigrantes más importante en número, el estudio podría enriquecerse si incluyera otras nacionalidades estigmatizadas en Chile, como la colombiana o la haitiana, u otras, como la argentina, que han sido tradicionalmente depositarias de imaginarios positivos, asociados a aspectos como la blanquitud y la europeidad.
Por último, y en cuanto a las eventuales proyecciones del estudio, sería deseable considerar no solo el discurso de las audiencias, sino también su interacción con el discurso del medio, algo que también quedó fuera del alcance del presente artículo. Teniendo en cuenta la violencia y crudeza de los comentarios analizados en esta investigación podría hipotetizarse que existe una relación colaborativa conforme a la cual el medio delimita el encuadre, direccionando el foco de atención hacia las y los inmigrantes, y las audiencias se encargan de caracterizar negativamente a este segmento de la población. En otras palabras, el medio, constreñido por las exigencias profesionales de neutralidad en el tratamiento de la información, y por lo tanto imposibilitado de caracterizar en un tono abiertamente negativo la figura del y de la inmigrante, dejaría esa tarea más controvertida a las audiencias, y aprovechar las libertades que ofrecen las secciones de comentarios.
Sin embargo, se trata de una protohipótesis meramente heurística, que debería ser reformulada y en todo caso puesta a prueba en eventuales investigaciones futuras. En ese sentido, sería deseable explorar cuál es el modo en que ambos discursos se complementan, dialogan y colaboran o, por el contrario, se contraponen en la reproducción de determinados imaginarios sociales sobre el y la inmigrante.
Finalmente, se echan en falta estudios sobre la representación mediática de un tipo de inmigración limítrofe y tradicional que, a diferencia de la peruana o la boliviana, se encuentra racializada en términos positivos, es decir, asociada a la blanquitud o la europeidad. Investigaciones de esas características podrían arrojar luz sobre los modos contrastantes en que se imagina y representa a las y los inmigrantes en función de su adecuación a los estereotipos raciales en que se funda la colonialidad del poder en América Latina y en Chile en particular.
Agradecimientos
Este artículo forma parte del Proyecto Fondecyt de Iniciación en Investigación núm. 11230990, titulado “Medios de comunicación, framing y construcción de alteridad en el Chile de la inmigración masiva: imaginarios sociales sobre el/la inmigrante en los discursos de la prensa online y sus audiencias”, del que el autor es investigador responsable. El autor agradece a la Agencia Nacional de Investigación y Desarrollo de Chile (ANID) por apoyar y financiar este proyecto.
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Notas
1 Por economía expositiva, en el título se usa el masculino genérico; en el cuerpo del artículo, en cambio, se prefiere el lenguaje incluyente. Se utiliza el término inmigrante, en lugar de migrante o persona migrante, por su idoneidad para interpretar la persistencia de discursos nacionalistas y xenófobos. La palabra inmigrante permanece presente en gran parte del aparataje discursivo estatal y mediático, y por lo tanto constituye un eje productivo para analizar cómo se significa en torno a ella el contacto con la alteridad extranjera desde el interior de las fronteras de la nación.
2 En todas las citas textuales, las cursivas corresponden a la versión original del texto citado.
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Jose Navarro-Conticello
Argentino. Doctorado en ciencias humanas por la Universidad de Talca, Chile. Investigador de la Universidad de Talca, Chile, integrante del Grupo de Estudios sobre Fronteras y Regiones (Gefre) de la Universidad de Buenos Aires. Líneas de investigación: imaginarios sociales, alteridad, medios de comunicación, migración y fronteras. Publicación reciente: Rivero, P. J. & Navarro-Conticello, J. (2020). Migraciones y movilidades de argentinos: revisión crítica de un campo de estudios en desarrollo, 1960-2020. Revista Páginas, 13(31). https://doi.org/10.35305/rp.v13i31.474
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