Reseña bibliográficaEstudios Fronterizos, vol. 12, núm. 24, 2011, 232-236

Entrevistas con Ernesto Ruffo Appel. Primer gobernador de oposición en México durante la hegemonía priísta


Víctor Alejandro Espinoza Valle*


Tania Hernández Vicencio, México, Instituto Nacional de Antropología e Historia, 2010, 140 pp.


* Investigador de El Colegio de la Frontera Norte.
Correo electrónico: victorae@colef.mx


I

El libro de Tania Hernández Vicencio presenta una radiografía de la trayectoria de un político singular, perteneciente a una generación que vivió la última etapa del panismo oposicionista y de su conversión en gobierno. Él ha sido artífice fundamental de esa transformación. El libro que aquí se reseña está basado en las entrevistas que la autora llevó a cabo con el protagonista en dos etapas: la primera entre 1996 y 1999 y la segunda en abril de 2008.

Ernesto Ruffo Appel es un personaje único: directo en el hablar, simpático, carismático; uno desearía que en el PAN abundaran este tipo de personalidades, fiel ejemplo de lo que Fidel Velázquez llamó “los bárbaros del norte”, clasificación donde destaca sin duda el Maquío (Manuel de Jesús Clouthier del Rincón). “La década de los ochenta vio surgir al llamado ‘neopanismo’. Se trataba de una fracción integrada por propietarios y administradores de medianas y pequeñas empresas, y en algunos casos por grandes empresarios cuyos negocios se ubicaban en el sector agrícola de exportación, en el comercio o en los servicios profesionales inmobiliarios, así como con el sector financiero de algunas regiones del país. Los miembros del neopanismo eran oriundos sobre todo de algunos estados norteños (a quienes se les llegó a conocer como los ‘bárbaros del norte’) y del occidente de México; eran militantes de reciente ingreso al PAN, muchos de los cuales apenas conocían los postulados básicos de su partido, que compartían por su afinidad con las propuestas de organismos empresariales como la Coparmex, a la que mayoritariamente ellos pertenecían. El neopanismo se caracterizó por utilizar la terminología de la empresa privada como una forma de comunicación política. Sus integrantes empleaban las estrategias publicitarias y las técnicas de la mercadotecnia para buscar mayores simpatías en el terreno electoral; en su discurso expresaban una fuerte crítica a la acción estatal e incluso llegaron a hacer algunos cuestionamientos sobre las prácticas corporativas utilizadas dentro de las propias organizaciones empresariales, a las que consideraban parte de los usos y costumbres del sistema político” (21).

Recuerdo que a mediados de los noventa invité a Ernesto Ruffo a presentar un libro que escribí sobre su gobierno; el auditorio lució lleno y aquello parecía un espectáculo donde él era la estrella principal y las demandas de sus fans para tomarse una foto abundaban. Al final se formaron largas filas para solicitar su dedicatoria en el ejemplar del libro, pero de manera atinada dispuso que ambos estampáramos nuestras firmas. Tales muestras de afecto sólo las volví a percibir años después cuando otro personaje peculiar llegó de gira a Baja California durante su campaña electoral: Vicente Fox Quesada.

El libro de Tania Hernández Vicencio aborda un abanico de temas a través de la palabra del protagonista: va desde la relación biográfica de un hombre liberal con el PAN, la interacción partido–ciudadanos y los grupos al interior del partido, hasta la filosofía del militante, el panismo regional o la multiplicación de los panes, entre otros. También se beneficia de una introducción que le sirve al lector de marco de referencia, dividida en tres apartados: “El panorama nacional en las décadas de 1970 y 1980”, “El PAN en el contexto de su propia crisis” y “Baja California: escenario de la alternancia política”. Además se incluyen fotografías de Ruffo Appel en diversos momentos de su vida política.

El 2 de julio de 1989 el país se sacudió con una noticia: por primera ocasión en la historia política del país, un candidato a gobernador por un partido político opositor había triunfado en las urnas, pero lo relevante era que la dirigencia nacional del pri aceptaba la derrota. En efecto, dos días después de aquella jornada histórica, Luis Donaldo Colosio anunciaba que las tendencias no le eran favorables a la candidata de su partido, Margarita Ortega Villa. El reconocimiento anunciaba una nueva época en la larga transición política mexicana a la democracia. Pero también para los partidos políticos tenía un significado profundo: significaba una transformación de la forma en como se relacionaban con el poder; de manera particular, esto repercutió en el Partido Acción Nacional.

El PAN pasaba de la oposición al poder y ello cambiaría la dinámica interna partidista: el primer presidente blanquiazul de Tijuana, electo también en 1989, Carlos Montejo Favela, una vez investido como alcalde, nos confesaba a un grupo de académicos que cuando fue postulado pensaba que no iba a ganar, que nadie había querido aceptar y que él tampoco lo hubiera hecho de saber que tenía posibilidades de triunfar. El atribulado presidente expresaba por medio de sus palabras el fin de una etapa para el PAN. En adelante las candidaturas se disputarían con todo, como sucede en los partidos que detentan el poder. La aparición de grupos, y sobre todo su expresión como fuerzas políticas, dejó de ser asunto doméstico y se convirtió en el eje de la vida política intrapartidista. Ernesto Ruffo Appel lo llama “la onda grupera”; y ha sido también uno, si no es que el primero, que reconoció sin rubor que al interior de su partido, como en otros, había grupos que se disputaban el poder.

La llegada al poder de Acción Nacional supuso también una nueva relación entre el gobierno y los ciudadanos. Muy pronto se dio cuenta de que no era tan sencillo como creía que se daría la participación: “Ahora me doy cuenta de que la gente no se organiza sola”, (44). “Sí, sí, hubo muchas y poco utilizadas (se refiere a estrategias para motivar la participación); hablando figurativamente he dicho que llegué al gobierno como un demócrata promoviendo una vida ciudadana, me paré en la puerta de la oficina de gobierno y les dije a todos: ‘!Pásenle, usen al gobierno!’ y literalmente hablando nadie paso… digo, contadas agrupaciones ciudadanas aprovecharon la situación. Eso me llevó a tomar un rol mucho más activo, no nada más dejar en disposición de la gente al gobierno, sino a idear programas y a empezar a tomar a la gente de la mano y conducirla para usar los programas del gobierno como por ejemplo Manos a la Obra. Hasta los empresarios que hacen proyectos de inversión había que llevarlos de la mano para que los utilizaran; yo los veía más como trabajadores especializados en alguna actividad exitosa, pero que en el momento que se les planteaba algo nuevo no sabían qué hacer. Entonces el rol del gobernante es para conducir, promover, pero de una forma mucho más activa; no se podía esperar que la gente lo hiciera sola, había que llevarla. Es una tarea educativa y es una tarea a largo plazo, porque es cultural” (80).

¿Por qué el PAN creció como lo hizo en Baja California a partir de su fundación en enero de 1947? “Creo que la propuesta del PAN todavía convence a la gente, porque es la que se parece más a la forma de ser del bajacaliforniano… y la gente, aunque no sea panista, piensa más como panista; entonces les llegan las viejas formas del pri y del prd y no las sienten suyas. Baja California es de naturaleza panista porque tiene una realidad económica que la sustenta; la gente busca oportunidades y el pan propone generar oportunidades para los individuos” (108). ¿Será por eso que tienen ya más de dos décadas en el poder?

Ruffo Appel instrumentó a nivel local el proyecto de modernización económica que desde el gobierno federal se venía impulsando desde 1982. Dice el ex gobernador: “De hecho, Salinas hizo grandes cambios de las estructuras económicas y eso le dio un gran espacio a las instituciones empresariales” (113). Eso mismo se impulsó en Baja California: poner el reloj económico a la hora de las grandes tendencias de integración internacional. Ruffo Appel precisa su idea de la relación entre el individuo y la sociedad, que describe con claridad la filosofía panista: “Pero tampoco caemos en el punto de decir que el bienestar público y general está autorizado a imponerse a un ser humano; no somos colectivistas; no queremos la masa; eso es pura ilusión sociológica; lo que existe es el hombre y la mujer, la persona, y tenemos que crear un ambiente a su alrededor para su superación, pero como individuos; lo demás son maneras de asociar realidades e interpretarlas; que si los pobres, que los ricos, que los intelectuales, son tipologías, pero al final de cuentas somos personas y, como tales, quisiéramos tener los mayores elementos para entender la vida” (115). Y hace una propuesta para ubicar a su partido en la geometría política: “Por eso los del PAN rechazamos que nos tachen de derecha; por eso decimos que somos de centro” (116).


II

“Agárrense de las manos y juntos podremos llegar a donde nunca hemos llegado”, así concluía Ernesto Ruffo Appel su intervención en la “Marcha de la Decisión” por medio de la cual convocaba a la ciudadanía a votar por los candidatos del PAN el 2 de julio de 1989. Tres años antes, ese canto había movilizado a los panistas en el municipio de Ensenada y lo había llevado al triunfo en las elecciones del 6 de julio de 1986 para convertirse en el primer alcalde blanquiazul en la joven historia bajacaliforniana. Había nacido en la entidad un movimiento ciudadano en torno a un candidato carismático; desde entonces la “ruffomanía” unió a cientos de personas embelesadas con ese político joven (37 años en 1989) sencillo, simpático, de fácil palabra, “ciudadano” como todos ellos. Así se autodefinía: “Nací el día 25 de julio de 1952, de padres y abuelos mexicanos originarios de Baja California (…) Hice mis primeros estudios en Ensenada. Los estudios universitarios los cursé en el Instituto Tecnológico de la ciudad de Monterrey, graduándome de Licenciado en Administración de Empresas en 1975. Ese mismo año fui gerente administrativo del Centro Empresarial de Ensenada”.

Casi dos décadas antes que Barack Obama en su disputa por la presidencia de Estados Unidos, la campaña de Ruffo Appel se basó en la proclama ¡Sí se puede! (Yes, we can). Apelaba a la fuerza de la voluntad y garantizaba que cualquier obstáculo se podía vencer, tal como él lo hizo para ganar la presidencia municipal. A pesar de que insistía en que la “ruffomanía” iba más allá del líder, era innegable que seguían a un hombre carismático. Afirmaba Ruffo: “No es por mi persona, sino ha resultado un símbolo de identidad de los bajacalifornianos, que al igual que todos los mexicanos después de decenios de opresión política desean libertad para decidir quién habrá de administrar lo que por derecho les corresponde, y quién habrá de decidir lo que les beneficiará”. Fue tal la fuerza del personaje que seis años después, durante la campaña para sucederlo, tuvo que precisar mediante desplegados que el candidato del PAN no era él, sino don Héctor Terán Terán...

Sin duda, los testimonios son una vía fundamental para reconocer la biografía de la transición política. Sirven, además, para comprender por qué los hechos siguieron determinado camino y no otro y la importancia de los liderazgos y protagonismos en la configuración de la historia real.