e-ISSN 2395-9134
Artículos Estudios Fronterizos, vol. 22, 2021, e079

https://doi.org/10.21670/ref.2116079


Fronteras multiétnicas: migraciones México-Guatemala-Belice de trabajadores agrícolas cañeros

Multiethnic borders: Mexico-Guatemala-Belize migrations of sugar agricultural workers

Martha García Ortegaa https://orcid.org/0000-0002-0116-0482

a El Colegio de la Frontera Sur, Departamento de Sociedad y Cultura, Chetumal, México, correo electrónico: mgarciao@ecosur.mx

* Autora para correspondencia: Martha García Ortega. Correo electrónico: mgarciao@ecosur.mx


Recibido el 3 de agosto de 2021.
Aceptado el 14 de octubre de 2021.
Publicado el 26 de octubre de 2021.


CÓMO CITAR: García Ortega, M. (2021). Fronteras multiétnicas: migraciones México-Guatemala-Belice de trabajadores agrícolas cañeros [Multiethnic borders: Mexico-Guatemala-Belize migrations of sugar agricultural workers]. Estudios Fronterizos, 22, e079. https://doi.org/10.21670/ref.2116079

Resumen:
Se presenta una caracterización para las zonas agroindustriales azucareras como regiones multiétnicas en virtud del gran componente indígena de los grupos de cosecha de caña de azúcar provenientes del interior de México, Belice y Guatemala. El estudio se centra en dos áreas transfronterizas: Río Hondo (México-Belice) y el Soconusco (México-Guatemala), dentro de un amplio contexto de movilidad laboral y de diversidad cultural en la frontera sur. Los resultados parten de un trabajo de campo sistemático a lo largo de varios ciclos de cosecha hasta la zafra 2020-2021, y de referentes comparativos con el resto del país recolectados con técnicas cualitativas y cuantitativas. Los hallazgos resaltan el heterogéneo perfil laboral y una gran experiencia migratoria de tal población, y apuntan a repensar las lógicas Sur-Sur del trabajo agrícola temporal en las conexiones méxico-centrocaribeñas, así como el potencial del bono cultural y económico de la mano de obra indígena en la zafra nacional.
Palabras clave: trabajadores agrícolas, trabajadores en frontera sur, cortadores de caña, mercado laboral agroindustrial, regiones multiétnicas, frontera sur.


Abstract:
A characterization is presented for the sugar agroindustrial zones as regions multi-ethnic groups due to the large indigenous component of the sugarcane harvesting groups from the interior of Mexico, Belize and Guatemala. The study focuses on two transboundary areas: Rio Hondo (Mexico-Belize) and Soconusco (Mexico-Guatemala), within a broad context of labor mobility and cultural diversity. The results are based on systematic field work over several cycles of harvest to the present, and comparative references of the rest of the country collected with qualitative and quantitative techniques. The findings highlight the heterogeneous work profile and a great migratory experience of such a population and aim to rethink the logic of the temporary agricultural work in the Mexico-Central Caribbean connections; as well as the potential of the cultural and economic bonus of indigenous labor in the national harvest, between South-South.
Keywords: agricultural workers, workers in southern border, cane cutters, agroindustrial labor market, multi-ethnic regions, south border.


Introducción

A pesar de la importancia de la producción de azúcar en México y la demanda anual de mano de obra para la zafra (alrededor de 70 000 cortadores de caña entre noviembre y junio, en 15 estados del país), el mercado de trabajo en la agroindustria azucarera representa un universo poco explorado dentro de la literatura especializada. El presente trabajo prosigue una línea de estudio propia comenzada hace 10 años; su actualización ofrece un referente sistemático sobre el sector, especialmente enfocado al sur mexicano, donde coexisten siete regiones productoras de caña de azúcar.

Con el respaldo de un programa de investigación en distintos ciclos de cosecha por las zonas abastecedoras de caña en México, Belice y Guatemala, y a una pertinente distancia del primer proyecto (2009), este trabajo presenta una síntesis de tres proyectos;1 tal bagaje se ha enriquecido con datos recientes. Entre los diversos productos de esta trayectoria se cuentan artículos académicos, de divulgación (textos y multimedia) y documentos de recomendaciones de política pública focalizadas en indicadores de trabajo digno, género, migración y etnicidad. La caracterización de las regiones multiétnicas en zonas agroindustriales azucareras no ha sido abordada hasta hoy en su relación con la movilidad laboral transfronteriza; aquí se presenta con datos actualizados de la zafra 2020-2021.

Este planteamiento sostiene que las regiones agroindustriales de México constituyen verdaderas regiones multiétnicas y plurilingüísticas, por las aportaciones de la mano de obra indígena y mestiza ─nacional y centroamericana─ al mercado de trabajo azucarero. Son grupos de trabajo y familias que, ante la alta demanda de cortadores de caña, arriban a destinos de toda la geografía del azúcar. Resalta el sureste mexicano por la complejidad de confluencias de la inmigración indígena interna y de grupos étnicos de Guatemala y Belice. Estos amplios contextos regionales se caracterizan por procesos históricos de colonización y neocolonización étnica, más el asentamiento de connacionales y extranjeros en una milenaria base territorial de población maya.

Dicha experiencia de movilidad de los grupos de cosecha conecta a cientos de pueblos rurales en la frontera sur mexicana con otros guatemaltecos y beliceños a través de rutas migratorias impuestas por el requerimiento laboral anual, y con una inserción histórica-generacional de los llamados jornaleros agrícolas. Para la región de Mesoamérica, el café es el ejemplo más conocido, y rebasa por miles la demanda cañera de trabajadores. En la agroindustria azucarera la migración laboral se enmarca en un complejo sistema de conectividad a lo largo del territorio nacional, que se ha documentados desde 2009. La actual migración laboral es de relevancia social y económica para miles de familias indígenas, donde destacan las mujeres como agentes económicos (García Ortega, 2021).

Al examinar la experiencia de la movilidad de mujeres y hombres trabajadores en el sector primario en el circuito México-Belice-Guatemala se evidencia que los lugares de origen se identifican por su riqueza cultural. Mientras que el espacio social de los destinos laborales (a escalas micro, meso y macro) es parte de la confluencia de movilidades y asentamientos, e igual de diversidad cultural. En la frontera sur conviven inmigrantes mexicanos, de América Central, Sudamérica y demás continentes; así lo ilustran los ejemplos estadísticos del Censo 2020 (Instituto Nacional de Estadística y Geografía [Inegi], 2020a), que sitúan el “lugar de nacimiento” de población habitante de Quintana Roo y Chiapas. En el presente estudio se integran resultados de investigación de trabajo de campo con datos recopilados y actualizados del resto del país; se destaca el perfil sociodemográfico de los grupos migrantes de trabajo agrícola enfocados desde la migración interna y la movilidad transfronteriza.

Esta investigación se adhiere a un amplio campo de estudios sobre el peso específico de la frontera sur mexicana como atractivo laboral para Centroamérica y para la fuerza laboral nacional. En este caso, se cataloga como región sureste al conjunto de ingenios ubicados en los estados colindantes con Guatemala y Belice, de acuerdo con la regionalización agroindustrial en México.2 El tema ha estado ausente en la literatura especializada, sobre todo al tratarse de las migraciones laborales agrícolas en esta parte del país.3

A fin de entender el particular tema de la etnicidad se presenta una aproximación general a la constitución demográfica de los tres países en cuestión, a su diversidad cultural y a la de los estados limítrofes con Centroamérica. Se refieren estadísticas recientes e información recogida en trabajo de campo para exponer las fronteras multiétnicas y multinacionales, a nivel regional y desde los destinos laborales. La premisa es que la diversidad cultural contemporánea en los contextos agroindustriales azucareros en el sur mexicano obedece a la presencia de población de grupos étnicos originarios y mestizos connacionales, cuyos pueblos encarnan historias propias locales y una particular tradición de movilidad; más la presencia de grupos de cosecha indígenas y de mujeres y hombres trabajadores de otras nacionalidades centroamericanas ya integrados a las comunidades mexicanas o transfronterizos en el marco de un mercado laboral temporal.

Para ello se presentan las particularidades del mercado de trabajo agroindustrial en el sureste; se demuestra su relevancia en los límites con Centroamérica, al destacar la dinámica de la zafra transfronteriza. Los dos ejemplos categóricos son las zonas azucareras de Río Hondo, en el municipio de Othón P. Blanco en Quintana Roo y sus vínculos con Belice; y la del Soconusco en el municipio de Huixtla en Chiapas y sus relaciones con Guatemala. Se describen la conectividad y la movilidad laboral, orígenes y destinos de trabajadores, la complejidad de las dinámicas poblacionales en la frontera sur, su relación centrocaribeña, para ubicar el trasfondo regional de procesos de colonización y neocolonización rurales. El primero alude a los asentamientos originales producto de la reforma agraria y la conformación de ejidos; y, el segundo establece la experiencia de reterritorialización de grupos campesinos que obtuvieron terrenos por compra u otro tipo de arreglo agrario administrativo a cargo de las autoridades estatales y federales.

Tener por tema las regiones multiétnicas agroindustriales en el sur de México se sustenta en diversas fuentes. Las cuantitativas4 y cualitativas son fundamentalmente propias,5 de la mano con la participación de trabajadores, de ellas resaltan los indicadores sobre vulnerabilidad laboral y social6 que contempló las dimensiones de precariedad laboral, acceso a derechos sociales y exclusión espacial, así como indicadores socioeconómicos de género en un estudio particular sobre la inserción laboral femenina en la agroindustria azucarera.

Asimismo, se entrevistó a diversos agentes en el sistema producto azúcar, desde productores, ingenieros y gerentes de empresas azucareras, maquinistas, cabos (intermediarios entre trabajadores agrícolas y productores) y servidores públicos del sector. Una fuente invaluable son los tres foros promovidos por la autora con personas trabajadoras que se emplean en la zafra.7

El enfoque de esta propuesta se centra en el perfil sociodemográfico de grupos étnicos, tanto mexicanos como beliceños y guatemaltecos, particularmente en los procesos de movilidad. Se expone el tipo de inserción a tal mercado de trabajo, tristemente célebre por las prevalecientes condiciones de precarización laboral, la ausencia de derechos y la falta de atención institucional y empresarial.8 La finalidad es sensibilizar sobre la problemática de las condiciones de trabajo precarizado, que califica en los indicadores sobre trabajo forzado a nivel global; y con ello, orientar, desde la interseccionalidad, algunas recomendaciones de política pública en materia cultural, migratoria y de género.

A la compleja realidad de la movilidad humana en México se endosan diversas metáforas, la más socorrida es la imagen de “laboratorio global de las migraciones”. Esta caracterización escudriña el gran escenario de confluencias de movilidades históricas y emergentes, donde existen rupturas y continuidades, amplios procesos de movilidad interna, bidireccionalidad clásica origen-destino y la geometría informe de las rutas migratorias del incesante tránsito. Semejante conectividad es recreada en cada intersección territorial, lo que amplía las escalas de la experiencia migratoria y las multiplica dentro de corrientes y sistemas migratorios geopolíticos: Sur-Sur, Sur-Norte y Norte-Sur.

Se aspira a que los resultados que aquí se presentan se sumen a la necesaria descentralización de Chiapas como punto fronterizo. En otros trabajos se ha definido como la “deschiapanización” de la frontera sur, lo que significa dejar de ver como sinónimo de frontera sur a los límites entre Chiapas y Guatemala a partir de la importancia de las migraciones en tránsito y el foco de atención mediático sobre las caravanas. Otras perspectivas ven este contexto, de un tiempo a estos días, como “las fronteras en los sures globales”, es decir: no hay una frontera sur de México. Al final se presentan apartados con sugerencias para la agenda pública del sector agroindustrial azucarero, en pro de una orientación tripartita: gobiernos de los tres países, empresas azucareras, organizaciones de productores, grupos de trabajo agrícola del corte de caña y sus familias.

Los temas se abordan en los siguientes apartados: “Bonos laborales, culturales y demográficos”, para plantear el reconocimiento de las aportaciones socioculturales de los trabajadores y sus familias más allá de la oferta de mano de obra; “Un sureste agroindustrial” para ubicar el contexto sectorial nacional y la especificidad de la región sureste; y, “Zafra transfronteriza”, para hacer un acercamiento a los escenarios etnográficos de las dinámicas laborales e intercambios, en específico en los límites entre México y Belice. Las conclusiones plantean debates en torno a repensar la relación geopolítica Sur-Sur en las migraciones laborales y en la complejidad de las conexiones entre movilidad interna e internacional o transfronteriza. Al final, sumamos un llamado a la intervención del Estado y del sector privado para reconocer los aportes de los trabajadores indígenas, sus familias y comunidades en México, Belice y Guatemala, con algunas recomendaciones de política pública.


Bonos laborales, culturales y demográficos

México constituye un importante mercado laboral en Centroamérica; las colindancias se acotan a Chiapas y a Quintana Roo como estados fronterizos con Guatemala y con Belice, respectivamente.9 En estas latitudes se alberga una compleja geografía agrícola y de servicios, que activa la mano de obra en el sur mexicano, dentro de economías o mercados laborales muy similares. En Chiapas prevalece el sector agrícola, mientras en Quintana Roo domina el sector de servicios, caracterizado por el turismo. La semejanza más añeja se encuentra en las economías de plantación: el azúcar y el café, que son grandes demandantes de fuerza de trabajo. De hecho, en los tres países existen experimentados cortadores de caña y de café, pues en México, como en Guatemala y Belice,10 se producen ambos cultivos.

Entre los cortadores de caña mexicanos hay quienes también son productores o cosechadores de café; en Belice prevalece la mano de obra cañera. Esta condición pluriactiva dos empleos al mismo tiempo de las cosechas de la caña y la cereza, se ejercita entre los trabajadores agrícolas de Veracruz, aunque su movilidad en el corte de caña es más acentuada que en el corte de café. Por otra parte, las cosechas de dichos cultivos coinciden en el auge productivo diciembre-febrero. La producción de azúcar y café es un pilar para la exportación, tanto en Belice como en Guatemala; en contraste, para la economía mexicana la valiosa producción del dulce tiene su mayor consumo en el mercado nacional, en tanto que el café se exporta.

Otra gran similitud responde a la diversidad cultural en estas franjas del Sur global, no solo por la propia condición pluriétnica anclada en los pueblos originarios en los respectivos países, sino por el sello pluricultural de la presencia de trabajadores de varias procedencias. Últimamente, a estas presencias las nutren variopintas nacionalidades (incluso transcontinentales), por la relevancia de la frontera sur de México como conexión a Estados Unidos).11

Dentro de la evolución de la agricultura y la agroindustria mexicanas, la migración laboral es parte constitutiva de la conformación de nuevos territorios y múltiples procesos sociodemográficos. En el caso de la agroindustria azucarera en la frontera sur, el cultivo de la caña de azúcar fue promovido por el Estado mexicano asociado a las colonizaciones agrarias en la antesala de la liberación de la venta de tierras.12 Dentro de ese marco, la atracción de mano de obra indígena promueve otras lógicas demográficas como la conformación de asentamientos en el destino laboral, y subsecuentes desplazamientos desde esos nuevos orígenes.13 Estos procesos hacen más complejo el mapa étnico, pues diversifican la movilidad poblacional en el interior y fuera de México.14 No obstante, también está muy vigente la experiencia del desplazamiento forzado de comunidades y familias enteras, el éxodo guatemalteco a México, Belice, Canadá y Estados Unidos en las últimas décadas del siglo XX.15

Para el caso mexicano se ha documentado la integración de personas guatemaltecas a los estados de Chiapas (Ruíz Lagier, 2013), Campeche y Quintana Roo, en donde han constituido comunidades mexicano-guatemaltecas (Santos Argüelles & García Ortega, 2015; Chan & García, 2018). Parte del proceso de integración tuvo que ver con la capacitación laboral, su aportación en trabajos de excavaciones y mantenimiento arqueológico, el corte de caña de azúcar, entre otros; estas experiencias laborales forman parte de la memoria del refugio, según las entrevistas propias en estas localidades.

La frontera México-Belice arraiga varios orígenes. Uno es el reparto agrario, desde la década de 1940, para campesinos de varias partes del interior del país y aprovechado por otros del norte de Belice. Ahí arribaron familias muy jóvenes, parejas de pioneros, que abrieron la selva para producción agropecuaria; pero el intento desalentó a muchos, abandonaron las tierras selváticas. Cuando en 1992 se canceló el reparto agrario mexicano, la zona conocida como Río Hondo16 ya incorporaba población centroamericana; además de población beliceña arraigada por vínculos familiares, algunos provenían del refugio guatemalteco o salvadoreño en territorio beliceño, sobre todo los descendientes de la generación de la década de 1980,17 que llegaron huyendo de guerras fratricidas.

En la actualidad, el cambio demográfico en esta región responde al asentamiento de personas de todas partes del país, relacionado con la atracción laboral del ingenio azucarero, y de nuevos inmigrantes de Centroamérica, que han visto ahí un refugio. Un mecanismo de esa diversidad ha sido el matrimonio mixto de nativos y nativas, que van a trabajar a las zonas turísticas de la Riviera Maya y a otras partes de Quintana Roo. Este estado tiene la tasa más alta de crecimiento poblacional (3.5%) a nivel nacional, se concentra mayormente en los municipios de Solidaridad y Tulum (Inegi, 2020a), debido a la atracción laboral por los desarrollos turísticos.

Según los datos desprendidos del Censo de Población y Vivienda 2020 (Inegi, 2020a), los estados limítrofes con la región centro-caribeña conservan tendencias contrastantes: Quintana Roo mantiene en ascenso la inmigración interna con casi la mitad del total de población estatal (más de 945 000 “nacidos en otra entidad”) y recepción de extranjeros (menos de 40 000 “nacidos en otro país”). Chiapas sostiene un crecimiento de inmigración internacional con más de 60 000 extranjeros18 y menos de 200 000 inmigrantes del interior del país. Campeche, Tabasco y Yucatán presentan muy por debajo las variables mencionadas. Empero, los hablantes de lengua indígena dentro de los procesos de inmigración nacional e internacional son elocuentes en todos estos estados lo que contribuye a la impronta multicultural. No obstante, este artículo se centra en Chiapas y Quintana Roo por ser los contextos específicos de las regiones de estudio y ser un reflejo de la diversidad poblacional. En la Figura 1 puede observarse la variable censal de lugar de nacimiento de hablantes de lengua indígena para los mencionados estados.

Figura 1. Hablantes de lengua indígena (HLI) en Chiapas y Quintana Roo
Fuente: Elaboración propia con datos de Inegi, 2020a

En lo que respecta a Belice, la presencia centroamericana lo ha convertido en un nicho cada vez más latino y concentrado en ciertos distritos. Para 2021 los datos oficiales beliceños reportaron 427 848 habitantes a nivel nacional; en tanto que los nacidos en el extranjero sumaron 64 528 habitantes, lo que representó 15%. De los nacidos en otro país, eran originarios de Guatemala 37% y 18% de Honduras (Statistical Institute of Belize, 2021). El resto de las personas no nativas se distribuyen en nacionalidades como El Salvador, Estados Unidos, México, China, Canadá e India, entre otras.

Tal heterogeneidad es mayor al advertir el uso de varios idiomas, la presencia de afiliaciones religiosas diversas y la conformación de matrimonios mixtos, práctica cada vez más común incluso entre los menonitas, muy arraigados a la endogamia, aunque son escasos estos matrimonios. Semejante “latinización de Belice” ha orillado al joven país a “designar un segundo idioma oficial”, pues 57% de la población habla español. En otros trabajos se ha señalado la silenciosa inserción de mano de obra centroamericana. Los datos del censo beliceño citado registraron ocho categorías étnicas: mestizo, criollo (creole) ─el grupo étnico más grande─, maya y garífuna ─reconocidos como los pueblos indígenas beliceños; más “los indios occidentales” (de las West Indies provenientes históricos de Jamaica), más los menonitas y los latinos. A este crisol se integra gente de Taiwán y China, en calidad de personas invitadas a colonizar.

Cabe destacar la presencia de los grupos menonitas que colonizaron la frontera beliceña a finales de la década de 1950. A la fecha, continúan en expansión con prácticamente media docena de colonias en los distritos de Orange Walk y Corozal (ambas jurisdicciones fronterizas con México).19 Para entonces, el sur de México experimentaba procesos de colonización en Quintana Roo, inducidos por el reparto agrario, donde los últimos procesos de entrega de tierras se dieron en la década de 1970.20 Así se abrió el camino agropecuario para las nuevas familias campesinas. Prácticamente, las relaciones transfronterizas se construyeron con base en intercambios y solidaridad, según se comenta en ambos lados. Conforme se desarrollaban las colonias menonitas en el norte beliceño, estaba al día la contratación de mano de obra mexicana y centroamericana, lo mismo que su propia fuerza de trabajo al servicio de empresas urbanas, de comunicación y agropecuarias en Belice.

Por otra parte, en Guatemala, el censo de población 2018 contabilizó a nivel nacional a poco más de 16 000 000 de habitantes, en tanto que las proyecciones oficiales para 2021 calcularon 17 000 000. Sus registros consideran las siguientes categorías que dan cuenta de la diversidad demográfica: ladinos21 (56%), xinka (2%), afrodescendientes, creoles, afromestizos, garífunas y extranjeros, con menos de 1% para cada grupo. Acerca de la composición étnica, los hablantes de alguna de las 22 lenguas maternas mayas ascienden a 41% de la población total. De esa población 30% se localiza en los tres departamentos colindantes con México: San Marcos, Huehuetenango y El Petén. Mientras en Quiché, Alta Verapaz, Sololá, Totonicapán y Chimaltenango, la mayoría de la población (entre 75% y 100%) se autoidentifica como maya (Instituto Nacional de Estadística [INE], 2018).

El espectro mexicano lo revela el censo 2020 al reconocer 68 lenguas originarias en todo el territorio y 7 364 645 de HLI.22 En los estados del sureste el número de hablantes de lenguas indígenas es de 2 372 515 (Tabla 1). El censo ubica a hablantes de alguna lengua indígena fuera de los territorios tradicionales, tal tendencia se registra desde hace más de medio siglo por el trasfondo histórico de sus forzados desplazamientos desde la Colonia. De acuerdo con registros de 2020, en los estados fronterizos, Chiapas alberga, y por mucho, el mayor número de hablantes de alguna lengua indígena, seguido de Yucatán y Quintana Roo; Campeche y Tabasco tienen menores porcentajes.

Tabla 1. Población HLI en el sureste de México
Población Nacional Campeche Chiapas Quintana Roo Tabasco Yucatán
De 3 años y más 119 976 584 878 528 5 181 929 1 752 570 2 283 383 2 215 931
Hablante de lengua indígena 7 364 645 91 801 1 459 648 204 949 91 025 525 092
Fuente: Elaboración propia con datos de Inegi, 2020a

Las cartografías indígenas se han complejizado, con mercados de trabajo diversificados en todos los sectores económicos para una amplia población nacional e internacional. Dentro de la órbita del sureste mexicano fronterizo existen escasos registros de hablantes indígenas de grupos del norte, p. ej. matlatzinca, chichimeco, jonaz, pame, oluteco, mazahua, otomí, huasteco, yaqui, cora, mayo, kipapoo, guarijío, kumiai o tarahumara. En relación con los hogares indígenas, los estados en cuestión abarcan 32% del total nacional (Tabla 2).23

Tabla 2. Hogares indígenas en el sureste de México
Nacional 11 800 247
Campeche 182 867
Chiapas 1 835 102
Quintana Roo 423 166
Tabasco 155 175
Yucatán 983 257
Total 3 579 567
Fuente: Elaboración propia con datos de Inegi, 2020a

En esta apretada síntesis de similitudes y diferencias en las fronteras de México con Belice y Guatemala se subraya el marco de la diversidad cultural y la presencia multiétnica en la agroindustria azucarera. Tal condición se debe a la población originaria, inmigrantes laborales, selectivos o refugiados y sus dinámicas transfronterizas en el triángulo Belice-Guatemala-México. Este panorama contextualiza otro nodo estratégico laboral en Mesoamérica, donde regionalmente han destacado Belice, Costa Rica y Panamá, amén de consabidas incursiones temporales de trabajadores agrícolas transfronterizos en los países del istmo americano (Buonomo Zabaleta, 2013). Por lo general, los mercados para esta mano de obra se caracterizan por ser temporales, informales, flexibles y transfronterizos en la agricultura. Dicho contexto permite ubicar la experiencia, rica e histórica, de los grupos de trabajo en la zafra mexicana, y reconocer la aportación tradicional de la fuerza laboral centroamericana en el sur de México.

Tras este análisis, el bono demográfico trasciende las definiciones clásicas relacionadas con el cambio de la estructura poblacional ajustado a diversas variables como fecundidad, dependencia económica, etcétera, y concentrado en la identificación de la población en edades productivas.24 Sobre esta última condición, la propuesta es que el aporte de la fuerza laboral migrante es más que un bono demográfico. Lo es también económico y cultural en función del valor de las personas por sus capacidades para el trabajo, su contribución a la derrama económica regional, el sostenimiento de familias que viajan al destino laboral o que se quedan en el lugar de origen. Durante décadas el oficio se ha transmitido de generación en generación, lo que ha creado una especialidad laboral en las comunidades proveedoras de mano de obra para la agroindustria. Dentro de ese bagaje aportan conocimientos propios y experiencia como cortadores de caña. En esos “pueblos cañeros” cuentan con un catálogo de prácticas comunitarias de arreglos familiares y contractuales asociados a la salida de los grupos de cosecha para el corte de caña. Sin los anteriores soportes sociales sería imposible la movilidad laboral.


Un sureste agroindustrial

El cultivo de la caña de azúcar es el único en México que cuenta con un marco jurídico donde se declara de interés público a la siembra, el cultivo, la cosecha y su industrialización. La Ley de Desarrollo Sustentable de la Caña de Azúcar creó dos figuras relevantes: los comités de Producción y Calidad Cañera y el Comité Nacional para el Desarrollo Sustentable de la Caña de Azúcar (Conadesuca). Los primeros son vitales en la planeación agrícola, el cultivo y la industrialización. La cadena de suministro de la producción de azúcar involucra toda una estructura (el programa productivo y otros derivados) integrada por dos áreas estratégicas: el campo y la fábrica con sus líneas organizacionales, productivas, sociales, financieras y administrativas.

La producción mexicana de azúcar está activa en 15 estados del país y cuenta con más de 50 ingenios,25 el estado de Veracruz (en el Golfo de México) es el que posee cerca de la mitad de las fábricas, seguido de Jalisco, San Luis Potosí, Oaxaca y Tamaulipas. A nivel nacional el sector genera 500 000 empleos directos con la participación de 182 389 productores de caña;26 ocupa más de 150 000 trabajadores agrícolas en general; en el ciclo fenológico del cultivo son cerca de 70 000 cortadores de caña.27

Un cálculo de la Organización Internacional del Trabajo (OIT, 2016) contabilizó 60 000 cortadores foráneos. En estudios propios se documentó la presencia de cortadores de caña originarios de Belice, Guatemala, El Salvador y Honduras (García Ortega, 2014), hecho que no se constata en diagnósticos oficiales sobre jornaleros agrícolas, tampoco en datos sectoriales-empresariales ni en las dependencias migratorias.28 Los grupos de cosecha son temporales, abarcan otros conjuntos laborales, como operadores de máquinas y de camiones cañeros, levantacañas (recogen las cañas que tira la máquina al levantar los montones), boleteros o tickeros (encargados de contar los montones de caña que acumulan los cortadores), y estaqueros (acomodan la caña en el camión que lleva la materia prima al ingenio); estas ocupaciones reflejan el dinamismo de la derrama económica a los sectores primario, manufacturero, industrial y de servicios.29

En la escala regional la reactivación económica es evidente en los 267 municipios, genera 2.4 millones de empleos indirectos. En esta etapa se abre una multitud de oportunidades a la población local como hacia el resto del país, al igual que en ciertas localidades de Belice y Guatemala. En este recuento de lo que ocurre en la frontera con Centroamérica hay que resaltar una población invisibilizada: las mujeres integrantes de los grupos de cosecha como las cocineras, lavanderas y comerciantes, y trabajadoras agrícolas (cortadoras y sembradoras). En un trabajo reciente se documentaron los sistemas de distribución de alimentos y se demostró cómo la fuerza laboral de estas trabajadoras subsume un valor importante de la reproducción del ejército de cortadores (García Ortega, 2021).

De las ya mencionadas regiones agroindustriales azucareras nacionales, la del sureste comprende los ingenios en los estados de la frontera sur. Además de la importancia económica, la producción de caña de azúcar se sostiene en un tejido sociocultural que trasciende las fronteras de los enclaves productivos. A nivel de la región sureste existen 19 523 productores (alrededor de 10% del total nacional). Entre los ciclos 2010-2018 creció el número de hectáreas (más de 130 000) ubicadas en 20 municipios; aproximadamente tres cuartas partes de las tierras son de temporal. Los productores mejor posesionados son los chiapanecos, pues la mayoría de sus parcelas cañeras son de riego (Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural [Sader] & Conadesuca, 2018).

Existen dos eslabones sustantivos a partir del funcionamiento y planeación de la producción de azúcar y derivados: el tiempo de zafra y el de reparación (nombre técnico del periodo en que la fábrica de azúcar no funciona: se limpia, se revisa y ajusta la maquinaria en su totalidad). Según la capacidad de molienda de cada ingenio, los tiempos varían en cada región.

La cosecha es el periodo más activo y las regiones cañeras cobran vida en los meses de la zafra. En algunas regiones muy dependientes de la economía agroindustrial suelen fijar su planeación (productiva o doméstica) en función de préstamos a cargo de las utilidades, ganancias y sueldos, antes, durante y posteriores a la zafra, como ocurre en la región de Pujiltic, Chiapas.

Las regiones productoras de caña en los estados de la frontera sur poseen una particular historia y tradición de más de 70 años. Desde la fundación de los ingenios, el más antiguo es La Joya (1949), seguido por Pujiltic (1958) y Santa Rosalía (1961). El resto fueron los ingenios: San Rafael de Pucté (1976), Huixtla (1975), Azsuremex (1970) y Benito Juárez (1974), de los últimos construidos en el país en la década de 1970. Dentro del régimen de agricultura por contrato, las zonas abastecedoras de la región agroindustrial del sureste son siete: una en Campeche, dos en Chiapas, una en Quintana Roo y tres en Tabasco.30 Tal región, como en el resto de la geografía azucarera, está marcada por una rica historia de movilidad, pero su distinción la imprime la conexión México-Centroamérica. Véase en la Figura 2 una muestra de dichos desplazamientos laborales al interior de la zona.

Figura 2. Región agroindustrial sureste y migraciones laborales
Fuente: Elaboración propia con datos de campo

Esta amplia región cuenta con poco menos de 10 000 cortadores de caña, y con distintos tiempos de zafra en cada zona abastecedora (Tabla 3), debido a que la molienda depende de factores diversos ─climáticos, técnicos, políticos. El sistema de contratación de los trabajadores agrícolas está a cargo de los productores en las zonas de abastecimiento; para algunos grupos de cosecha hay responsables de los ingenios mediante sus propios técnicos o ingenieros.31 Dentro del esquema generalizado de este mercado laboral se reconocen dos subsistemas de empleo: de cortadores locales y foráneos contratados generalmente de palabra y de cortadores libres,32 insertos en un esquema de mayor flexibilidad laboral. Esta clasificación es vigente y generalizada en las regiones, con las modificaciones locales respectivas en cada zona, ejido, cuadrilla o grupo de cosecha.

Tabla 3. Mano de obra en regiones cañeras en la frontera sur de México.
Regiones cañeras/ingenios Municipio Estado Días de trabajo Cortadores
Impulsora Azucarera del Trópico, S. A. de C. V. La Joya Champotón Campeche 160 1 450
Diciembre-mayo
Compañía Azucarera de La Fe Pujiltic Venustiano Carranza Chiapas 185 3 450
Noviembre-mayo
Ingenio Huixtla Huixtla 165 1 000
Noviembre-mayo
San Rafael de Pucté Othón P. Blanco Quintana Roo 227 1 467
Diciembre-julio
Santa Rosalía Cárdenas Tabasco 153 1 116
Enero-junio
Presidente Benito Juárez 144 1 947
Diciembre-mayo
Azsuremex* Tenosique ----- ----
Total 10 430
*Dejó de funcionar en 2018. Históricamente ha tenido menos de 500 cortadores de caña en promedio. Para el ciclo 2017-2018 reportó 246 cortadores locales
Fuente: Elaboración propia con datos de campo y de la Cámara Nacional de las Industrias Azucarera y Alcoholera, 2021

Por lo general, la oferta de mano de obra está focalizada en la población masculina. No obstante, hay mujeres en esta ocupación que participan como trabajadoras independientes, es decir, no son “las acompañantes laborales” del cortador, sino trabajadoras agrícolas independientes. En efecto, el porcentaje de mujeres partícipes no alcanza ni 1% del total nacional, pero es importante entre los grupos indígenas de Guatemala, Chiapas, Guerrero, Nayarit y, sobre todo, de Veracruz con la participación de nahuas oriundas de Zongolica (García Ortega, 2021). Tampoco es muy reconocida la ocupación de sembrar como una opción laboral para las mujeres, sin embargo, hay varios grupos activos de sembradoras de caña de origen guatemalteco en Campeche y de otras mujeres locales en Pujiltic.

En investigaciones propias se han documentado dos perfiles sociodemográficos de la población que se inserta en el corte de caña de azúcar: el primero responde a los cortadores de caña y el segundo a las mujeres trabajadoras agrícolas cortadoras, sembradoras y productoras.33 Lo común de estos grupos de corte y siembra (masculinos y femeninos) es que comparten el mismo esquema y condiciones laborales con las adecuaciones conducentes como el tipo de contabilidad sobre el destajo: por puño, tarea, pasos, faena, jornal o el predominante que equivale a la tonelada de caña industrializada. En concreto, el salario de un cortador o cortadora de caña se calcula a partir del peso de caña cortada sometido al proceso de industrialización, lo cual está lejos de responder al trabajo invertido.34

Históricamente, hay regiones cañeras en que la contratación de foráneos ha sido una constante.35 En la región de interés, la mano de obra local cubre las necesidades de la cosecha como ocurre en los ingenios de Tabasco y en Pujiltic, Chiapas. Así, San Rafael de Pucté y Huixtla son las dos zonas cañeras en donde se contrata mano de obra foránea, además de la local. Por su parte, entre los ejidos de La Joya se regresó a esta práctica desde la zafra 2018-2019.36 El número de los grupos de cosecha o frentes de corte está supeditado a las necesidades de la superficie de cosecha; se distribuye entre los ejidos cañeros con intermediación de los representantes de las organizaciones productoras de caña.37

El reconocido mercado laboral agroindustrial es parte integral de las economías y de las dinámicas transfronterizas donde existen espacios compartidos a través del intercambio de conocimientos, bienes, símbolos y personas. De las dos esquinas en el mapa del sur, la de Quintana Roo con Belice es la única que constituye una región transfronteriza agroindustrial con la operación de los ingenios San Rafael de Pucté en Quintana Roo y Belize Sugar Industries Limited ubicado en Orange Walk al norte beliceño. La historia de la producción de azúcar en Belice está estrechamente ligada al proceso de refugio de los mayas perseguidos por el ejército mexicano durante la guerra de Yucatán, historia muy conocida y documentada. Se adjudica el surgimiento de la producción de caña de azúcar a los mayas que huyeron al norte de la entonces Honduras Británica a mediados del siglo XIX, pues fueron los rebeldes mayas quienes llevaron las primeras varas dulces. Este dato se corrobora en la tradición oral en las aldeas azucareras del norte beliceño.38

Las trayectorias de movilidad laboral de trabajadores agrícolas cortadores de caña de Chiapas como de Guatemala a la región azucarera abastecedora del ingenio de Huixtla hablan por sí solas de la gran tradición en la participación de los cortadores de caña desde hace más de tres décadas. Este municipio se localiza en la región del Soconusco de amplia influencia económica transfronteriza, laboral y migratoria. Es aquí en donde confluye la fuerza laboral guatemalteca en el café y el azúcar con las diferencias puntuales de mayor concentración de trabajadores agrícolas para la cosecha de las cerezas.

En relación con la mano de obra guatemalteca en Chiapas, en la otra región azucarera en Pujiltic, se tiene muy presente la inserción temporal de los refugiados guatemaltecos al final del siglo pasado, pero en la actualidad la cobertura laboral en la zafra se opera desde la mano de obra local con algunas contrataciones de trabajadores indígenas de los Altos de Chiapas o zonas aledañas en la región de Comitán. Más bien, las aportaciones indígenas y no indígenas de esta región, y en general de Chiapas, se destinan a otras zonas abastecedoras de la materia prima para el azúcar en Michoacán, Colima, Veracruz, Tamaulipas, entre otros, según datos propios (García Ortega, 2021), en donde también se encontraban cortadoras de caña.

Otro ingenio en la mera frontera es el de Tenosique. Los caminos cañeros son también paso de los migrantes irregulares que cruzan por El Ceibo, provenientes de Centroamérica, pero sobre todo de Honduras, ruta con un mayor auge en la última década.39 Aunque la migración laboral guatemalteca a esta zona no fincó una tradición, sí estuvo presente. A principios del siglo XXI hubo varias cuadrillas guatemaltecas que fueron a cortar caña contratadas por un enganchador chiapaneco, quien usando los recursos a la mano40 tramitó el permiso migratorio laboral a los trabajadores para ir a Palenque. De este municipio frontera con Tabasco, los cortadores de caña de Guatemala fueron llevados a Tenosique donde trabajaron temporalmente. En esta misma zona se llegaron a incorporar a la zafra cuadrillas de jóvenes chiapanecos que laboraron temporalmente con otros trabajadores que habitan en las galeras con familias que llegaron ahí a causa del conflicto armado en 1994. En las historias familiares de las zafras en esta frontera se relata el servicio de comida de las mujeres locales a gente de varios estados del país en lo que pareció ser un pasado de abundancia por la cosecha de caña de azúcar en Tenosique.

Un caso aparte lo constituye el ingenio La Joya en Campeche, pues prácticamente la mano de obra es local, aunque casi la mitad es de origen guatemalteco: hablantes de mam, q´anjob´al, q´eqchí´, k´iche´ y chuj. Esta aportación de fuerza de trabajo responde al hecho histórico de la integración de población refugiada en México a finales del siglo XX;41 a estas alturas, estas comunidades han cambiado su perfil sociodemográfico, razón por la cual las denominamos mexicano-guatemaltecas. En concreto, la comunidad de Santo Domingo Kesté ─ubicada en el municipio de Champotón y en las inmediaciones de la zona abastecedora del ingenio─ es la que tiene mayor relación con la producción de azúcar por su pronta inserción al trabajo en el cultivo como por su paulatina integración como productores del cultivo.

Sin embargo, en estudios propios sobre la inserción de las mujeres en la agroindustria azucarera se documentó a un grupo de sembradoras y cortadoras de caña de esta misma localidad y en la de Hobomó, pueblo a casi dos horas de las instalaciones del ingenio La Joya y con mayor cercanía a la capital estatal (García Ortega, 2021); esta última localidad es la que menor población tiene de todas las creadas tras la reubicación del éxodo guatemalteco en Campeche. La incorporación de mujeres al trabajo agrícola de este cultivo se da también con otros grupos de sembradoras de caña de la localidad mestiza El Porvenir, aledaña a las instalaciones del ingenio La Joya.

En una aproximación a la diversidad poblacional de las regiones de estudio se presentan los datos básicos de los municipios en cuestión. En el entendido que es el contexto municipal registrado en el censo 2020 y que sirve como tamiz de la composición multiétnica de la presencia temporal de los trabajadores agrícolas (Tabla 4). Mientras, para tener un panorama general a nivel estatal de la inserción laboral se exponen los datos que interesan sobre el sector agrícola (Tabla 5). Asimismo, se incluye la información sobre fuerza laboral indígena (Figura 3 y Figura 4).

Tabla 4. Diversidad poblacional por lugar de nacimiento a nivel municipal
Población Othón P. Blanco Huixtla
Total % Total %
Estatal total 233 648 100 53 242 100
Nacida en la entidad 151 989 65 50 026 94
Nacida en otra entidad 78 047 33 1 833 3
Nacida en otro país 3 076 1 1 374 3
Fuente: Elaboración propia con datos del Censo de Población y Vivienda (Inegi, 2020a)

Tabla 5. Población ocupada en el sector primario a nivel estatal
Sector económico Quintana Roo Chiapas
Total % Total %
Total 895 458 100 2 044 606 100
Sector primario 49 614 6 659 226 32
Fuente: Elaboración propia con datos de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo. Primer trimestre de 2020 (Inegi, 2020b)

Figura 3. Población Económicamente Activa HLI en Huixtla, Chiapas
Fuente: Elaboración propia con datos del Censo de Población y Vivienda (Inegi, 2020a)

Figura 4. Población económicamente activa HLI en Othón P. Blanco, Quintana Roo
Fuente: Elaboración propia con datos del Censo de Población y Vivienda (Inegi, 2020a)

Zafra transfronteriza

La planeación de la zafra a nivel nacional depende de la organización entre las gerencias de los ingenios y las representaciones locales de productores y ejidos en las más de 50 zonas de abastecimiento de la materia prima. Como se señaló líneas arriba, entre México y Belice se conforma una gran región azucarera transfronteriza con historias distintas, la más antigua es la beliceña. De ambos lados de la frontera están las aldeas y ejidos cañeros, las localidades son muy parecidas en su distribución, paisaje y arquitectura rural: son comunidades espejo. Este concepto se acuñó desde la geografía para hablar de las “ciudades espejo”; y es útil para el análisis de los lugares que en su lógica geopolítica refiere una conformación territorial con límites administrativos internacionales, y cuya localización obedece a dinámicas socioespaciales inmersas en procesos históricos (pasados o actuales) compartidos y en constante cambio.42

De esta manera, las localidades distribuidas a lo largo del lindero natural del Río Hondo y las del norte beliceño comparten una región amplia agroindustrial de raigambre campesina que ha evolucionado territorialmente por los procesos de colonización y neocolonización en ambos lados (Figura 5). Los intercambios resultan ser una amalgama de historias entrecruzadas familiares y laborales de orígenes yucatecos, mayas, menonitas, caribeños, mexicanos y centroamericanos a lo que se suma la pluralidad religiosa y lingüística y la proliferación de los matrimonios mixtos. En la actualidad, los mayas se encuentran distribuidos mayormente en Yucatán, seguido de Quintana Roo; por otro lado, esta categoría étnica existe en la clasificación censal de Belice.


Figura 5. Región agroindustrial transfronteriza México-Belice
Fuente: Elaboración propia con datos de campo, Sistema de Información Agroalimentaria y Pesquera y Sugar Industry Research & Development Institute

De las regiones azucareras en la frontera sur, la de San Rafael de Pucté es la que cuenta con mayor diversidad de orígenes (indígenas y no indígenas, y de otras nacionalidades).43 En esta frontera se junta todo México y Centroamérica, hay que recordar que estas tierras fueron pobladas desde mediados del siglo XX por gente que llegó de varias partes del centro y norte mexicano; y más tarde incluyó grupos menonitas en su triangulación migratoria norte de México-norte de Belice-sur de México. Además, por esos mismos años, al norte beliceño arribaron poblanos, campechanos, yucatecos, tabasqueños y veracruzanos que crearon familias con beliceñas y se insertaron en los pueblos cañeros.

En las galeras donde se establecen los cortadores de caña foráneos en San Rafael de Pucté se llega a escuchar una variedad de idiomas y a percibir una mezcla indescriptible de olores por las esencias culinarias de las decenas de fogones combinadas con el humo claramente identificable de la leña ardiendo. En una década dentro de un mismo albergue, como en el ejido de Cacao, se han hospedado grupos de cortadores de Belice, Oaxaca, Chiapas, Tabasco, Campeche, Veracruz y del resto de Quintana Roo. La mayoría se ignora mutuamente y hasta disputan los apretados espacios disponibles; los más jóvenes suelen reunirse para platicar o salir de paseo; entre los beliceños empleados para el corte hay quienes son trilingües al comunicarse en inglés, español, maya o creole. En las bocinas personales se escuchan las canciones de moda: “gruperas”, “rancheras” y “punta”.44 Y se hace lo que se puede por organizar la limpieza y el orden tomando medidas para salvaguardar las escasas pertenencias.

Los cortadores fronterizos de Belice hacen cálculos de los tiempos de las zafras para emplearse. Eventualmente se encuentran cortadores de caña mexicanos en la zafra beliceña en la que, por otra parte, participan trabajadores agrícolas de origen étnico de Guatemala y otros centroamericanos, se trata de mano de obra asentada y otra temporal. Así, la cosecha en México es más temprana que la beliceña, por lo tanto, hay espacios para combinar el trabajo de los dos lados. Otras aproximaciones de peso son el pago por el trabajo, hay una cuidada selección de los ejidos a dónde ir a cortar, pues influyen las redes en donde insertarse con menos desventajas, como el conocimiento de la dinámica local y de los huéspedes habituales de las galeras, el acceso a los apoyos de contratistas y productores, así como contar con vínculos familiares o de amistad. Desde luego, es central la cercanía y facilidad del transporte de las aldeas beliceñas a Río Hondo porque este afluente es navegable en canoas o lanchas (depende del lugar de paso). Con esa facilidad, los fines de semana se aprovechan para ir y venir, y hasta llevar amigos cortadores mexicanos de paseo al otro lado.

Lo propio practican los de Chiapas que, por la facilidad del transporte en camionetas (vehículos con más de cinco asientos) alquiladas, pueden ir y venir cada semana, después de todo solo van a los municipios del norte chiapaneco: Palenque, Ocosingo, Chilón o Sitalá, los grupos de cosecha son de origen tzeltal y chol, fundamentalmente. A estas galeras de Quintana Roo se agregan trabajadores huéspedes de procedencia mam, chuj, maya, zapoteca, mixteca y chontal; otros son hablantes de inglés, idioma oficial en Belice. En las galeras, hechas para la estancia temporal, hay personas y familias viviendo desde hace décadas; en realidad, la población es flotante, aunque en los ejidos donde hay galeras se aprecia cada vez más el asentamiento de estos trabajadores. Uno de los grandes temas en esta región es la condición irregular de los centroamericanos en la región transfronteriza, y de la falta de documentos de familias mexicanas que por un sinfín de causas carecen de identidad a edad adulta, que pasan a su descendencia el mismo problema, por lo que decenas de niños y niñas no han accedido al derecho a la identidad ni a la escuela ni a los apoyos gubernamentales.

En la otra frontera que colinda con Guatemala, en la amplia región del Soconusco dentro de la zona de abastecimiento del ingenio de Huixtla, las instalaciones de los cortadores provenientes de Guatemala se llenan de familias y grupos de corte. Ahí, la inserción a la zafra chiapaneca de cortadores guatemaltecos se da de forma mixta, al venir grupos de jóvenes y otros con familia,45 reportan entre ellos más recientemente a cortadoras de caña en la zafra 2019-2020. La presencia de trabajadoras se extiende a las cocineras y comerciantes46 que acompañan a los grupos de cosecha que provienen de Suchitepéquez, Huehuetenango, Quetzaltenango y San Marcos; algunas cocineras guatemaltecas ya asentadas en Huixtla se reclutan en los grupos de trabajo que van a Michoacán o Tamaulipas. Históricamente, el número de trabajadores guatemaltecos ha llegado a más de 800 cortadores en promedio. Los jóvenes son el grueso de la fuerza laboral e incluye la incorporación de menores de edad, lo que ha traído multas a los productores que contratan a los cortadores.47

La raíz étnica resulta visible en las galeras por la indumentaria de las mujeres que soplan el fogón en las cocinas improvisadas a la intemperie. Ahí, a la puerta de las habitaciones temporales sobresalen las figuras de las mujeres por los tejidos de colores48 ─hechos por ellas mismas─ y la variedad de diseños de las blusas que portan amarradas con una faja. Algunas de ellas sueltan la imaginación en el telar de cintura cuando el tiempo da para avanzar en las prendas familiares, a la vez que cuidan a los patojos y a las patojas (niños-niñas) que pululan por la galera. La presencia infantil suele bajar cuando regresan a sus comunidades a tomar clases en enero; algunos no regresan porque trabajan en el corte.

La lengua materna mayoritaria es el mam (91%), seguida por el kaqchikel (7%), el resto son otras lenguas indígenas mexicanas presentes en los ejidos cañeros de Huixtla: trabajadores mayas, zapotecos y nahuas. Dentro del conjunto de estos trabajadores se presenta el monolingüismo, mucho más marcado entre las mujeres y personas adultas mayores. En este sentido, entre esta población se ha expresado la necesidad para que niños y niñas, así como los adultos, aprendan español durante su estancia en México.49 Estos trabajadores llegan con permisos migratorios para trabajar, y cubren la mayoría de la demanda laboral de los cortadores de caña anuales en la zafra de Huixtla. Antes de 2008, los permisos de trabajo solo se podían tramitar para trabajadores agrícolas de Guatemala empleados en la agricultura en Chiapas, lo que cambió en ese momento para abrir la frontera laboral para todos los sectores económicos y a todos los estados colindantes con Belice y Guatemala.50

Resulta paradójico que en la región del Soconusco aun no se valore la mano de obra guatemalteca, que recibe la más baja oferta de contrato, y que con todo y los permisos migratorios sus derechos de tránsito y laborales no estén garantizados.51 Esta situación devela la inconsistencia de las políticas públicas de fomento al empleo sin articular a la política migratoria (García & Décosse, 2014).


Conclusiones

Las fronteras mexicanas son grandes escenarios multiculturales y referentes obligados de la dispersión de la población indígena en México, sin olvidar que los pueblos originarios en estos márgenes continúan resistiendo en sus territorios ancestrales. Uno de los dispositivos en la construcción de las regiones multiétnicas es la movilidad laboral del trabajo en el sector agroalimentario. Al seguir los rastros de la inserción de trabajadores agrícolas en la producción de azúcar en la frontera sur en México52 se observa que la presencia centroamericana indígena y no indígena ─sobre todo de Belice y Guatemala─ no responde a incursiones intermitentes o emergentes en el paisaje transfronterizo mexicano. Se debe a una larga tradición de movilidad, que tampoco es lineal ni monocromática.

Estos procesos se asocian a migraciones económicas laborales y otras forzadas, como el caso de la inserción laboral de los refugiados guatemaltecos en su momento, hoy completamente integrados a la producción de azúcar, como ocurre en Campeche. De la misma manera, se tomaron en cuenta los contextos de colonización y neocolonización agropecuarios, como fondo de la construcción territorial, de suyo diversa, a partir de complejas redes sociales, familiares y de contratación, creadas en más de medio siglo de historia de la agroindustria azucarera moderna en el sureste. La movilidad laboral de los trabajadores agrícolas dedicados a la zafra nacional es el único ejemplo del México rural donde puede trazarse un continuum entre la participación de la mano de obra a niveles regionales internos, con nodos de un mercado laboral enclavado en un sistema migratorio entre Belice, Guatemala y México.

Aun cuando la participación de trabajadores y familias de Guatemala tiene más de un siglo en la cosecha de café, y cuentan con asentamientos en las zonas cafetaleras, la naturaleza de la movilidad laboral en el sector azucarero es más compleja. Esta agroindustria articula varias escalas y conexiones en la diversidad migratoria en los 15 estados productores, con sus singulares dinámicas transfronterizas, con la amplia y plural incorporación laboral indígena. Las regiones azucareras del estudio no son únicas en este sector con esa caracterización multiétnica, pero resaltan por sus vínculos centroamericanos y la densidad de población indígena que multiplica los registros lingüísticos. Prácticamente, el resto de las entidades productoras de caña ocupan grupos de cosecha de los pueblos originarios.

Una aproximación con los resultados sobre el trabajo agrícola temporal de la cosecha de caña de azúcar señala que los cortadores con orígenes étnicos en México, Guatemala y Belice se integran a la cuota nacional que alcanza 69% de trabajadores foráneos, mientras la participación indígena dentro de los trabajadores locales es de 31%. Si a ello se suma la presencia de trabajadores mestizos de otros países, se obtiene la muestra fehaciente de la composición multicultural de las regiones agroindustriales azucareras del sur mexicano.

El perfil indígena de los trabajadores zafreros en las regiones cañeras de la frontera sur es heterogéneo y tradicional, altamente disperso por los puntos geográficos de la conectividad establecida por la contratación de mano de obra. Su inserción laboral en la región agroindustrial azucarera del sureste es patente al seno de las dinámicas de movilidad histórica regional, así como en las relaciones estructurales entre regiones que exportan e importan mano de obra. En los grupos de cosecha estudiados, el oficio de cortador se ha perpetuado en el círculo de al menos cuatro generaciones (ergo, hijos, padres y abuelos), mientras que los niños ejemplifican el recurso próximo familiar y la condena de reproducción de fuerza de trabajo excluida.

Según las historias regionales, durante y después de la zafra, la creación de redes locales es fundamental a la hora de obtener mayores beneficios laborales y sociales; otras estrategias de integración son la oferta matrimonial mixta y el asentamiento permanente, a través de diversos arreglos locales para la residencia. Es incuestionable que la aportación de la mano de obra indígena a la producción del azúcar es notoria; inició hace cinco siglos, momento en que la idea europea de industria instaló ese gran híbrido sociopolítico-económico en esta parte del mundo (Mintz, 1996).

Se reitera que este trabajo aspira a contribuir al conocimiento de las dinámicas de los grupos de trabajo agrícolas étnicos en la frontera sur y a la discusión, teórica y metodológica, sobre la complejidad de los sistemas de movilidad humana de los corredores laborales Sur-Sur. La presencia de enclaves multiétnicos intermitentes muestra cómo las migraciones contribuyen a los bonos demográficos, culturales y laborales. Así como tal estructura agroindustrial sostiene economías nacionales en América Latina, los resultados de esta investigación demuestran que se eternizan la inequidad, la desigualdad, la discriminación en mercados de trabajo cada vez más precarizados, condenando la reproducción de una mano de obra que ha sido explotada por siglos. La multietnicidad debe ser un aporte al desarrollo humano y a la integración del tejido social que reconozca las contribuciones de los bonos demográficos, culturales y económicos, como se propuso en este texto. En las regiones y poblaciones receptoras de trabajadores y familias migrantes en esta parte de México se debe desechar la centenaria excusa que ha perpetuado la exclusión basada en la diferencia social y cultural, y recordar que en su historia hay antecedentes migrantes.

A modo de contribuir a solventar las deudas históricas con trabajadores agrícolas se sugieren las siguientes recomendaciones de política pública con base en los proyectos y diagnósticos referidos. Se insta a gobiernos, empresarios, productores azucareros, grupos de trabajo y comunidades anfitrionas de destino laboral a su consideración.

Dimensión cultural: a) Incluir en el Programa Nacional de la Agroindustria de la Caña de Azúcar (Pronac), la dimensión social con transversalidad de género, cultural y migratoria (nacional e internacional). Con ello, las estructuras de gestión basadas en cinco objetivos orientarán sus metas a un mejor bienestar, un desarrollo social de los agentes, directos e indirectos, de la cadena del sistema-producto. b) Considerar la pertinencia étnica en la emisión de mensajes, información laboral, o las campañas de salud frente a la pandemia del SARS-CoV-2. c) Que el sector azucarero promueva e incorpore la Norma Mexicana NMX-R-025-SCFI-2015, en igualdad laboral y no discriminación, tanto en el campo como en la fábrica. Se carece de datos oficiales del número de mujeres trabajadoras en la agroindustria, se alega no discriminación, pero los datos no están desagregados. d) Promover entornos interculturales entre las comunidades anfitrionas con los grupos foráneos en las regiones cañeras.

Dimensión migratoria: a) Agilizar la regularización migratoria de personas extranjeras que viven y trabajan en las regiones agroindustriales fronterizas con Belice y Guatemala. La situación más crítica es en las fronteras de Río Hondo (Quintana Roo) y en Huixtla (Chiapas). b) Crear un sistema de registro nacional de trabajadores y sus familias (locales y foráneas) que permita ubicar a la población que se incorpora a la zafra nacional, en especial a quienes se desplazan para trabajar; eso garantizaría una movilidad ordenada, segura, con derechos, dentro y fuera del territorio mexicano.

Dimensión social: a) Dotar de actas de nacimiento y documentos migratorios a hijos y jefes de familias, mexicanas y extranjeras, para evitar la marginación y la exclusión social. b) Impulsar programas de alfabetización entre la población trabajadora nacional y extranjera. c) Garantizar el acceso a servicios escolares de educación básica en las instalaciones de los trabajadores migrantes nacionales e internacionales. d) Difundir información cabal sobre derechos laborales y sociales de trabajadores y trabajadoras. e) Dotar o promover viviendas dignas para personas y familias que viven en galeras. f) Diseñar esquemas de acceso a servicios escolares, seguridad laboral, opciones de ingresos y capacitación laboral, para menores de 18 años.

Dimensión laboral: a) Promover buenas prácticas laborales a fin de erradicar el trabajo forzado, sobre todo lo relacionado con el pago a destajo y la falta de contratos; lograr que se garanticen los derechos laborales de los trabajadores. b) Garantizar la afiliación al Instituto Mexicano del Seguro Social, de trabajadores y sus familias, como marca la ley correspondiente (se ha demostrado que 65% de esta población no es afiliada por los patrones). c) Emprender programas de salud orientados a la atención de problemas de salud pública, como las adicciones entre la población masculina, sobre todo en jóvenes. d) Mejorar la infraestructura y servicios básicos de luz y agua en los albergues para que haya un abasto de agua regular y potable con depósitos adecuados y limpios, y que la electricidad tenga voltaje normal. La principal falla es la falta de drenaje, ocasiona altos riesgos a la salud por encharcamientos (que propician criaderos de mosquito), lodazales y hedores. Algunos trabajadores duermen en el piso. e) Garantizar instalaciones dignas para los trabajadores foráneos y sus familias. f) Diseñar una estrategia de corresponsabilidad gubernamental, empresarial, social y académica a favor del trabajo digno, en el marco de los Objetivos de Desarrollo Sostenible y en apego a la Agenda 2030; se debe poner particular atención en el Objetivo 8, relacionado con la promoción del crecimiento económico sostenido, inclusivo y sostenible, el empleo pleno, productivo y el trabajo decente para toda persona. g) Evaluar el Programa Internacional Cero Tolerancia ─que ha cumplido una década─, orientado a erradicar el trabajo infantil en la cosecha de la caña de azúcar.


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Notas

1 Dos provinieron de fondos sectoriales del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), uno en unión con la Secretaría de Desarrollo Social (Sedesol) finiquitado en 2016, y otro con el Instituto Nacional de las Mujeres (Inmujeres) finiquitado en 2020. Un tercero, del Programa de Sabático 2016-2017.

2 En México hay siete regiones productoras de caña: Noroeste, Noreste, Centro, Papaloapan-Golfo, Córdoba-Golfo y Sureste.

3 Sobre las regiones cañeras en cuestión se encuentran algunas tesis: Santos Argüelles (2014) aborda el estudio de la integración familiar en las comunidades mexicano-guatemaltecas a la producción de caña de azúcar a lo largo del ciclo fenológico en la región de La Joya y en un capítulo del libro sintetiza su estudio sobre etnicidad (Santos Argüelles & García Ortega, 2015); Palacio Andrade (2012) propone un prototipo arquitectónico digno para la estancia temporal de los grupos de cosecha en la región de Río Hondo, sobre la base de una hectárea con espacios particulares para familias y grupos de cortadores solos, critica las condiciones de marginación de las galeras. Sobre los ingenios de Chiapas, Wilson González (2012) trata el tema de los adolescentes en los grupos de cosecha de Guatemala en la región de Huixtla y Soledad López (2018) realiza su estudio en Pujiltic mediante la comparación de las estrategias campesinas dentro del sistema de autoconsumo y solidario comunitario, y el azucarero. Todos los trabajos abonan a la idea general del esquema precario del corte de caña.

4 Dos encuestas de los citados proyectos Conacyt-Sedesol y Conacyt-Inmujeres.

5 Algunas son oficiales como referentes estructurales, pero a la fecha prevalece un gran desconocimiento sobre el número de personas empleadas para los grupos de cosecha, familias, trayectos, perfiles demográficos y laborales. Esto resulta razonable toda vez que la población es altamente volátil, prácticamente el registro vigente debe ser diario. Por otra parte, recientemente, el interés internacional por este sector y el café han atraído la intervención de organizaciones civiles internacionales, de Naciones Unidas y la Comisión Nacional de los Derechos Humanos.

6 En este caso, la noción de vulnerabilidad laboral y social integró los siguientes indicadores: precariedad laboral, acceso a derechos sociales (salud, educación y alimentación) y exclusión espacial (relacionada con la condición de los asentamientos temporales: las galeras). La construcción de la vulnerabilidad de los jornaleros agrícolas ha sido definida institucional y académicamente, la primera en función de un pragmatismo de la agenda pública y el segundo relacionado con la precarización de las condiciones de trabajo.

7 Se realizaron en Xalapa, Veracruz (2012 y 2018), y en Chetumal, Quintana Roo (2019).

8 De esta consideración hay que excluir algunos grupos empresariales que integran en su organigrama el trabajo de trabajadores sociales encargados de atender las necesidades de los grupos de cosecha, sobre todo migrantes: identifican documentos, contabilizan cortadores y familias, apoyan en trámites de afiliación al Instituto Mexicano del Seguro Social, atienden hasta el mínimo detalle de algunos casos; sobre todo son los operadores del Programa Cero Tolerancia para erradicar el trabajo infantil. Se trata de: Grupo Beta San Miguel, Grupo Azucarero de México, Ingenio de Puga, S. A. de C. V, entre otros. El tema es amplio para tratarlo en este texto.

9 En realidad, son cuatros entidades federativas con límites internacionales Campeche, Chiapas, Quintana Roo y Tabasco, donde la primera y la última son las más estrechas, pero no menos importantes, como el caso de Tenosique en Tabasco, punto convertido en un importante nodo de la migración irregular. Sin embargo, en una visión más integral, la frontera del sur mexicano con la región centro caribeña, involucraría a Yucatán y las conexiones de redes migratorias con el archipiélago y costas de América del Sur en el Atlántico, también muy socorridas hacia la Riviera Maya en Quintana Roo.

10 Los distritos de Orange Walk y Cayo son los productores de café.

11 Se alude a las caravanas migrantes centroamericanas, presentes desde 2018, y aun en 2021, fecha de la elaboración de este documento. Desde la experiencia propia se puede señalar que en las fronteras sur y norte se ha visto cómo los migrantes involucrados en estos éxodos se han incorporado al autoempleo ambulante y empleo temporal en varios nichos económicos urbanos, como en Tapachula o Tijuana. Es común ver, sobre todo a la población originaria de Haití, instalarse en parques y pequeños comercios (fondas, vidrierías, herrerías, talleres mecánicos, gasolinerías, etcétera); esta observación podría resultar prejuiciosa, pero no lo es, en virtud del reconocimiento fenotípico de la población afrodescendiente antillana, en dichos escenarios citadinos fronterizos. Los perfiles centroamericanos son más parecidos al mexicano; en los semáforos, varios de estos migrantes se acercan a conductores a vender algún dulce o producto, se les reconoce porque ellos mismos se identifican como migrantes, incluso portan visiblemente su tarjeta de identidad o cargan alguna bandera a la espalda de algún país de Centroamérica.

12 Este proceso se concretó con la reforma al Artículo 27 constitucional en 1992, en que los poseedores de la tierra (usufructuarios en ejidos y comunidades) pasaron a ser dueños para poder venderla ante la práctica común de esas transacciones fuera de la ley. Un proceso posterior tuvo que ver con la formalización y seguridad (certificación) sobre la tenencia de la tierra y dar certidumbre a los acuerdos de compra-venta, entre otras cosas.

13 Se han documentado este tipo de procesos en sistemas agrícolas intensivos con el nombre de “encadenamientos migratorios”. Ver Lara Flores (2011).

14 En la escala transnacional se han documentado casos de mixtecos, otomíes o nahuas en Estados Unidos (ver Fox & Rivera-Salgado, 2004; García Ortega, 2008; Quezada Ramírez, 2018; entre otros. Para Canadá se puede revisar a Castracani, 2018).

15 La literatura del éxodo guatemalteco es amplia y se han documentado los procesos de refugio para Centro y Norteamérica, para este tema ver Le Bot (1995), Ferris (1984), Woods y colaboradores (1997), Bissett (1987), entre otros.

16 Esta frontera natural mide 193 km en tierra continental y desemboca en el Caribe; el límite marítimo internacional es de 85 km desde la Bahía de Chetumal. El Río Hondo es producto de una confluencia de aguas provenientes de las montañas de Guatemala; en Belice se le conoce como Blue Creek y Río Bravo. En la frontera hay un puente internacional, “Subteniente López”, con la infraestructura de comunicación de control fronterizo. En esta zona el paso informal campea en todo el lindero.

17 La presencia de población centroamericana en Chiapas, en otras entidades de la frontera sur y a lo largo del territorio mexicano es notable en términos de su permanencia a nivel individual, familiar o grupal, se caracteriza por la necesidad de contar con los documentos migratorios correspondientes. Entre estos grupos hay personas que han hecho vida familiar, laboral y social, y se integran a la vida regional (García Ortega, 2013); esta situación se documenta desde hace 10 años con el acompañamiento de procesos de regularización migratoria de centroamericanos en la región de Río Hondo.

18 Entre 2000 y 2020, Chiapas ha triplicado su población extranjera (creció 3.5 veces más) y Quintana Roo la quintuplicó (creció 5 veces más).

19 La creación de asentamientos menonitas en tierras beliceñas, distritos de Orange Walk y Corozal, es más antigua que los del sur de México (ubicados en Campeche y Quintana Roo, a distintas distancias y horas de Belice). Para ambos casos es una raíz importante de los pioneros provenientes del norte mexicano, de donde llegaron hace un siglo. La experiencia de movilidad transnacional e interna de estos grupos resulta sui géneris frente a las migraciones de la geografía que nos ocupa y en la historia de las migraciones globales, pues tiene más de medio milenio distribuyéndose por todo el mundo. De acuerdo con los datos de campo, la ubicación de nuevas colonias en el hinterland menonita se da a la par de proyectos transnacionales, como ocurre en el actual proyecto de asentamientos en Perú desde esta parte de México.

20 En 1958 inició la última etapa de la colonización en México. Algunos grupos campesinos provenían de Puebla, Michoacán, Aguascalientes, Coahuila y Tlaxcala incorporados a la colonización inducida a los estados de Campeche, Quintana Roo y Chiapas (Mendoza Ramírez, 2009).

21 En el cuestionario del censo guatemalteco se presenta una lista de categorías étnicas donde se elige la adscripción sociocultural (si la persona se considera…). El término “ladino” es el designado para la población mestiza y su uso es común.

22 Históricamente, la lengua ha sido el indicador principal para definir el perfil indígena. Desde el censo de 2000 en México se preguntó por la adscripción cultural (ver Vázquez Sandrín & Quezada, 2015).

23 Población en hogares censales donde la persona de referencia (generalmente el jefe de familia), su cónyuge, madre, padre o suegra(o) habla lengua indígena.

24 Ver, entre otros, a Hernández López y colaboradores, 2013.

25 El número total puede variar según cada zafra, o que algún ingenio deje de operar o cierre, como el caso de Azsuremex en Tenosique, Tabasco.

26 En México, el cultivo de la caña para la producción de azúcar se desarrolla en el esquema de la agricultura por contrato. En la lista de proveedores de materia prima para los ingenios, las mujeres productoras no alcanzan 50%, según nuestros registros de campo. Por otra parte, en una elaboración propia con datos del Programa de Producción para el Bienestar del cultivo de la caña de azúcar, las mujeres beneficiadas fueron 35% del total nacional (133 027 personas con subsidio) para los ciclos otoño-invierno 2020 y primavera-verano 2021; el total nacional de productores/productoras que destinan su cultivo para producción de azúcar es de 176 439 (Centro de Estudios para el Desarrollo Sustentable y la Soberanía Alimentaria [CEDRSSA], 2019). En nuestras investigaciones sobre la inserción laboral femenina en la agroindustria se advirtió de la carencia de estadísticas productivas desagregadas por sexo. De hecho, tras la difusión del estudio mencionado, se han tomado cartas sobre el asunto colaborando con entidades oficiales y empresariales, y organizaciones sociales, para documentar la participación laboral de las mujeres, y contar con indicadores con enfoque de género.

27 En el estudio de García Ortega (2021) se precisa que es baja la participación de las mujeres como cortadoras de caña. Sin embargo, se encontró un grupo de mujeres sembradoras de caña en Campeche; de estas trabajadoras agrícolas se hablará más adelante.

28 Los datos sobre los permisos de trabajo que se expiden para guatemaltecos y beliceños no se consideran en este estudio debido a los sesgos administrativos y metodológicos. La base de datos puede ser consultada directamente en línea. Prácticamente es nulo el registro de trabajadores agrícolas de Belice y mientras que en el caso de los provenientes de Guatemala, la cobertura de su migra es casi total.

29 Este sector se ha omitido en las estadísticas agroindustriales. No obstante, se ha demostrado la importancia de la prestación de servicios en los rubros comercial y de preparación con importante participación de mujeres, sobre todo cocineras (García Ortega, 2021).

30 En Tenosique, el ingenio Azsuremex, S. A. de C. V. tuvo su última zafra en 2018; cerró operaciones por falta de inversión en infraestructura, maquinaria y equipo, sobre todo molinos, calderas y servicios generales (Sader & Conadesuca, 2018).

31 Suelen ser grupos de corte selectos y son mejor pagados.

32 El trabajador “libre” es una categoría que puede estar presente en algunas regiones azucareras, se les llama así porque no reciben enganche (pago anticipado o préstamo). Emplear a trabajadores agrícolas enganche es con una práctica vigente y generalizada en el reclutamiento laboral que consiste en la contratación de cortadores de caña adelantándoles un pago o un préstamo en efectivo, de esta manera, el trabajador queda endeudado de facto. Para esta práctica laboral hay diversos arreglos entre trabajadores y contratistas, y es distinto en cada región cañera.

33 En este caso se trata solo de una categoría ocupacional dentro de una tipología más amplia que incluye trabajadoras agrícolas, productoras, sembradoras y de servicios, entre ellas, las cocineras que acompañan a los grupos de corte (García Ortega, 2021).

34 Este es un tema que requiere mayor desarrollo. Baste apuntar que existe una queja constante de los grupos de cosecha por los tipos de pago, pues no ven reflejado el esfuerzo diario. Pero, no en todas las regiones cañeras se presenta este conflicto.

35 Alrededor de la frágil estabilidad de la fuerza de trabajo a nivel nacional se presentan otros procesos como el asentamiento de los trabajadores que en algún momento fueron foráneos.

36 En términos generales, esa es la lógica predominante. Los ingenios no contratan a los cortadores, y es común que ignoren la presencia de trabajadores foráneos, pero sí se contabilizan en los frentes de cosecha y suelen ser grupos pequeños que podrían regresar la próxima zafra empleados por los productores, según datos propios.

37 Desde luego, irrumpen procesos emergentes como la salida de fuerza de trabajo a las zonas productoras a Estados Unidos, Canadá o a las zonas turísticas en la Riviera Maya.

38 A este dato hay que incorporar el hecho de que la extensión de la frontera agroindustrial de la caña de azúcar fue uno de los pivotes que disparó la guerra en el Yucatán de mediados del siglo XIX, después de la independencia de México, por el nuevo despojo de las tierras mayas y la incorporación de campesinos sin tierra al peonaje en las plantaciones (Avilez Tax, 2014, entre otros).

39 Durante el trabajo de campo en esta región azucarera era cotidiano el encuentro con grupos de jóvenes migrantes. El equipo de investigación apoyaba con víveres y acompañamiento a la Casa del Migrante La 72, que está a la entrada de Tenosique; por lo general, rechazaban la ayuda del médico justificando temor a la deportación. En la tradición oral local se rescata su paso temporal en el corte de caña.

40 Para ese entonces solo se tramitaban permisos migratorios de trabajo para la agricultura de Guatemala a Chiapas.

41 La integración de refugiados en la década de 1980 inició en Chiapas desde donde se distribuyeron a los estados contiguos de Quintana Roo y Campeche. Sobre el refugio y la integración se puede consultar a Ruíz Lagier, 2013, entre otros.

42 Con ese concepto se atiende una reflexión más amplia desde la geografía cultural, a partir de la construcción de la diversidad étnica e identitaria fronteriza, como se ha establecido para los bonos demográficos, culturales y económicos, y sirve para hablar de las fronteras multiétnicas en las regiones agroindustriales en el sureste. Por lo tanto, se hace eco de la crítica a la premisa que establece “excesiva la retórica de clasificación” al definir las “ciudades espejo”, tan solo por la cercanía, como en el caso de las ciudades del norte mexicano con las del sur estadounidense (García Amaral, 2007). En otro análisis, este concepto analiza procesos de complementariedad (Reyes Posadas et al., 2001), lo cual es más acorde al tema planteado transfronterizo.

43 Cabe recordar, como se señaló líneas arriba, los cortadores de Centroamérica, excepto los beliceños, ya viven y trabajan en la región transfronteriza sin documentos.

44 Para algunas referencias musicales consultar en las plataformas de Spotify o Youtube.

45 La costumbre de viajar con toda la familia a la zafra es una práctica acentuada entre la población indígena. Esta es una práctica presente en el resto de las regiones cañeras de México. En las empresas azucareras de Guatemala, está práctica se ha eliminado.

46 Por lo general, el arreglo es a través del cabo (o capataz), las mujeres encargadas de la cocina suelen ser familiares y la mayoría son esposas de los trabajadores. Esta práctica se presenta en todas las regiones cañeras (García Ortega, 2021).

47 En México se aplica el programa internacional de erradicación del trabajo infantil de cero tolerancia en las zonas cañeras desde 2016. El tema es muy polémico a razón de la exclusión del empleo a padres de familia menores de 18 años, y la nula oportunidad de acceder a los servicios educativos en sus lugares de origen y destino laboral.

48 La prenda de vestir en cuestión se llama corte, lo que se conoce en México como falda. Es un lienzo largo rectangular que llega a medir 7 u 8 varas (una vara mide 85 centímetros) y se enreda a la cintura, el largo alcanza al tobillo o a la rodilla. Los modelos dependen de la región y el pueblo, y de la condición de las mujeres que los portan (por ejemplo, hay una indumentaria especial para las casadas, las jóvenes, las viudas, y así). Otra diferencia está en el tipo de confección: si es de fábrica o de telar de cintura; los precios de los cortes son mucho más elevados si son artesanales, y podrían costar 4 000 quetzales en promedio.

49 La falta de acceso a servicios escolares en las galeras para las familias migrantes nacionales como para las guatemaltecas es un tema pendiente de agenda pública. De los ingenios fronterizos, solo en Quintana Roo se documentó la intervención del Consejo Nacional de Fomento Educativo.

50 En el contexto actual de México como país de tránsito y “segundo país seguro”, la inserción laboral de mano de obra migrante de Centroamérica, El Caribe y de otros continentes, tiene modalidades debido al tiempo de los trámites y las estrategias de integración a lo largo del territorio nacional de personas que han llegado en las caravanas migrantes desde 2018, sobre todo al amparo de la intervención de organismos internacionales y a una amplia red de organizaciones civiles.

51 Se trata de jóvenes guatemaltecos que han sido extorsionados por los agentes del Instituto Nacional de Migración, alegando que los permisos laborales de trabajador fronterizo son falsos.

52 La tradición oral en Pujiltic destaca la incorporación de los refugiados guatemaltecos al corte de caña, durante el refugio en Chiapas. Las narrativas de exrefugiados en las localidades de Campeche y Quintana Roo han referido la multiactividad durante el refugio en Chiapas. Los relatos recuperan la experiencia de trabajar fuera de los campamentos para obtener ingresos propios, y complementar los bienes y servicios otorgados por la ayuda internacional y del gobierno mexicano.

Martha García Ortega
Mexicana. Doctora en ciencias sociales por El Colegio de la Frontera Norte. Investigadora en El Colegio de la Frontera Sur; pertenece al Sistema Nacional de Investigadores. Líneas de investigación: migraciones laborales y derechos humanos, migraciones indígenas, etnicidad, género, desarrollo regional y políticas públicas, además de temas relacionados con los procesos transfronterizos en el sur de México. En los últimos años se ha enfocado en una línea de investigación propia y original acerca del mercado laboral agroindustrial azucarero en México. Publicación reciente: García Ortega, M. (2020). Belice y los trabajadores agrícolas migrantes en los corredores Sur-Sur en Centroamérica. GMIES. https://www.researchgate.net/publication/345180943_Belice_y_los_trabajadores_agricolas_migrantes_en_los_corredores_Sur-Sur_en_Centroamerica



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