Artículo | Estudios Fronterizos, vol. 12, núm. 23, 2011, 9-26 |
Uso de drogas en migrantes mexicanos captados en ciudades de la frontera noroccidental MéxicoEstados Unidos
Drug consumption in Mexican immigrants interviewed in northwest Mexico-USA border cities
Ricardo SánchezHuesca*, Jorge Luis ArellanezHernández**
* Director de Investigación y Enseñanza, Centros de Integración Juvenil, A. C.
Correo electrónico: dir.investigacion@cij.gob.mx
** Jefe del Departamento de Investigación Psicosocial y Documental, Centros de Integración Juvenil, A. C.
Correo electrónico: deptopsicosocial@cij.gob.mx
Resumen
La presente investigación se diseñó con el objetivo de identificar si la experiencia migratoria de mexicanos a Estados Unidos puede ser un facilitador para el consumo de drogas. Mediante un muestreo no probabilístico se encuestó a 567 migrantes en retorno mayores de 18 años, en Tijuana, Nogales y Ciudad Juárez, siendo la mayoría de ellos varones con una edad promedio de 29 años. El principal motivo para migrar está asociado con la mejora económica, y la forma de cruce es predominantemente sin documentos. Los principales lugares de destino fueron California, Arizona y Texas. Durante la estancia migratoria se observó un incremento significativo en el uso de cocaína y metanfetaminas. Los principales motivos para usar alguna droga ilícita se relacionan con la curiosidad, la invitación de amigos, la depresión y para aminorar el cansancio producido por el trabajo, estos dos últimos aspectos relacionados con la estancia migratoria. Los resultados sugieren que en quienes ya han usado sustancias, la experiencia migratoria puede llevarlos a consumir otras drogas: para quienes iniciaron en Estados Unidos parece ser una opción para aminorar el malestar emocional que genera el choque cultural.
Palabras clave: migración, emigración, drogas ilícitas, consumo de drogas, salud mental.
Abstract
The purpose of this research was to confirm the existence of a relationship between the immigration stay in the United States and the use of illicit drugs. By applying a nonprobabilistic sample in Tijuana, Nogales and Ciudad Juarez 567 immigrants, were interviewed 77.8% were males (average of 29 years old). The main reason of their immigration was the search for an “economic improvement”; the most of they did not have the documentation to cross the border. The main destinations were California, Arizona and Texas. When comparing the use of illicit drugs before and after the immigration experience, the number of users of cocaine and methamphetamine were found to significantly increase. The “curiosity” was the main reason to drug use, as well as the fact of being “invited by friends”. Other reasons seem to be associated to the immigration experience: some used drugs because they felt depressed or because they needed to take a break and feel relaxed after working. These findings make it possible to confirm that the immigration experience modifies the pattern of use of drugs in some immigrants who have previously used this kind of substances; some others start using them during the immigration stay.
Keywords: migration, immigration, illicit drugs, substance abuse, mental health.
Introducción
Los antecedentes del fenómeno de la migración de mexicanos hacia Estados Unidos datan de hace más de un siglo; situación condicionada por múltiples factores geográficos, históricos, económicos y políticos. Esta dinámica migratoria se ha visto agudizada por la situación económica que desde la década de los años ochenta del siglo pasado atraviesa nuestro país, y ha traído como consecuencia que en la actualidad residan más de nueve millones de mexicanos en la Unión Americana, llegando a ser prácticamente la primera minoría (Zúñiga, Leite y Nava, 2004).
Aun cuando el gobierno estadounidense ha inplementado diversas estrategias para evitar el flujo migratorio, éste no ha sido frenado. En efecto, el refuerzo del control fronterizo estadounidense en puntos tradicionales de cruce –como Tijuana y Ciudad Juárez– ha llevado a los migrantes, particularmente los de carácter indocumentado, a buscar nuevas rutas de acceso que representan mayor riesgo, desplazándose a zonas más aisladas y por consiguiente menos vigiladas como el desierto. De esta manera, Tijuana, Ciudad Juárez, Nuevo Laredo, Reynosa y Piedras Negras han disminuido su importancia como áreas preferenciales de paso, en tanto que El Sásabe, Agua Prieta y Matamoros han empezado a ser nuevos sitios de elección para cruzar la frontera (Conapo, 2004).
Aunado a estas nuevas condiciones geográficas de cruce, muchos de los migrantes siguen siendo víctimas de “enganchadores”, “coyotes” o “polleros”, que ante la promesa de “pasarlos del otro lado” les piden altas sumas de dinero, muchas veces engañándolos, abandonándolos en el desierto, abusando sexualmente –sobre todo de las mujeres–, o involucrándolos en eventos de narcotráfico o prostitución (Bezares, 2002). En algunos casos, incluso, estos personajes los inducen a consumir algún tipo de droga con la justificación de mitigar el cansancio o el hambre durante el cruce de la frontera (Najar, 2002).
Sin duda, la exposición a las adversidades geográficas, independientemente del trato que puedan recibir del “pollero”, coloca al migrante en un lugar de vulnerabilidad ante la diversidad de riesgos que se pueden presentar; el solo hecho de intentar cruzar caminando, nadando, o escondido en algún auto o autobús representa un esfuerzo físico y emocional importante. En efecto, el choque emocional y las repercusiones psicológicas que pueden desprenderse de la experiencia migratoria, sobre todo la de carácter indocumentado, pueden conducir a quien las sobrelleva a diversos padecimientos psicológicos. Algunas de las investigaciones sobre población migrante mexicana, o mexicanoamericana, dan cuenta de la presencia de “desórdenes psiquiátricos” (Escobar, 2004; Finch y Vega, 2003; Finch, Kolody y Vega, 2000; Vega, Kolody, Aguilar, Alderete, Catalano y Caraveo, 1998), trastornos de “estrés asociados con el proceso de aculturación” (Finch y Vega, 2003; Foster y Pérez, 2001; Salgado, 1990, 1992, 1996; Salgado, Cervantes y Padilla, 1990; Sánchez, 2005) y “síntomas depresivos” como un factor asociado a la migración (Aguilera, Carreño y Juárez, 2004; Romero y Roberts, 2003; Vega, Kolody y Valle, 1987).
En menor número se reporta consumo de sustancias en población mexicana con residencia en Estados Unidos. Resaltan, sobre todo, estudios que señalan el consumo de alcohol como una situación presente durante la estancia migratoria, mismo que puede incrementarse ante el malestar psicológico debido al choque cultural (Borges y Cherpitel, 2001; Caetano y Tam, 1995; Caetano y MedinaMora, 1988; Finch, Catalano, Novaco y Vega, 2003; MedinaMora, García, Rascón y Otero, 1986). La investigación sobre la coocurrencia de la estancia migratoria con el consumo de drogas ilícitas es muy limitada. Ha sido recién en los últimos años que se ha demostrado la presencia de consumo de algunas drogas en población mexicana que radica en Estados Unidos y de sus repercusiones en la salud (Escobar, 2004; Ferreira y Ramos, 1997; Ortega, Rosenheck, Alegría y Desai, 2000; Vega, 2001; Vega, Sribney y Achara 2003).
Partiendo de ese hecho y considerando que la experiencia migratoria conlleva múltiples cambios y desequilibrios tanto físicos como emocionales que pueden expresarse en trastornos como enfermedades psicosomáticas, depresión o síntomas como angustia y estrés, puede plantearse como hipótesis que una de las respuestas conductuales para intentar aliviar ese malestar psicológico es el uso o incremento del consumo de algún psicotrópico de carácter lícito o ilícito.
Esta hipótesis se reforzó en el año 2001, periodo en que algunos pacientes de primer ingreso a tratamiento en Centros de Integración Juvenil (CIJ)1 ubicados en los estados de Puebla, Morelos y la ciudad de México reportaron consumo de heroína por arriba del promedio (García, 2000; Gutiérrez y Castillo, 2001). Hasta ese momento, la heroína era una droga reportada con mayor frecuencia en unidades de atención de la frontera norte del país (Maxwell, 2005). Esa situación llevó a realizar un análisis de las condiciones de vida de estas personas, encontrando que todas habían tenido al menos una estancia como migrantes en Estados Unidos.
Para comprobar esta posible relación se llevó a cabo un estudio comparativo entre dos grupos de pacientes usuarios de drogas ilícitas atendidos en el CIJ, un grupo con experiencia migratoria a Estados Unidos y otro sin esa condición; entre los resultados más relevantes se encontró que en su mayoría los usuarios migrantes habían consumido drogas ilícitas antes de haber migrado, pero su patrón de consumo al retorno era más diverso y complejo, en comparación con aquellos que no habían migrado. Las drogas de mayor uso durante su estancia en Estados Unidos fueron cocaína y metanfetaminas; entre los principales motivos de consumo se mencionó “intentar permanecer despierto” y “rendir más en el trabajo” (Sánchez, Pérez, Rodríguez, Arellanez y Ortiz, 2006), situaciones asociadas con la condición migratoria. Ya que ese estudio se realizó con pacientes atendidos en el CIJ se consideró pertinente explorar la hipótesis en población migrante en retorno captada en ciudades tradicionales de cruce como Tijuana, Nogales y Ciudad Juárez (Conapo, 2004).
Método
Mediante una investigación de carácter exploratorio, se planteó como objetivo general identificar la posible relación entre la estancia migratoria en Estados Unidos y el consumo de drogas ilícitas en migrantes mexicanos.
La población a incluir fueron migrantes mayores de 18 años que se encontraban temporalmente por retorno voluntario o forzado en las ciudades de Nogales, Tijuana y Ciudad Juárez, y que aceptaran participar en el estudio. A través de un muestreo no probabilístico, por cuotas, se planeó recopilar información de 600 migrantes, 200 por ciudad, obteniendo finalmente 567 participantes: 222 en Nogales, 204 en Ciudad Juárez y 141 en Tijuana. El levantamiento de información dio inicio en abril del 2004 en Nogales; en Tijuana a partir de julio, y en Ciudad Juárez en agosto, finalizando en el mes de diciembre en las tres ciudades. En la ciudad de Tijuana no se alcanzó la cuota debido a que problemas climáticos interrumpieron la vida cotidiana del área y el tránsito de migrantes.
Se utilizó un cuestionario elaborado ex profeso organizado en dos apartados temáticos además de las características sociodemográficas; éstos fueron: Características del proceso migratorio (lugar de nacimiento y residencia antes de migrar, lugar de residencia en Estados Unidos, situación migratoria, expectativas de permanencia, motivo de migración, tiempo de estancia, motivos de retorno a México y principales razones por las que regresaría a Estados Unidos); y Consumo de drogas (percepción de acceso a drogas ilícitas, principales motivos de consumo, y patrón de consumo alguna vez en la vida y antes y durante la estancia migratoria en Estados Unidos).
Los casos fueron captados con la ayuda de distintas instituciones que ofrecen servicios a este sector poblacional, específicamente los Grupos Beta de Nogales, Tijuana y Ciudad Juárez, la Casa del Migrante de Tijuana, el Centro Madre Assunta, A. C. y el Ejército de Salvación, A. C. de Tijuana. El equipo de investigadores responsables del proyecto capacitó al personal de las instituciones externas participantes a fin de homogeneizar los criterios en la aplicación de la encuesta.
El procedimiento para el levantamiento de la información consistió en que una vez que el migrante había recibido sus servicios y cumplía con los criterios de inclusión antes mencionados, se le invitaba a colaborar en el estudio resaltando la confidencialidad de su información; cabe aclarar que el servicio de la institución no estaba condicionado, lo que les daba la libertad de participar o no en la encuesta.
Resultados
De los 567 migrantes encuestados 77.8% fueron varones y 22.2% mujeres; con una edad promedio de 29.3 años (de = 8.2) en un rango de 18 a 58 años. Casi la mitad (48.0%) tenía una relación conyugal (casado o en unión libre), 43.0% era soltero y 8.9% estaba separado, divorciado o era viudo.
Poco más de una tercera parte tenía estudios de primaria o secundaria (36.2% y 37.2%, respectivamente); 15.4% cursó estudios técnicos o de bachillerato y 1.9% de nivel profesional. El 8.6% sabía leer y escribir pero carecía de estudios formales.
Antes de migrar, 78.3% desempeñaba alguna actividad laboral (formal o informal), 10.2% se dedicaba exclusivamente al hogar, 4.9% estudiaba y 5.8% estaba desempleado o no contaba con alguna actividad remunerada.
Características del proceso migratorio
El 55.6% de los migrantes encuestados nació en áreas urbanas y 43.0% en áreas rurales del país. Los principales estados donde residían son Veracruz (11.9%), Hidalgo (7.8%), Guerrero (7.2%), Chiapas (6.7%), Jalisco (6.7%), Chihuahua (5.8%), Distrito Federal (5.8%), Durango (5.8%), Michoacán (5.8%), Zacatecas (5.4%), Estado de México (4.3%) y Puebla (4.0%) –el 32.8% restante se dividió en diversas entidades federativas–. Esta información evidencia los estados con tradición migratoria (Jalisco, Michoacán, Zacatecas y Durango) y las entidades consideradas de reciente expulsión (Distrito Federal, Estado de México, Oaxaca, Puebla, Veracruz, Chiapas e Hidalgo) (Zúñiga, Leite y Nava, 2004).
Los principales lugares de destino en la Unión Americana en esta población fueron California (32.0%), Arizona (10.1%), Texas (9.9%), Georgia (4.0%), Illinois (3.8%) y Nevada (3.6%) –el 36.6% restante se dispersó en otros estados–. Los tres primeros estados han sido históricamente receptores de población mexicana (Zúñiga, Leite y Nava, 2004).
Situación migratoria y expectativas de permanencia
El 87.2% no contaba con documentos para cruzar legalmente la frontera; el 12.8% ingresó a Estados Unidos legalmente pero sus documentos caducaron durante su estancia. Es relevante el hecho de que 54.3% planeaba permanecer sólo una temporada en Estados Unidos y regresar una vez cubiertos sus objetivos económicos; 11.0% planeaba ir y venir de manera constante; 23.6% consideró quedarse por tiempo indefinido y 8.1% no pensaba retornar a México.
Motivos de la migración
No obstante que 78.3% de estos migrantes contaba con un empleo formal o informal en México antes de migrar, el motivo principal para irse a Estados Unidos fue mejorar económicamente (84.0%). Otras razones fueron “ir a la aventura” (30.0%), por la “escasez de oportunidades laborales en México” (25.2%), y por una “migración familiar” (8.1%). Es de destacar que algunos señalaron haber tenido más de una razón para migrar.
De las 567 personas encuestadas, 306 comentaron que era la primera vez que iban a Estados Unidos (54%), el resto (46%) ya había residido allá en más de una ocasión (261 casos). De los que ya habían tenido una estancia migratoria en la Unión Americana, 10.3% estuvo un mes o menos, 13.1% entre dos y seis meses, y 76.6% había permanecido más de seis meses.
Motivos de retorno a México
Todos los que reportaron que era su primera experiencia migratoria (306 migrantes) fueron repatriados. Como se muestra en el cuadro 1, quienes habían residido en por lo menos dos ocasiones en la Unión Americana (261 casos), 54.0% regresó al territorio nacional de forma involuntaria, esto es, por repatriación o deportación (sobre todo por conductas delictivas y tráfico de drogas), y 46.0% retornó a México de forma voluntaria, ya fuera por algún tipo de situación familiar, motivos personales o por iniciativa propia; muy pocos regresaron por razones relacionadas con situaciones sociales ya sea en Estados Unidos o México.
Motivos para regresar a Estados Unidos
En los migrantes con experiencia migratoria previa, 69.7% consideraba intentar regresar nuevamente a Estados Unidos porque “hay más oportunidades de trabajo”, “se gana más” y porque “tienen familia viviendo allá”. El resto no tenía pensado regresar debido a que “cada vez es más peligroso cruzar la frontera” o porque “no le fue bien”; sólo 6.9% mencionó estar en duda acerca de volver a intentar cruzar la frontera (cuadro 2).
Consumo de drogas
En cuanto al consumo de tabaco, 48.9% reportó haber fumado un cigarrillo por lo menos en una ocasión; durante la estancia migratoria 12.0% dijo que incrementó el consumo de esta sustancia.
Consumo de drogas ilícitas antes y durante la estancia migratoria
De los 159 migrantes que reportaron el uso de alguna droga alguna vez en la vida, 101 casos iniciaron en México (63.5%) y 58 en Estados Unidos (36.5%). De los que iniciaron en México, 41 dejaron de usar drogas ilícitas durante su estancia migratoria, pero 60 continuaron con el consumo, lo incrementaron, e incluso experimentaron el uso de otras drogas.
Al comparar el patrón de consumo antes de emigrar y durante la estancia en Estados Unidos (cuadro 4), se observó un aumento significativo en el uso de cocaína (x2 = 108.797; gl = 1; p < 0.001) y metanfetaminas (x2 = 18.592; gl = 1; p < 0.001), así como una disminución significativa en el consumo de mariguana (x2 = 148.282; gl = 1; p < 0.001).
El consumo de drogas como crack, LSD, PCP y heroína también aumentó durante la estancia migratoria aunque no de forma significativa.
Principales motivos para consumir drogas
Las razones tenidas para usar drogas son muy diversas, si bien la curiosidad fue el principal motivo (38.4%), y en una menor proporción (19.5%) la invitación de los amigos. Otras razones en el uso de drogas son las asociadas con la situación migratoria en la que se encontraban los entrevistados; así, 6.9% dijo que consumió drogas por sentirse deprimido, 6.3% para relajarse del cansancio producido por el extenuante trabajo, y un mismo porcentaje por diversión y para mejorar su socialización.
Consumo de sustancias antes y durante el proceso migratorio por ciudad de cruce
El consumo de drogas mostró diferencias durante el proceso migratorio de acuerdo a la ciudad donde fueron captados los migrantes. Al comparar el consumo de drogas antes de migrar con el que se dio durante el proceso migratorio, se observó que el consumo de cocaína aumentó significativamente en quienes se contactaron en Tijuana y Nogales (cuadro 5); de manera contraria, en los captados en Ciudad Juárez hubo una disminución en el consumo de esta droga durante la estancia en Estados Unidos (Q de Cochran = 5.255, gl = 1, p < 0.05). Asimismo, el consumo de crack aumentó significativamente durante el proceso migratorio en quienes fueron captados en Nogales y Tijuana (Q de Cochran = 8.333, gl = 1, p < 0.05); los entrevistados en Ciudad Juárez no reportan consumo de esta sustancia.
El uso de metanfetaminas se mantuvo sin cambio durante el proceso migratorio entre los migrantes captados en Ciudad Juárez; como se observa en el cuadro 5, en los de Nogales y Tijuana hay un aumento significativo en el uso de esta droga (Q de Cochran = 5.769, gl = 1, p < 0.05).
Por su parte, el consumo de éxtasis no varió durante la estancia migratoria en los entrevistados en Nogales, en los de Tijuana sí aumentó el uso de esta droga, y en los captados en Ciudad Juárez no se reportó su consumo. El uso de heroína aumentó de manera importante durante el proceso migratorio en quienes fueron contactados en Tijuana y ligeramente en los de Nogales; los captados en Ciudad Juárez no reportaron uso de esta droga (Q de Cochran = 8.067, gl = 1, p < 0.05).
En relación con el uso de estimulantes anfetamínicos, en el cuadro 5 se puede observar que los migrantes captados en Nogales y Ciudad Juárez reportaron haber iniciado el consumo de esta sustancia durante el proceso migratorio; en los contactados en Tijuana, aunque con tasas de consumo bajas, se duplicó su uso.
En cuanto al uso de sustancias como LSD, en los migrantes entrevistados en Ciudad Juárez se dio el primer consumo durante el proceso migratorio, en los captados en Nogales permaneció igual, mientras que en los migrantes de Tijuana registró un aumento significativo durante su estancia en la Unión Americana (Q de Cochran = 3.571, gl = 1, p < 0.05). También se puede observar que el uso de PCP no se registró en los migrantes entrevistados en Ciudad Juárez; en los de Nogales incrementó ligeramente el consumo durante el proceso migratorio y en los de Tijuana aumentó significativamente (Q de Cochran = 5.000, gl = 1, p < 0.05).
En relación con el uso de tranquilizantes, se encontró que quienes se entrevistaron en Tijuana y Ciudad Juárez iniciaron el consumo de estas sustancias durante su estancia en los Estados Unidos, algunos migrantes de Nogales reportaron su consumo antes de migrar, incrementándose ligeramente su uso durante el proceso migratorio (Q de Cochran = 4.000, gl = 1, p < 0.05).
El uso de la mariguana disminuyó durante la estancia migratoria en los migrantes localizados en Nogales y Ciudad Juárez; el grupo de Tijuana se mantuvo igual. Finalmente, el consumo de solventes inhalables se mantuvo igual en el grupo de Nogales, en el de Ciudad Juárez se inició el uso durante el proceso migratorio, y en los migrantes captados en Tijuana disminuyó significativamente durante el proceso migratorio (Q de Cochran= 4.000, gl = 1, p < 0.05).
Factores que pudieran proteger del consumo de drogas ilícitas
De los migrantes que no han usado drogas ilegales (72.0%), los factores que en su opinión los han protegido para no usar este tipo de sustancias se clasificaron en tres grupos: individuales, familiares y sociales. En el primer grupo, la razón más frecuente fue tener conocimiento de los efectos y consecuencias que las drogas provocan (33.6%); en relación con los factores familiares, destacan los valores y consejos proporcionados por sus padres (75.0%). En factores sociales se registró primordialmente la participación en actividades preventivas por parte de organismos gubernamentales y organizaciones no gubernamentales (28.7%), en menor frecuencia la poca accesibilidad a las sustancias en su entorno social, mensajes de los medios masivos, valores religiosos, así como características propias de la comunidad (cuadro 6).
Conclusiones
Los hallazgos encontrados en el presente estudio si bien no se pueden generalizar, dan cuenta de que casi una tercera parte de los migrantes encuestados ha hecho uso de alguna droga de curso ilícito al menos una vez en la vida. Este porcentaje se encuentra muy por encima de lo que se reporta en población abierta en la Encuesta Nacional de Adicciones más reciente de nuestro país, cuya prevalencia es de 5.7% a nivel nacional (Secretaría de Salud, Consejo Nacional Contra las Adicciones, Instituto Nacional de Psiquiatría, Instituto Nacional de Salud Pública, 2008). Esto permite inferir que además de los riesgos propios del traslado y cruce de la frontera, las costumbres, tradiciones y el cambio de idioma son adversidades que alteran emocionalmente a quien migra, llevándolo a asumir y enfrentar estas situaciones de diversas formas, una de las cuales puede ser, de acuerdo a lo encontrado, consumir drogas.
De la misma manera, se confirma lo obtenido en un estudio previo (con usuarios de drogas asistentes a tratamiento en México), en el sentido de que si bien no todos los usuarios de drogas inician en Estados Unidos, quienes las han consumido, incrementan su uso durante la estancia migratoria o hacen uso de otras (Sánchez, Arellanez, Pérez y Rodríguez, 2006). Destaca también que la cocaína y las metanfetaminas se consumieron con mayor frecuencia durante la estancia en la Unión Americana; éstas son sustancias estimulantes del sistema nervioso central que en algunos casos son usadas para tener una mayor productividad laboral y estar más alerta en las actividades, pues a más horas laboradas, hay un mayor ingreso. Bajo esta idea es entendible que el uso de la mariguana, sustancia depresora del sistema nervioso, disminuya significativamente durante la estancia migratoria.
Otro punto importante de destacar es que los migrantes encuestados perciben fácil tener acceso a drogas ya fuese en México o en Estados Unidos, lo que lleva a pensar que las redes de oferta son un tanto similares en estos países, pero que, por tener un ingreso en dólares, la capacidad de consumo puede ser mayor mientras se está en territorio estadounidense, lo que puede contribuir también al consumo de drogas, incluyendo las que son de uso más común en el vecino país del norte, como la heroína, el LSD y el PCP.
También es de destacar que el porcentaje de usuarios de drogas y el uso de sustancias más fuertes es mayor en los migrantes encuestados en Tijuana en comparación con las otras dos ciudades donde también se levantó información, esto posiblemente puede estar asociado con que California es uno de los estados del sur de la Unión Americana donde el uso de drogas es alto. Asimismo, el choque emocional que presentan algunos de los migrantes inevitablemente los puede poner en riesgo de abusar del alcohol o usar alguna droga ilícita a fin de aminorar el malestar emocional por el que atraviesan.
En contraparte, vale la pena resaltar que los factores que de acuerdo con los mismos migrantes los han protegido para no usar drogas –la educación familiar, los valores y las tradiciones– son elementos que sostienen al sujeto, le dan sentido de quiénes son y de dónde vienen.
En lo que se refiere a la experiencia migratoria específicamente, los resultados permiten visualizar ciertos cambios respecto a la diversificación de lugares expulsores (anexándose a los de tradición entidades del centro y sur de México), la incorporación de población que decide emigrar, aun teniendo trabajo en nuestro país, con el solo fin de mejorar su nivel de vida, y que la estancia migratoria deja de ser de ida y vuelta, convirtiéndose en estancias de mayor tiempo.
Estos elementos dan pauta para continuar explorando las repercusiones que puede tener la experiencia migratoria en la salud mental del migrante a fin de construir conocimientos científicos teóricamente sustentados para la generación de servicios y políticas públicas acordes a este sector poblacional.
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Notas
1 Institución dedicada desde hace poco más de cuarenta años a la prevención, tratamiento e investigación del consumo de drogas en México. Actualmente cuenta con más de cien unidades de atención en todo el país.